Hace menos de tres meses Mary Higgins Clark, la escritora que vendió más de 100 millones de ejemplares a través de sus 56 novelas, concedió a Catholic News Service su última entrevista. «Soy una escritora que ha resultado ser católica», dijo. Condecorada por la Santa Sede con la Orden de San Gregorio Magno, dama de la Orden de Malta y de la del Santo Sepulcro, esta mujer, de ascendencia irlandesa, fue educada en instituciones católicas del Bronx neoyorquino. Para los que pestañeen con sus tres matrimonios, cabe recordar que enviudó de su primer marido y sus segundas nupcias fueron anuladas por tribunales eclesiásticos.
Mary Higgins Clark, en una presentación y firma de libros en 2018. Foto: Wikipedia.
Pero semejante trayectoria vital y literaria carecería de sentido si su fe no estuviese plasmada en su obra. Por eso en la citada entrevista, Higgins Clark precisó: «No es sorprendente que la fe sea una influencia clave en mis personajes». Hasta el punto de incorporar en El último baile, una de sus últimas novelas, al sacerdote Frank Del Prete, párroco de San Gabriel Arcángel, la iglesia de Saddle River (Nueva Jersey), donde la novelista acudía a Misa en los últimos años. O de introducir una curación milagrosa en la intriga de Mentiras de sangre.
Su literatura no posee la profundidad teológica de un Chesterton o la sobrenaturalidad de Bernanos, si bien es de justicia reconocer que esos toques católicos en una obra tan difundida a lo largo y ancho del planeta han contribuido a alimentar a alguna que otra alma. Descanse en paz Mary Higgins Clark.
Publicado en Alfa y Omega.