John O. Barres, de 63 años, es desde 2017 el obispo de la diócesis de Rockville Center, en el estado de Nueva York (EE.UU). Nacido en el suburbio de Larchmont, en la ciudad de Nueva York, sus padres eran ex ministros congregacionalistas conversos al catolicismo.

Barres charló recientemente con CWR sobre su educación, la interesante amistad de su familia con el obispo Fulton Sheen y Frank Sheed, la educación que recibió en casa y los desafíos a los que se enfrentan hoy en día los católicos.

Un hogar donde se respiraba santidad

"Mi madre estudió teología y mi padre fue conductor de ambulancia durante la Segunda Guerra Mundial en Italia y el norte de África. Lidiando con la guerra y la muerte se enfrentó a cuestiones existenciales. Cuando regresó de la guerra, trabajó como periodista y conoció a mi madre. Ambos fueron ordenados ministros congregacionalistas. Pero, un tiempo después, mi madre se sintió atraída por la Iglesia Católica tras leer vidas de santas. Ambos ingresaron en la Iglesia en 1955. Mi padre escribió la historia de su conversión en su libro Un pastor, un rebaño", comenta el obispo Barres.  

El padre de Barres trabajó en Propaganda Fide –hoy el Dicasterio vaticano para la Evangelización–, donde conoció al obispo Fulton Sheen. "Él nos bautizó a mi hermana y a mí.  Cuando era pequeño, mi padre me llevó a su estudio de televisión para ver una grabación de su programa. En nuestra casa teníamos sus libros firmados, es más, en una dedicatoria nos menciona a mí y a mi hermano. La espiritualidad de Sheen fue siempre una gran influencia para mí. A nivel personal, él siempre fue muy amable con mis padres", reconoce.

John O. Barres es, desde 2017, el obispo de la diócesis de Rockville Center, Nueva York.

El obispo Barres destaca también la gran influencia que tenía Sheen sobre las personas.  "Había una enfermera, que mi madre conocía, que tenía un marido protestante. Ella trataba de animarlo a abrazar la fe católica. Su respuesta era: 'Sólo me convertiré si conozco al obispo Sheen'. Mis padres organizaron la reunión y el hombre se hizo católico", explica.

La casa del pequeño Barres fue un lugar de encuentro para ilustres personalidades, tanto de la Iglesia como de fuera de ella. "Mis padres estaban encantados de ayudar en la evangelización y abrimos nuestras puertas a muchos misioneros. Uno que recuerdo fue John Considine, consultor de Propaganda Fide, y el obispo William McNaughton, el primer obispo de Incheon, en Corea del Sur. Era un obispo santo. Venían a nuestra casa para almorzar y cenar, y su ejemplo me ayudó", cuenta.

El famoso apologista y autor católico Frank Sheed (1897-1981) visitaba también la casa de los Barres con frecuencia. "Era buen amigo de mis padres, venía a cenar los domingos y yo escuchaba sus conversaciones. Él escribió la introducción al libro de mi padre. Cuando asistí a la Universidad de Princeton, me animó a estudiar a GK Chesterton. Él nos compartía sus conversaciones con Chesterton, su sentido del lenguaje y las paradojas. Recordaba la única vez que escuchó al filósofo católico Jacques Maritain contar un chiste ("TS Eliot agotó su capacidad de conversión a la Iglesia católica cuando se hizo inglés"). También contaba que cuando hablaba en el Speaker's Corner en Hyde Park, en Londres, si la gente empezaba a tirar cosas, lo mejor era quedarse quieto, si te movías, ¡te golpearían!", recuerda con gracia.

Para Barres, unas personas, las que conoció en su casa de pequeño, que pueden ser la solución para una época de pérdida de fe generalizada en Occidente. "Necesitamos nuevos santos. Los flujos de la historia de la Iglesia lo demuestran. Las nuevas épocas traen nuevos santos con grandes carismas. Cuando las cosas parecen desmoronarse o estar a punto de morir, hombres y mujeres santos aparecen en escena y puede haber un gran cambio. Pueden ser sacerdotes y religiosos, pero también laicos dedicados", explica.

"Siempre me ha parecido atractivo Santo Tomás Moro. Es el patrón de estadistas, políticos y abogados. También creo en la importancia del apostolado de los laicos en el mundo secular. En cuanto a los papas, leí la autobiografía del Papa Juan XXIII, le tuve una gran devoción. Pablo VI significa mucho para mí. Han pasado más de 50 años desde que publicó su encíclica Humanae Vitae (que reafirmaba la condena de la Iglesia al control artificial de la natalidad) y se ha demostrado que es increíblemente acertada. Las cosas que predijo realmente se han hecho realidad. Él cargó la cruz por esa enseñanza", añade.

Compañero del hijo de Kennedy y de Duchovny

El obispo Barres se graduó en la Academia Phillips en Andover, conocida por acoger a ilustres personalidades, incluidos presidentes de Estados Unidos. "Entré el mismo año que John F. Kennedy, Jr. Fue una gran experiencia. Fue intenso académicamente y allí discerní mi vocación al sacerdocio. En 1977, hice un trabajo sobre John Henry Newman. Su historia me conmovió. Recuerdo ir a misa un día y, mientras el sacerdote levantaba el cáliz, en total silencio, le pregunté al Señor: '¿Quieres que sea sacerdote?'", rememora Barres.

La familia Barres fue muy amiga del venerable obispo Fulton Sheen.

La Academia tenía un auténtico espíritu liberal, una aceptación de las conciencias de las personas y de sus creencias. Algunos de sus profesores no católicos se convirtieron en los mayores defensores de su vocación. Barres se graduó en Princeton y obtuvo un MBA en la Escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York. "En mi último año en Princeton estaba abierto al matrimonio, pero también consideraba el sacerdocio. Así que tomé la decisión de no tomar ninguna decisión. Trabajé en contabilidad pública durante un tiempo, lo que me ha sido de gran ayuda como obispo en el gobierno de la diócesis", explica.

Miembro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz del Opus Dei, el obispo Barres reconoce que esta pertenecía ha sido importante para su formación. "Suelo ir a Manhattan en busca de dirección espiritual; tienen cursos de verano en Arnold Hall en Pembroke, Massachusetts, en los que oramos, exploramos temas teológicos y disfrutamos de la fraternidad", relata.

Sobre sus aficiones, reconoce que algunas las ha tenido que dejar de lado. "Disfruto de la literatura, las biografías y la historia. También me gusta el atletismo, me encanta el golf, pero mi agenda no me permite jugar desde hace cuatro años. Soy un fanático del baloncesto y jugué en Princeton, donde uno de mis compañeros de equipo junior fue el actor David Duchovny", dice Barres.

 

Puedes escuchar aquí el testimonio del obispo Barres.

Sobre su diócesis, el obispo asegura que le reporta grandes alegrías. "Tenemos más de 500.000 católicos hispanos. Ha sido una de mis grandes alegrías como obispo estar y aprender con ellos. Veo las cruces que tienen cuando vienen a Estados Unidos. Recuerdo a una mujer de 28 años, Rebecca, a quien conocí en una confirmación, venía de El Salvador. Tuvo que aprender inglés, adaptarse a la cultura estadounidense y recibir educación. Obtuvo una licenciatura en ingeniería mecánica y ahora es catequista", concluye Barres.