Este lunes 13 de junio se cumplen 10 años de la muerte de Chiara Corbella, la joven italiana que murió con 28 años y que ahora es una sierva de Dios universal, con cuya vida y ejemplo ha ayudado en estos años a miles de personas en todo el mundo.
Su causa de beatificación sigue adelante. Chiara murió debido a un cáncer que avanzó ante su negativa a tratarse hasta que no diera a luz a su hijo. Era consciente a lo que se exponía, pero puso la vida de su pequeño Francesco por delante de la suya. Su confianza en Dios estaba por encima de todo, con una profunda fe compartida con su esposo Enrico ya probada al crisol tras la muerte anteriormente de sus dos primeros hijos, que fallecieron media hora después del parto. En ambos casos les habían detectado graves malformaciones y enfermedades congénitas, pero nunca se plantearon abortar.
"Voy al cielo a cuidar a María y a Davide; tú, quédate con papá. Yo rezaré por vosotros desde allá", dijo Chiara a su pequeño Francesco en la carta que dejó para él poco antes de que esta madre amorosa y entregada falleciera a los 28 años.
10 años después su tumba es con diferencia la más visitada del cementerio romano de Verano. El diario Avvenire cuenta que si alguien pregunta por el lugar en el que se encuentra enterrada Chiara todos saben indicarlo. Los que allí trabajan confirman no sólo que es la que más afluencia atrae sino que es también la que más adornos, regalos, flores, objetos, rosarios, fotografías y cartas tiene…
Cada día acuden hasta allí personas para pedir su intercesión o bien para dar las gracias por algún hecho extraordinario. Muchos de estos peregrinos son mujeres como Chiara. Van a ella por embarazos complicados o precisamente porque no llegan los hijos… Pero sobre todo hay miles de testimonios de personas tocadas por la fe en Cristo de esta joven. Personas anónimas y otras famosas han conocido a Dios a través de Chiara Corbella (aquí ReL recogió uno de aquellos testimonios).
Este décimo aniversario fue celebrado este domingo por la familia y amigos en Asís, pues este matrimonio estaba empapado completamente por la espiritualidad franciscana. Su viudo, Enrico Petrillo, explicó en la Domus Pacis de la basílica de Santa María de los Ángeles que el amor de Chiara ha quedado diseminado no sólo en su familia, sus amigos o en quienes la conocieron, sino en miles de personas que la han conocido a través del libro Nacemos para no morir nunca, que en España fue editado por Palabra.
Fray Vito D´Amato, padre espiritual de Chiara y Enrico, acompañó a esta joven desde su compromiso hasta su muerte y este domingo explicaba: “Chiara es un don que Dios nos ha dado también para reevaluar la vida de los santos, que están vivos. San Francisco de Asís no sabía que en su sí a la Porciúncula estaría Chiara. Fue un modelo a seguir y una inspiración para ella. Chiara está contenida en San Francisco, él en Cristo, Cristo en el seno del Padre. Cuando el otro vive dentro de ti, lo ves en todas partes, enamorado, y ya no mueres más”.
De este modo, Enrico señaló también que “Chiara murió feliz porque comprendió que también en la muerte hay un don; el dolor y la muerte no tuvieron la última palabra, no nos separaron del Señor: ella me lo enseñó. Por la gracia de Dios no es una heroína para ser puesta en un altar: fue una de nosotros”.
Por la tarde, presidió la Eucaristía el ministro general de la Orden Franciscana, que es la encargada ahora de la causa de beatificación de Chiara. “Si descubrimos que somos hijos amados, como vivió Chiara, podemos morir felices. Chiara no es una mujer valiente, sino una mujer que se deja querer. La sonrisa de Chiara nos muestra el Cielo, una sonrisa de luz que tanto necesita nuestro tiempo. Me acerco ahora al misterio de su vida: no me parece un icono, sino una vida plena en el encuentro con el Señor, con su esposo, sus hijos, con muchos. Francisco de Asís dejó en ella una profunda huella”, recalcó Fray Massimo Fusarelli, tal y como recoge Famiglia Cristiana.
Chiara Corbella, con su hijo Francesco, poco tiempo antes de morir
En una entrevista con Avvenire, Roberto y María Anselma, padres de Chiara, confirman este amor generalizado por su hija. Afirman que en la tumba de su hija Chiara, y sus nietos Grazia y Davide, “siempre encontramos muchas cartas, a menudo de mujeres que tienen matrimonios conflictivos, embarazos complejos o que no pueden tener hijos”.
“En Florencia, hace unos años, conocimos a Caterina Morelli, que nos había invitado a dar un testimonio; enferma de cáncer, y que recurría a menudo a Chiara”, cuenta María Anselma. Descubrió la enfermedad a principios de su segundo embarazo, protegiendo a su hijo Giacomo de terapias agresivas como lo hizo Chiara con su tercer hijo Francesco. Falleció a los 37 años el 8 de febrero de 2019.
“Ver que mucha gente se apoya en nuestra hija nos ayuda a entender que lo que ha pasado es por un bien superior y nos ayuda a sentirla siempre con nosotros. Nos cuentan que Chiara les cambió la vida, aunque no la conocieran personalmente, sino a través de libros, las redes sociales y testimonios. También sucede con los sacerdotes y las religiosas: recientemente dos misioneras de la caridad de Madre Teresa nos invitaron a su primera profesión de votos porque querían llevar el nombre de sor Chiara Luz y sor Chiara Amata”, revela Roberto.
¿Ha dado frutos la vida de Chiara Corbella? Fray Vito lo tiene clarísimo: “infinitos”. En la misma línea que sus padres este franciscano asegura que reciben “testimonios de amistad y devoción de todo el mundo: Brasil, Cuba, Filipinas… El boca a boca también corre en la web, el libro sobre su historia todavía se vende mucho y se regala, despertando entonces el deseo de aprender más. Algunas mujeres que han tenido embarazos difíciles, que acogen a niños con graves discapacidades, que viven la enfermedad, lo hacen de manera muy valiente y encuentran en Chiara una inspiración, una amiga que se une al Señor”.
Por otro lado, el padre espiritual de Chiara asegura: “hace unos meses vino a visitarme un padre francés: su quinto hijo era anencefálico como Maria Grazia Letizia, y entendió que podía haber una gracia dentro de esa experiencia de nacimiento y muerte al poco tiempo. También recibimos solicitudes de testimonios de monjas y monjes de clausura, ermitaños; muchas jóvenes han encontrado en la historia de Chiara la luz para comprender que están llamadas a la consagración, a la vida bautismal, cualquiera que sea su forma, y se abren así a la vida eterna”.
“Nuestros hijos adoptivos llegaron gracias a su intercesión”, afirman de manera categórica Emiliano y Julia, que conocieron a Chiara en vida en un testimonio que dio tras el embarazo, nacimiento y muerte de su primera hija María Grazia Letizia.
Cuando Chiara años después ya estaba muy enferma fue a Medjugorje en un avión lleno junto a sus familiares y amigos. Este matrimonio iba también en aquella peregrinación. “Acabábamos de enterarnos de que no podíamos tener hijos y mi marido empezó a hablar de adopción, pero yo le respondí que en realidad no pensaba en eso”, cuenta Julia.
Chiara les pidió a todos que no pidieran a la Virgen una gracia para ella, sino para ellos mismos. ‘Me dijo: '¿Qué le preguntaste a María?'. 'Que te cures. Lo siento, no podía pedir algo para mí.' Y se reía. Sin embargo, en el vuelo de regreso todo cambió en mí: si ella tenía todo este coraje, ¿de qué iba a tener miedo? Entonces le dije a Emiliano que quería probar el camino de la adopción”, afirma Julia.
Todos los jueves hasta su muerte la acompañaron en la oración. Y entonces esta pareja empezó a pedir la intercesión de Chiara para ayudarles a “acoger a cualquier hijo que Dios quiera darnos. Les propusieron a una niña de 6 meses abandonada en el hospital: tenía una enfermedad del corazón que la dejaba en un estado terminal, por lo que debimos acompañarla. Durante una semana con mi esposo oramos y lloramos, preguntando qué hacer. Chiara marcó su vida con muchos síes, entonces dijimos que sí. En el Juzgado de Menores, el juez nos dijo que no éramos aptos para esa adopción, porque éramos demasiado jóvenes. Nos informaron que habían pensado en nosotros para un hermano y una hermana de 10 y 4 años. No tengo ninguna duda de que Chiara nos trajo hasta ellos. Y de la recién nacida, aun sin haberla visto ni conocido nunca, me sentí madre”.
El funeral de Chiara congregó a cientos de personas. Se produjo en un ambiente festivo, de alabanza a Dios. Incluso su marido quiso participar en el coro.
Han pasado ocho años desde aquel día y Giulia experimenta en muchas situaciones que “el ejemplo de esta confianza en Dios le da valor para decir que sí y le cambia la vida: nos la cambió a nosotros”.
Quién fue Chiara Corbella
El 13 de junio de 2012 murió Chiara Corbella Petrillo, y su caso y su testimonio conmovieron Italia y, en el mundo de la comunicación global, también al mundo entero. A esta joven romana de 28 años le detectaron un tumor en la lengua en el quinto mes de embarazo, pero se negó a cualquier tratamiento que pusiese en peligro la vida de su hijo. El precio era la suya. Francesco nació sano y feliz el 30 de mayo de 2011, y sólo entonces su madre empezó el tratamiento, que retrasó un año el momento fatal y le afectó también a un ojo.
Su primer gran golpe llegó con su primer bebé, a los pocos meses de casarse. En la ecografía Chiara, a sus 24 años, veía a la pequeña Maria Grazia Letizia chupándose el dedo, dando pataditas... pero sin caja craneal. Era anencefálica y moriría al poco de nacer.
Chiara se sintió identificada con la Virgen María: un hijo especial, que moriría bajo su mirada, y con el peso de anunciarlo a su marido, que aún no lo sabía. Como María, temía el riesgo de ser repudiada. Ahí aprendió a tratar a Dios como una persona con sus propios planes, no como alguien a su servicio. Enrico, cuando supo de la niña, dijo: "No te preocupes, es nuestra hija, la acompañaremos hasta donde podamos".
Fue un embarazo feliz, molestado sólo por quienes les sugerían el aborto o dejaban caer que su hija no era realmente una hija o una niña. Había sufrimiento, pero también felicidad. Mucha gente entendió que era una niña especial con padres especiales, en un círculo que generaba amor.
Poco antes de morir, Chiara fue recibida junto a su marido y su hijo por el Papa Benedicto XVI.
A veces Chiara quería ser invisible para no tener que repetir la historia de la niña, pero su barriga era especialmente grande: "me obligaba a hablar de al gloria de Dios", decía ella. En cuanto la niña nació, con su corazón aún palpitante, el padre Vito la bautizó. Se hicieron fotos: Chiara estaba orgullosa de su primera hija. Cuarenta minutos después, ella murió.
El segundo bebé, sin piernas
Después llegó el segundo bebé, Davide Giovanni. En las primeras ecografías parecía que tendría graves deformaciones de brazos o piernas. Ellos se prepararon para un bebé con discapacidad, estudiando la historia de Nick Vujicic, un joven sin brazos y sin piernas que es un ejemplo de superación. Su aparición en la hermosa película corta El Circo de las mariposas les conmovió. Pero después se comprobó que las malformaciones serían más graves aún: falta de riñones, de vejiga, pulmones débiles... El niño moriría enseguida.
Al ver el diagnóstico, ofrecieron a su hijo en oración en la iglesia de Santa Anastasia de Roma, donde hay adoración perpetua. "No lo entiendo pero lo acepto", era su oración. Peregrinaron a Turín para ver la Sábana Santa, y en ese viaje oraron mucho a la Virgen, entregándose a ella. Cuando nació el niño, vivió 38 minutos, rodeado de padres y abuelos. El padre Vito lo bautizó. De nuevo, lo despidieron con una alegría especial.
Tercer bebé... y cáncer
Deseando un nuevo hijo, visitaron en oración las 7 basílicas jubilares de Roma y en Santa María la Mayor oraron a la Virgen pidiendo un nuevo bebé. Pocos días después se les concedió. Recibieron la noticia con esperanza y alegría. Pero entonces se diagnosticó a Chiara un terrible cáncer en la lengua. Los tratamientos contra este cáncer podían poner en peligro al bebé. Había que retrasarlos hasta que naciera el niño.
Chiara se negó incluso a adelantar el parto, no quería poner a su pequeño en riesgo de ser un prematuro dependiente de la incubadora aunque muchos niños salen adelante así. Insistió en esperar a las 34 semanas de gestación. Se enfadaba con los médicos que insistían en hablar del “feto”, en vez de llamarlo por su nombre: Francesco.
El niño nació sano y una amiga que había dado a luz esos días le dio el pecho, mientras Chiara se sometía a tremendos tratamientos. La enfermedad y los efectos secundarios la afectaban en la boca, el cuello, a la hora de comer…
Pudo conocer a su hijo, dormirle, darle de comer e incluso le dejó una extensa carta para explicarle en primera persona cuánto le quería.
Murió pero Chiara está ahora más viva que nunca.