Dios no retrocede, no deja de ofrecer su amor, incluso en ambientes y contextos hostiles. Esa enseñanza ha querido dar el Papa Francisco al comentar este domingo 30 de enero el fragmento del Evangelio dominical, cuando Jesús acude a predicar a su pueblo, Nazaret, donde no es bien acogido (Lc 4,21-30).
Ante fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, el Pontífice comentó ese evangelio desde la ventana del Palacio Apostólico con ocasión del habitual rezo del Ángelus.
Sus paisanos, señala el Papa Francisco, más que una palabra de verdad, querían milagros, signos prodigiosos. El Señor no los realiza en esta ocasión y ellos lo rechazan, porque dicen que ya lo conocen (versículo 22).
La frase que se convirtió en refrán
Jesús pronuncia entonces una frase que se ha convertido en un refrán popular: "Ningún profeta es bien recibido en su propia tierra" (v. 24).
Según el Papa, con este refrán Jesús indica que ya sospechaba que probablemente sería rechazado en su pueblo. "Conocía a su gente, sabía el riesgo que corría, contaba con el rechazo", dice el Papa.
"¿Por qué, si prevé el fracaso, sigue yendo a su pueblo? ¿Por qué hacer el bien a personas que no están dispuestas a aceptarte?", plantea después el Pontífice.
"Es una pregunta que nos hacemos a menudo y al mismo tiempo nos ayuda a entender mejor a Dios", argumentó el Obispo de Roma haciendo hincapié en que "ante nuestras cerrazones, Él no retrocede: no pone frenos a su amor".
También los padres aman a hijos ingratos
Francisco subrayó que podemos ver un reflejo de este gesto de amor, en aquellos padres que son conscientes de la ingratitud de sus hijos, pero que igualmente no dejan de amarlos y hacerles el bien: "Dios es así, pero a un nivel mucho más alto. Y hoy también nos invita a creer en el bien, a no escatimar esfuerzos para hacer el bien", aseveró.
Volviendo al episodio de lo ocurrido en Nazaret, Francisco señala que los paisanos de Jesús "no fueron acogedores"... ·¿Y nosotros lo somos?", plantea el Papa.
Después analiza el caso de dos personajes bíblicos que sí acudieron a Dios, dispuestos a acogerle aunque Dios propusiera cosas desconcertantes.
“Son dos extranjeros: una viuda de Sarepta de Sidón y Naamán, el sirio, enfermo de lepra. Ambos acogieron a los profetas: la primera a Elías, el segundo a Eliseo. Pero no fue una acogida fácil, sino que pasó por pruebas. La viuda acogió a Elías, a pesar de la hambruna y de que el profeta era perseguido (cf. 1 Reyes 17:7-16). Naamán, en cambio, a pesar de ser una persona de altísimo nivel, aceptó la petición del profeta Eliseo, que lo llevó a humillarse, a bañarse siete veces en un río (cf. 2 Re 5,1-14)”
En este contexto, Francisco hizo hincapié en que, tanto la viuda, como Naamán, en definitiva, aceptaron a Jesús a través de la disposición y humildad: "La fe pasa por aquí: disposición y humildad. La viuda y Naamán no rechazaron los caminos de Dios y sus profetas; fueron dóciles, no rígidos y cerrados".
Dios, Jesús y los profetas, pueden resultar inesperados
El Papa considera que Jesús recorre el camino de los profetas: se presenta como no nos lo esperamos. "No lo encuentra quien busca milagros, sensaciones nuevas, una fe hecha de poder y signos externos. Lo encuentra, en cambio, quien acepta sus caminos y sus desafíos, sin quejas, sin sospechas, sin críticas y sin caras largas".
En otras palabras -continuó el Papa- Jesús te pide que lo acojas en la realidad cotidiana que vives; en la Iglesia de hoy, tal como es; en los que están cerca de ti cada día; en la concreción de los necesitados. Ahí está Él, invitándonos a purificarnos en el río de la disposición, y en tantos y saludables baños de humildad.
Finalmente, el Santo Padre invitó a todos a preguntarnos: "¿Nosotros, somos acogedores, o nos parecemos a sus compatriotas, que creían saberlo todo sobre Él?".
"Quizás, después de tantos años como creyentes, pensamos que conocemos bien al Señor, con nuestras propias ideas y juicios", afirmó Francisco, poniendo en guardia sobre el riesgo de que actuando así, "nos acostumbremos a Jesús, nos cerremos a sus novedades, fijos en nuestras posiciones".
"En cambio, el Señor pide una mente abierta y un corazón sencillo", concluyó el Papa pidiendo a la Virgen María, "modelo de humildad y disposición, que nos muestre el camino para acoger a Jesús".