Esta semana va a pasar por Madrid el obispo auxiliar de Astaná (Kazajistán), Athanasius Schneider, quien habla con soltura el español. El viernes 13 de mayo, a las 19.00 horas, presenta en el Hotel Ilunión Pío XII, junto a los profesores Alberto Bárcena y Javier Barraycoa, la reedición de El liberalismo es pecado, el ensayo de 1884 del sacerdote Félix Sardá y Salvany.
En los últimos años, las intervenciones de monseñor Schneider han alcanzado resonancia mundial porque ha sido de los pocos obispos en activo que han formulado críticas públicas a determinados actos, textos y palabras de Francisco. Ha hecho ejercicio además de la “parresía” que el propio Papa ha elogiado tantas veces como virtud, y cuando ha tenido ocasión de hablar en franquía con su superior, como en la visita ad limina de los obispos kazajos en marzo de 2019, lo ha hecho. Obtuvo entonces una aclaración importante del pontífice al texto del documento de Abu Dabi sobre la fraternidad humana firmado semanas antes por él mismo junto al gran imán de la mezquita de Al Azhar.
"La verdad, aunque duela", es un aforismo que expresa bien la actitud de monseñor Schneider ante la evidencia de que la actualidad de la Iglesia genera confusión entre los católicos. Es consciente de que su obligación de pastor ante sus fieles es personal e intransferible y no puede escudarse en la conveniencia o la elusión.
"Por mi ministerio episcopal, estoy obligado a la defensa de la doctrina universal y de la tradición litúrgica de la Iglesia. En vista de la enorme y evidente crisis de doctrina, de moral y de liturgia en la Iglesia, dentro de la extendida atmósfera de confusión espiritual reinante, consideraría un pecado de omisión el callar", explica él mismo en el extenso libro-entrevista de Diane Montagna publicado en 2020 en español.
Se trata de Christus vincit. El triunfo de Cristo sobre la oscuridad de la época, una excelente oportunidad de conocer a fondo la vida y el pensamiento de este prelado. Nació en 1961 en Kirguistán, en una familia de origen alemán duramente perseguida por los soviéticos -su abuelo fue asesinado por ellos cuando tenía 27 años, dejando viuda de 25 con dos hijos- y fiel y devotamente católica en un ambiente hostil.
De niño llegó a Alemania y uno de los primeros puntos interesantes de su biografía es el choque entre la reverencia eucarística con la que, bajo la persecución comunista, se había mantenido la fe clandestina en su país, y la irreverencia generalizada en la Iglesia centroeuropea durante la debacle postconciliar.
Ahí empezó a formarse en su carácter un instintivo -y luego teológico- rechazo al modernismo, que le llevó a ingresar en 1982 en la Orden de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz (a la que perteneció San Antonio de Padua antes de hacerse franciscano). Tras estudiar en el Angelicum de Roma, fue ordenado sacerdote en 1990 y pasó unos años como religioso en Brasil. Luego volvió a Kazajistán por disposición expresa de Juan Pablo II, para ser director espiritual en el seminario de Karaganda. Benedicto XVI le nombró obispo auxiliar de esa diócesis en 2006 y en 2011 de su sede actual.
Estos elementos biográficos, y otros muy interesantes que van surgiendo en las más de trescientas páginas de Christus vincit, no son el meollo de la obra. Lo importante es que, a través de una entrevista inteligentemente planteada por Montagna y a la que el interpelado responde con elegancia y profundidad, numerosos católicos van a ver más claro en medio de las tinieblas.
Van a poder distinguir, por ejemplo, con la precisión de teólogo que exhibe Schneider, qué hay de verdad -si hay alguna- en eso de que cristianos, judíos y mahometanos adoramos al mismo Dios.
Van a ver recordadas verdades que casi nadie con responsabilidad jerárquica osa ya proclamar: "No podemos cambiar los principios. El primero es que solo la verdad tiene derechos; otro principio es que toda sociedad humana, e incluso sus gobiernos, deben reconocer a Cristo y adorarlo".
Van a leer, por fin con la firma de un obispo, afirmaciones realistas sobre el fenómeno inmigratorio europeo compatibles con el "afecto y respeto" que merecen sus protagonistas: "A los inmigrantes se les usa en gran medida como instrumentos de un proceso políticamente orquestado para la islamización de Europa".
Van a ver proclamadas advertencias necesarias contra las "poderosísimas organizaciones masónicas que actúan entre bastidores para implementar políticamente el nuevo orden mundial, el gobierno mundial único y ateo" con "un claro programa ideológico que es esencialmente ateo, materialista, anticristiano e incluso blasfemo con la imposición totalitaria de los derechos del aborto, el adoctrinamiento homosexual, el mito del cambio climático y la destrucción de las identidades nacionales".
¿Y qué propone monseñor Schneider a la Iglesia hoy? Nada nuevo ni original, porque tiene dos mil años de antigüedad: "Redescubrir lo sobrenatural y darle primacía en la vida de la Iglesia. Hemos de poner de nuevo a Cristo y su Revelación sobrenatural en el centro, porque solo esto puede sanar a toda la Humanidad".
Un "Cristo Eucarístico" cuyo "amor y defensa" deben encabezar el Papa, los obispos y los sacerdotes: "Es un consuelo que los laicos estén ya sentando las bases para esta renovación de la Eucaristía en la Iglesia. Esto es muy bonito y nos da esperanza".