Polonia se ha convertido para millones de europeos en un faro que sigue defendiendo los valores cristianos de Europa y que resiste la tremenda ofensiva que las autoridades europeas han lanzado contra este estado, donde la ideología de género, el aborto, el laicismo y la cultura woke siguen avanzando como un rodillo.
Polonia es el país que más seminaristas y nuevos sacerdotes ofrece a Europa, y donde la religiosidad sigue siendo muy mayoritaria. Sebastián Wydrowski es fruto de esta cultura católica. A sus 36 años este sacerdote de la diócesis de Pelplin afirma que ya no queda en su generación rastro alguno de los efectos de la dictadura comunista.
Sin embargo, pese a la buena salud del catolicismo polaco en comparación con el de otras naciones europeas no se deja llevar por el optimismo desmedido. La Iglesia en Polonia también muestra flaquezas con la caída del número de fieles y de vocaciones.
Esto va en línea con lo manifestado recientemente por el obispo de Kalisz, monseñor Damian Bryl, que afirmaba que los obispos “no estaban contentos” con la tendencia. En sus manos tienen estudios que muestran “un aumento de las tendencias de secularización en las generaciones más jóvenes, lo que es motivo de preocupación”.
Por su parte, el joven Wydrowski va más allá y asegura que “en los últimos 5-10 años las cosas se han deteriorado mucho, hay mucha confusión moral y doctrinal entre laicos y bastante autocomplacencia entre sacerdotes. La gran mayoría de los jóvenes abandonan las prácticas religiosas. El problema, sin duda, será cada vez más serio en el futuro”.
Pese a todo, las Iglesias de muchos países europeos se cambiarían por la polaca sin pensarlo, en términos de estadísticas. Y Wydrowski sabe bien de lo que habla pues además de conocer perfectamente su país tiene una visión muy clara de España, pues durante años estudió en la Universidad de Navarra, gracias a una beca del Centro Académico Romano Fundación (CARF), donde ha podido licenciarse y doctorarse en Derecho Canónico. Antes de ser seminarista estudió también en Londres, donde empezó a sentir la llamada al sacerdocio.
La belleza y el cuidado de la liturgia le ayudaron a entender el sentido profundo de la Eucaristía y encauzar esta llamada al sacerdocio. Por ello, ahora al celebrar la misa cada día intenta transmitir y cuidar la liturgia de la misma manera.
En esta entrevista con CARF este joven sacerdote polaco nos habla de su vida, de la religiosidad en su país y de su experiencia en España:
-Polonia es un país que resiste mejor la secularización que España y que cualquier otro país europeo, ¿cuál es su secreto?
-Ya no. Es verdad que mientras los países europeos sufrían debido a la crisis del postconcilio en los años 70 y 80, la Iglesia en Polonia estaba floreciendo. Había tres factores: los cambios litúrgicos llevados a cabo muy lentamente y con cuidado, el prestigio moral de la Iglesia que resistía a los comunistas y el efecto del Papa polaco. Según lo que veo, en los últimos 5-10 años las cosas se han deteriorado mucho, hay mucha confusión moral y doctrinal entre laicos y bastante autocomplacencia entre sacerdotes. La gran mayoría de los jóvenes abandonan las prácticas religiosas. El problema, sin duda, será cada vez más serio en el futuro.
- ¿Cómo es la fe de los polacos?
-La fe es una cosa muy personal, evitaría generalizaciones en este campo. Por lo que se refiere a los datos que tenemos hay muchas diferencias entre varias regiones de Polonia. En algunas partes la fe está muy viva y las iglesias se llenan los domingos. En mi diócesis de origen hay algunas parroquias donde casi todo el mundo va a misa y también hay otras donde van menos de 10%. Hay varias razones de ese fenómeno: históricas, sociales etc...
Sebastian Wydrowski, sacerdote polaco de la diócesis Pelplin.
-¿Tiene esta fe alguna particularidad que le llame la atención?
-Lo que llamaba atención es que, hasta el tiempo de promoción reciente de algunas medidas supuestamente anti-covid en las misas, mis paisanos respetaban mucho el Santísimo Sacramento, por ejemplo, con su manera de recibir la Santa Comunión.
- ¿Qué diferencias encuentra entre Polonia y España, tanto cultural como socialmente?
-Polonia es un país unido, casi no hay separatismos. Algunas partes del país tienen sus tradiciones locales pero no se habla, gracias a Dios, de autonomías. No se acepta que alguien muestre su desprecio a los símbolos nacionales, todo lo contrario a lo que he visto a veces en España.
Aquí casi todos tienen familiares o antepasados que fueron víctimas de los alemanes durante las guerras o más recientemente durante la época del comunismo. Esas son unas clases que la historia nos da para aprender a amar la patria. En cuanto a las diferencias culturales, la verdad es que somos bastante parecidos. Creo que cualquier ciudadano español se sentirá como en casa en Polonia, pues formamos parte de la misma cultura cristiana occidental. No olvidemos que históricamente mi país se estableció como un reino cristiano independiente ya en el año 1025.
- En sacerdotes jóvenes como usted, ¿todavía hay algo de los años comunistas que os haya afectado o son ya una generación totalmente ajena?
-No, la generación anterior del clero sí que se vio afectada. Había vigilancia en las casas de formación, servicio militar muy horrible para seminaristas y varias formas de persecuciones, más suaves o más sangrientas, incluso martirio de unos sacerdotes, por ejemplo del beato padre Jorge Popieluszko. Todo eso se acabó en 1989.
-¿Cómo surgió su vocación al sacerdocio?
-No ha habido ningún momento extraordinario o especialmente intenso que cambiase el rumbo de mi vida espiritual. Los primeros pensamientos sobre hacerme cura me pasaron por la cabeza en los últimos años de la secundaria y creo que estaba ya seguro durante mis estudios universitarios en Londres.
- Pero, ¿hubo alguna situación que le ayudara particularmente?
-Pienso que me ayudó la belleza del culto que encontré en ciertos templos de Londres, por ejemplo en el Oratorio de Brompton. Allí a veces hacía de monaguillo en misas tradicionales privadas, lo que me enseñó a apreciar el valor infinito del Sacrificio del Calvario renovado todos los días en miles de altares del mundo.
-Usted ha estado estudiando en Pamplona, ¿cómo ha sido su experiencia?
-Me ha impresionado el personal de las Facultades Eclesiásticas, tanto los laicos como sacerdotes, por su dedicación a su trabajo. Sin duda, la universidad crea muchas oportunidades para crecer desde el punto de vista intelectual y para la investigación. Las instalaciones y la infraestructura son muy buenas, a la altura de algunos “ateneos” prestigiosos de Roma.
- ¿Cree que es importante la formación para el sacerdote como la que usted ha recibido en Pamplona?
-No veo mis estudios para la licenciatura o el doctorado como formación sacerdotal en el sentido estricto. La recibí ya en el seminario diocesano. Es más bien perfeccionamiento y preparación profesional para tareas específicas en el trabajo en la Iglesia local.
Por ejemplo, ahora he recibido encargos en el tribunal diocesano. El título de doctor en Derecho Canónico genera oportunidades para crecer en este campo. Me encantaría también seguir investigando, especialmente los temas históricos del Derecho, pero eso depende de la voluntad y permisos de mis superiores jerárquicos.
-En este tiempo de sacerdocio, ¿nos puede relatar cuál ha sido labor?
-Antes y después de mis estudios en la Universidad de Navarra era y sigo siendo vicario parroquial en parroquias rurales. La diferencia, en la práctica, es que ahora los días laborables voy a trabajar a la Curia, mientras que antes iba a dar clases de Religión en un colegio.
- ¿Cuáles han sido sus mejores momentos como sacerdote?
-Procuro celebrar los sacramentos dignamente sin darle a ningún feligrés razón para escandalizarse. Además me dedico a predicar bien, de manera interesante. Me pasó que una persona, dando gracias por la Eucaristía y la Palabra, me dijo: ‘Usted nos ha llevado a Jesucristo’. Esta frase me golpeó mucho, porque eso es sumariamente la tarea del cura, es decir, llevar la gracia de Jesús a su pueblo. El sacerdote es solamente un instrumento que Dios usa para sus fines y en todo eso nuestra personalidad debería desaparecer y ser transparente para dar lugar al Señor.
-¿Cuál es la realidad de un sacerdote joven en un mundo cada vez más secularizado como el que vivimos?
- Creo que la edad del cura no importa. El Nuevo Testamento los llama ‘presbyteroi’, es decir, mayores y eso no depende de cuantos años tenga uno. Cada época tiene sus dificultades. Obviamente hoy en día mucha gente tiene sed inconsciente de Dios pero no desea aprovechar los manantiales de agua pura y vivificadora que se encuentran en la Iglesia Católica. Sea como sea, creo que tenemos que mantener firme y clara la doctrina y la enseñanza moral sin diluir nada en las ideas y tendencias mundanas. Si no, seremos como la sal sosa que no sirve para nada.