Con cinco años, Deanna Lynn vio su primera película pornográfica acompañada de su madre. Dos años después, ella era la protagonista de un vídeo grabado para sus vecinos, y a los 18, su carrera en la industria del sexo y la pornografía estaban más que asentadas. Mientras sus compañeras de la escuela soñaban con cuentos de princesas, ella solo quería revivir la historia de Pretty Woman. Durante 10 años, esta joven de Tucson (Arizona) vivió sumida en las drogas, la prostitución y la pornografía, hasta que sus oraciones fueron escuchadas.

Su madre le introdujo en la pornografía

“Desafortunadamente, desde mi infancia, mi madre me enseñó que la belleza podía ser una herramienta para manipular”, cuenta Deanna Lynn, autora del libro Comprada. Dejando la industria sexual.

Ella tenía cinco años y estaba en el primer curso de primaria, cuando su madre consideró divertido introducirla en el mundo de la pornografía. Tan solo dos años después, la pequeña consideraba normal desnudarse y “grabar videos caseros pornográficos para mis vecinos, que me hacían representar lo que veía en las películas con mi madre”, explica a Aceprensa. A los 9 años de edad, su madre se suicidó tras varios intentos frustrados.

"Solo necesitaba un salvador"

Deanna creció con una vida desestructurada. Durante toda su vida se había educado “creyendo que menos ropa significaba belleza y que la atracción física era sinónimo de amor”, explica en su testimonio de conversión.

Desde los ocho años, recuerda que “solo necesitaba un salvador, y me escapé de casa por los abusos pensando que un hombre me rescataría como a Pretty Woman”. Su adolescencia no fue menos conflictiva: la exposición sexual, la pornografía, su adicción a las metanfetaminas y la muerte prematura de su novio determinaron los siguientes años de su vida.

De camarera a actriz pornográfica

Con 17 años, Deanna y sus amigas se presentaron buscando trabajo en Hooters, una cadena de restaurantes conocida por utilizar las camareras como reclamo comercial. “Todo comenzó usando poca ropa, llamando la atención y sirviendo unas alitas de búfalo”, explica. “Esto me llevó a una carrera en la industria del sexo en toda regla”.

La adolescente se encontraba ante un dilema. Con 18 años ya era alcohólica, adicta a las drogas y estaba cerca de entrar en prisión. Cada noche vivía con miedo a que alguno de sus ex-novios violentos llamase a su puerta para hacerle daño.

Pero una compañera de trabajo le presentó al hombre que le libraría de todos sus problemas. Quería promocionar a Deanne en la industria del sexo, cuenta en Thrive, un portal del Seminario Teológico de Asbury, centro de formación protestante donde estudiaría años después, tras su conversión.

Deanna ya había comenzado a prostituirse, y se encontraba en prisión cuando aquel hombre “me dijo que podía pagarme la fianza y convertirme en una estrella”.

Deanna Lynn cuenta su historia en el libro "Purchased, leaving the sex trade". Puedes comprarlo aquí

Lo que antes era porno, ahora es entretenimiento

Nada más llegar, “una de las cosas que hacen los agentes de la industria del sexo es presentarte gente famosa, llevarte en limusinas y alojarte en mansiones”.

En un principio, Deanne estaba deslumbrada, hasta que fue consciente de la realidad que se respiraba en aquel entorno. “Tienes que hacer como si estuvieras disfrutando incluso de los actos más violentos, porque eso es lo que se vende ahora”, explica. “Hoy la propia televisión está llena de cosas que solían ser porno y ahora son el entretenimiento de la gente en la sala de su casa”: “Las empresas tuvieron que rodar cosas más duras, más gráficas y violentas para conseguir ventas, porque el consumidor habitual ya estaba insensibilizado ante el sexo normal”.

Deanne recuerda que cada dos semanas se tenía que someter a pruebas de detección de enfermedades de transmisión sexual, pero “tenía que hacer que pareciese el mejor trabajo del mundo”.

"¿Cómo he llegado hasta aquí?"

Deanne pasó 10 años de su vida en la industria del sexo. Cuando entró, pensó que sería un trabajo a su medida, en la que ella tendría cierto control y elevados ingresos.

Pero la realidad era muy diferente. “Un agente es como un proxeneta glorificado, y el 30% de lo que ganaba era para ellos”. Además, “tenía que hacer todo lo que dijesen, y cuando se enfadaban, daban mucho miedo”. Deanne no sabía lo cerca que estaba de la quiebra emocional, pero “cuando la cámara no estaba grabando, solo podía llorar en mi almohada”. “¿Cómo llegué hasta aquí?”, se preguntaba la joven, “yo solo era una camarera”.

"Comencé a rezar a mi Salvador"

Uno de mis fans viajó desde Georgia hasta California para conocerme y me pidió que le firmara mis películas”. Deanne se lo tomó como un halago, “incluso me compró mis galletas favoritas”. Aquel hombre había invertido todos los ahorros familiares en aquel viaje. “Cuando llegó a su casa, estaba angustiado porque no podía asumir que yo era una persona real, y cuando regresó a su casa, su esposa le prohibió acceder de nuevo a los chats y a la pornografía”. Cogió una pistola y se suicidó delante de su familia.

Llegó un punto en que Deanne no sabía relacionarse con la gente al margen de la sexualidad. “Recuerdo pensar, `¿cómo sería vivir una vida con ropa puesta?´”. Deanne pensó que nunca había tenido una cita, “¿cómo sería salir con alguien que no me preguntase por el sexo?”, se preguntaba. En ese momento, pidió ayuda a Dios: “Comencé a rezar a mi Salvador: `Por favor, no quiero quedarme atrapada aquí para siempre´. Necesitaba salir de este entorno por completo".

Una familia la acogió y le transmitió la fe 

Sus oraciones fueron escuchadas. Deanne se decidió y dejó la industria del entretenimiento para adultos en marzo de 2010. “Afortunadamente”, explica, “tengo un Dios que nunca deja de perseguirme”.

Deanne acudió al programa de readaptación Refugio para Mujeres. La joven debería invertir un año de readaptación social y desintoxicación. Recuerda que “estuve siete meses en la casa, y después fui con una familia con la que terminé quedándome durante dos años”. Aquella familia la acogió como si fuese uno más, y allí descubrió la fe. “No me estaban predicando la Biblia, ni diciéndome lo equivocada que estaba, simplemente amaban. Amaban a Dios, y el uno al otro” explica en Thrive.

Deanna y su esposo Matt ahora tienen dos hijas gemelas.

Una historia para llevar a la gente a Dios

“Después de pasar años huyendo de las cosas, por primera vez en mi vida sentí que estaba caminando en un sentido. Estoy aprendiendo a caminar con orgullo”, pensaba, y conociendo “mi verdadera identidad, que está en Jesús”.

Entonces, tomó una decisión: dedicar su vida al apostolado. “El mundo me derrumbó”, afirma, “pero lo que me dejó es mi historia, y continuaré usándola para traer a la gente de vuelta a Dios”. Un propósito que ha plasmado en su libro Comprada. Dejando la industria sexual.

Un matrimonio ayudando a dejar las adicciones

Tras su conversión, Deanne comenzó a estudiar un programa de Formación Espiritual en el seminario de Asbury. Allí conoció a su marido, Matt, con el que ha tenido dos hijas gemelas. “Nos conocimos en la universidad donde hicimos el máster, y desde entonces, dedicamos nuestro tiempo a la familia y a ayudar a otros a liberarse de las adicciones”, en particular al sexo y a la pornografía. Juntos, esperan abrir un rancho de trabajo para ayudar a las personas a retirarse y conectar a aquellos que están luchando contra diversos trastornos.

Actualmente, Deanne dirige una asociación dirigida a orientar y dar esperanza a personas con adicciones, un trabajo que adora, y que le permite “sacar adelante y defender las causas que me apasionan”. 

(Artículo de hemeroteca publicado originalmente el 3 de marzo de 2021).