Francia ha hecho público un informe independiente sobre presuntos casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes y personas pertenecientes a la Iglesia. Este hecho ha vuelto a situar en un primer plano una cuestión que atrae siempre a los medios de comunicación. Es necesario que se produzca una reflexión no guiada por los prejuicios, sino surgida a la luz de los hechos:
1. Estos escándalos, que se remontan en cuanto a su divulgación inicial a principios de este siglo, se han prolongado a lo largo de todos estos años y son causa de un daño terrible. Primero sobre los propios afectados, aquellos que vieron sorprendida su inocencia. Pero el daño sobre la propia Iglesia ha sido también grande. Ha multiplicado la desorientación porque en bastantes casos los pastores, por exceso o por defecto, no han estado a la altura, y también porque aquellos grupos que siempre consideran que la solución para el problema eclesial es la de confundirse con el mundo lo han utilizado a fondo. También ha sido y es un tema agradecido para quienes practican por principio una animadversión a la iglesia.
2. Sobre lo sucedido hay que recordar las palabras de Jesús sobre aquellos que escandalicen, de quienes se dice que más les valdría que les atasen una piedra de molino al cuello y los tirasen al mar (Lc 17, 2).
3. Durante muchos años la Iglesia ha actuado sin recurrir a las instancias civiles en casos de presuntos delitos, en parte porque no todo lo que se presentaba como abuso realmente lo era, y en parte porque la Iglesia consideraba que debía resolverlo en su seno. Para ello se han removido sacerdotes de su lugar y han sido enviados a hacer penitencia y a reformarse, pero nunca ha emprendido medidas relacionadas con la intervención de la justicia. Este es el gran cambio que se ha producido en este siglo cuando la propia Iglesia denuncia a los tribunales los casos de los que tiene conocimiento. Hay que entender que históricamente la iglesia se considera a sí misma una sociedad perfecta que no recurre a instancias seculares. De ahí la tendencia a mantenerse todo en el ámbito interno, posibilidad que ya no existe canónicamente porque se ha establecido entre otras obligaciones la de denunciar.
4. A pesar de las cifras que se aportan, el número de sacerdotes involucrados es reducido en relación a la importancia de este fenómeno en la sociedad secular. Hay que recordar que se presentan casos que ocurrieron en los años 50 del siglo pasado, por ejemplo la famosa investigación «Spotlight» de The Boston Globe en 2002 y la película que la inspiró en 2015. Pero el rastro de papel que documenta los patrones de abuso y encubrimiento se remonta a la década de 1950. Fue entonces cuando los obispos estadounidenses comenzaron a referir a los sacerdotes a los centros de tratamiento administrados por la Iglesia, en lugar de denunciar el abuso a las autoridades independientes. Hay que decir que los más numerosos quedan lejos en el tiempo y coinciden con el escenario contracultural que se vivió en los años 60 y 70, que también coincidió con el postconcilio. En estas últimas décadas el número de casos es muy reducido. Cuando se aportan porcentajes sobre el número de sacerdotes afectados, en demasiadas ocasiones se utiliza una relación incorrecta porque se refiere solo al número de sacerdotes que existen en la actualidad, cuando los casos significan una acumulación de 70 años. La comparación real debe establecerse en relación al número de sacerdotes habido a lo largo de este periodo y entonces es cuando se observa que la incidencia es muy baja.
5. El criterio de casos acumulados a lo largo del tiempo es una práctica insólita. No se ha dado en relación a ninguna otra organización ni delito, ya que normalmente lo que interesa a las instancias públicas es castigar aquello que todavía es castigable, y que por tanto no ha prescrito. La única excepción a esta práctica de la acumulación en sentido afirmativo se da solo en los casos de violencia de género, en los que cada vez que se produce un caso se recuerda sistemáticamente el número total acumulado desde el momento que han existido estadísticas. Una pregunta necesaria es por qué este enfoque se aplica solo a estas cuestiones.
6. No existe ninguna otra organización que se haya visto tan acosada en relación a la pedofilia, a pesar de que es público y notorio que es un mal muy extendido en el conjunto de la sociedad, como lo muestra la multiplicación de casos de pornografía infantil, así como la constante lluvia de denuncias individuales sobre personas cuya actividad profesional les mantiene en relación con niños, niñas y jóvenes. Ahora mismo un escándalo de grandes dimensiones se produce en las federaciones de fútbol femenino de Estados Unidos, Venezuela y Australia por graves denuncias de asedio sexual en las que se afirman casos en que la jugadora ha sufrido abusos desde que tenía 14 años por entrenadores, técnicos de la federación. Antes que esto también se han dado multitud de casos en los equipos femeninos de gimnasia que empezaban a trabajar con niñas. A pesar de la sucesión de escándalos de esta naturaleza, nunca las instancias concernidas, federaciones, clubes, los propios gobiernos, han encargado ninguna información independiente como han hecho con la Iglesia, ni han establecido duros protocolos para evitar que se repitan los sucesos como también ha hecho la propia Iglesia.
7. Existe la tendencia de presentar un estereotipo en el que el sacerdote o el religioso es un hombre problematizado con el sexo. Este planteamiento parte de un prejuicio contra el celibato, que para muchos resulta algo incomprensible. Pero es evidente que, como ya se ha apuntado con anterioridad, el número de casos es reducido y no representa, más bien al contrario, una diferencia con los parámetros en que vive nuestra sociedad. Recordemos que en los años 60 y 70 del siglo pasado, la revolución sexual que se inició no veía con malos ojos la relación pedófila entre adultos y niños, sobre todo en el ámbito la cultura homosexual. Recordemos que en el siglo pasado, y hasta que no fue obligada [en 1994] a expulsarla por su propia expulsión como organización consultiva de Naciones Unidas, en la internacional homosexual, la ILGA [International Lesbian, Gay Association], existía una asociación, NAMBLA [North American Man/Boy Love Association], que promovía el “amor” entre jóvenes y adultos. En Holanda existió durante años un partido político que tenía como bandera exactamente esto. Ha sido en la cultura mundana donde en mayor medida se produjo este tipo de manifestaciones, pero la extensión del mal ya es extraordinariamente facilitada por las redes sociales. Todo esto no excusa los delitos cometidos por sacerdotes, sino que los enmarca.
8. Esta cultura mundana hay que relacionarla con el hecho que la inmensa mayoría de las relaciones indebidas, abusos o penetraciones, que se han producido tenían como víctima un niño o un adolescente, y no a una niña o una joven. Es decir, había una clara orientación homoerótica y homosexual en estas prácticas. Y este hecho guarda relación con la época pasada en la que entraron en los seminarios jóvenes que se apartaban de la vida mundana porque internamente su condición sexual les segregaba del comportamiento generalizado de atracción hacia la mujer. Esta evidencia numérica ha sido reiterada en todos los informes pero nunca aflora con claridad en los medios de comunicación porque es políticamente incorrecto y porque establece un tipo de relación que tiene en la homosexualidad la principal característica.
9. El grupo sacerdotal como grupo social, en relación al conjunto de la población, hay que decir que es el grupo de población que presenta un más alto estándar de honestidad en todos sus aspectos. En su seno prácticamente no hay delincuentes y esta es una excepción en relación al conjunto de la sociedad. Este criterio general también se ignora habitualmente.
10. El hecho de que las interpretaciones sobre los datos estén ideológicamente orientadas se manifiesta en parte de los informes hechos por ámbitos independientes, que en muchos casos insisten en la necesidad de terminar con el celibato, sin que este sea un objetivo de estas comisiones. Entran en el seno de las cuestiones eclesiales al mismo tiempo que asumen, sin presentar, las cifras que precisamente señalan la componente homoerótica de los casos, en los que obviamente casarse con una mujer no significaría ninguna solución.
11. No es un dato menor que los informes de comisiones independientes vayan seguidos de importantes reclamaciones económicas. No es posible separar esta cuestión de la proliferación de casos. Esto no significa que exista un afán de lucro, pero sí un incentivo para multiplicar este tipo de reclamaciones. Algunas diócesis, sobre todo de Estados Unidos, se han visto arruinadas por esta causa.
12. Muchos de estos informes presentan sesgos importantes. Si consideramos el último caso, el francés, que el Papa Francisco ha asumido sin ninguna reserva, hay que decir que su metodología es dudosa. Porque si bien el resultado final del informe de la comisión señala que hubo más de 300.000 víctimas desde los años 50, la comisión solo entrevistó a 6.500 personas, para después, según el propio texto detalla, realizar una proyección general basada en datos demográficos. Esto es a todas luces inaceptable. Si se tratara de un simple estudio prospectivo, sí sería razonable. Pero cuando se trata de un escenario donde se dilucidan casos que comportan responsabilidades mediáticas, judiciales y pecuniarias, este enfoque no sería admitido por ningún tribunal ni por ninguna instancia que contemplase la reclamación económica. Por tanto hay que añadir que los datos del informe francés no corresponden a ninguna estadística real, sino que se trata tan solo de una hipótesis proyectiva.
13. Existe una actitud eclesial por parte de algunos obispos y del propio Vaticano excesivamente atemorizada. Pero el temor no es un buen consejero, y menos todavía cuando se trata de levantar la verdad y hacer justicia.
14. La mayoría de estas comisiones se han realizado en los países anglosajones, donde los católicos son importantes pero siguen siendo vistos por parte de la cultura wasp [white, anglo-saxon, protestant], como una anomalía cultural. También en Alemania, que es un país donde coexisten la religión católica y la protestante. Se da por tanto un pre-juicio contra el celibato católico, al cual se responsabiliza sin causa de estos sucesos.
15. La Iglesia es la única gran institución (Benedicto XVI y todavía más Francisco) que ha establecido normas de prevención de actuación posterior. Ni Naciones Unidas, sobre acusaciones sobre su personal de abusos sexuales muy graves, ha establecido medidas parecidas.
16. Un ejemplo evidente de cómo se la trata a la Iglesia de manera distinta al resto de organizaciones e instituciones lo ejemplifica el diario El País, que desde hace tiempo tiene abierta una dirección para que puedan formularse denuncias anónimas contra sacerdotes y religiosos por presuntos casos de abusos sexuales. Si esta práctica se hubiera realizado con cualquier otra instancia profesional o de otro tipo, hace mucho tiempo que El País tendría que haber afrontado una denuncia o querella judicial, pero la Iglesia lo permite.
17. En toda esta dinámica y en la respuesta de la institución eclesial se encuentra a faltar una más clara y decidida defensa de sus sacerdotes. Lo cual no deja de ser un contrasentido y quizás una manifestación más del tumor que los medios de comunicación generan en los dirigentes eclesiales.
Publicado en Forum Libertas.