El italiano Mario Dupuis (Chioggia, 1950), siendo un joven profesor de Religión, aún universitario, se interesó por entender y ayudar más a los adolescentes y los jóvenes. A los 46 años, ya como profesor veterano, fundó, con algunos amigos, el grupo Edimar, para la acogida y educación de jóvenes en problemas. Más adelante, en 2001, cristalizó como Ca'Edimar, un lugar de acogida y educación. Ha sido miembro del Observatorio Nacional de Infancia y Adolescencia del Ministerio de Bienestar Social italiano.

En septiembre de 2024, Italia se vio horrorizada por un espeluznante asesinato en Paderno Dugnano, localidad cercana a Milán. Un joven llamado Ricardo, de 17 años, mató a sus padres y a su hermano de 12 años, con un total de 68 puñaladas.

Al principio culpó a su padre, pero luego se derrumbó y confesó: «Yo los he matado a todos». Los italianos leían con horror las explicaciones banales del joven: "Me sentía oprimido, pensé que así me sentiría mejor… No estaba enfadado con mi familia, sólo quería ser libre. Pensé que una puñalada sería suficiente". Algunos hablaron de problemas mentales, otros de vacío existencial.

Mario Dupuis, que ha trabajado con muchos jóvenes que han hecho cosas malas, difundió en la revista Tempi una carta abierta dirigida al joven Ricardo de las 68 puñaladas, pero muchos la han leído también como una invitación al realismo y la esperanza que cualquiera se puede aplicar. Sí, el mal existe, y hay que afrontarlo, mirarlo a la cara, pero no tiene que definir toda nuestra vida: es posible reencauzarnos.

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Carta de Mario Dupuis al joven Ricardo de Paderno: No eres el mal que has hecho

Querido Ricardo, con estas letras no quiero unirme al coro de personas y medios de comunicación que con justicia se han horrorizado por lo que le hiciste a tu familia.

La indignación está más que justificada y los análisis de los supuestos expertos sobre la condición de los jóvenes se suceden sin descanso durante estos días. La razón por la que te escribo esta carta abierta, por tanto, no es para convencerte aún más del mal que has cometido, sino para decirte algo que puede parecer obvio, pero que en mi vida, en la que he estado al lado de tantos jóvenes en dificultades, siempre ha sido decisivo: Ricardo, tú no eres el mal que has hecho.

A ti hoy, quizás, te cuesta mirarte así, ver en ti esta certeza, pero que alguien la vea en ti no es indiferente, como no lo fue para todos los chicos que he acogido en la casa de Padua en Ca' Edimar, como no fue indiferente que alguien, cuando yo era joven, me lo dijera y me lo repita hoy que tengo 75 años y estoy lleno de fragilidades y debilidades.

“No eres el mal que haces”. Muchos creen que esto es una justificación, pero yo he entendido, por experiencia propia y de mis hijos, que esto es una liberación.

Mario Dupuis con dos amigos, Álex y Walter, que estuvieron en Edimar con 15 años, metidos en graves problemas, hoy superados.

Edimar, el “menino de rua” brasileño que da nombre a nuestro albergue y que a los 15 años ya había matado, vendido drogas, robado, hecho todo el mal que se podía hacer, cuando le dijeron la frase “tu mal no me da miedo, tú no me das miedo”, comprendió que había otra posibilidad para vivir como personas felices y alcanzó la libertad.

Cuando decidió que ya no iba a matar a nadie más, el cabecilla de su banda lo asesinó.

¿Cómo se puede decir esto usando la razón y no la fe (que no sé si tienes)? Se puede decir, Riccardo, porque la razón mira a los hechos y para muchas personas que conozco y que acompañan a jóvenes como tú, les ha sucedido no sólo poder decir esta vertiginosa frase, sino poder vivirla con ellos y cambiar, como le sucedió a Edimar.

Esta mirada comenzó con la presencia de Jesús que, hace 2000 años, hizo justamente esto con la prostituta, con Zaqueo, con la samaritana; comenzó a mirarlos diciéndoles “a vosotros no os define vuestra maldad, vuestros pecados, vuestros errores”. Y esta mirada ha continuado a lo largo del tiempo durante 2000 años hasta hoy y, Dios lo quiera, puede llegar a ti.

Ciertamente, tendrás que procesar con personas competentes el crimen que has cometido y prepararte para el juicio, tendrás que procesar este terrible pasado tuyo, pero también debes vivir el presente y el presente, en su desnudez, en su pobreza, en su absoluta debilidad, puede convertirse en una gran ocasión en la que expreses de nuevo tu deseo de vivir, tu deseo de verdad, de belleza, de amor, porque es un deseo que tienes inscrito en tu corazón.

No te lo pone ninguna fe, no te lo pone ningún psicólogo, no te lo pone ningún sacerdote; lo tienes por naturaleza y debes expresarlo en lo más profundo de ti mismo en este terrible presente tuyo.

Puede que yo y muchos otros no podamos hacer nada por ti, pero nos unimos a la sentida decisión de tus abuelos, personas a cuyos seres queridos has matado, que ya te han dicho “nosotros no te abandonamos”. Que sepas que, junto a tus abuelos, hay quienes no se encierran en el análisis y en tratar de codificar todas las razones psicológicas y patológicas que te han llevado a ese terrible acto, sino que intentan mirar cara a cara el mal, pequeño o grande, que todos hacemos.

Mi amigo, el cantautor Claudio Chieffo, cuando estuvo en Auschwitz siendo joven, escribió una canción en la que describe el mal que se hizo allí, pero luego añade: “Pero el mal del mundo no murió y todos nosotros podemos hacerlo”.

Sólo puedes mirar al mal cara a cara sin justificarlo y sin tenerle miedo si eres consciente de que hay una presencia que lo vence, que lo ha vencido y que lo sigue venciendo a través de la mirada de quien ahora te dice “tu mal no te define”.

Siempre puedes volver a empezar.

No sé de qué modo, no sé cuándo, no sé cómo, pero que sepas, Ricardo, que puedes comenzar a vivir de nuevo».