Era una noble descendiente del Gran Capitán, y renunció a la alta sociedad por Dios: en breve, beata
La Congregación para las Causas de los Santos ha publicado este martes los decretos aprobados por el Papa entre los que se encuentra el milagro atribuido a la española María Emilia Riquelme y Zayas, fundadora de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, cuyo nombre muestra los dos principales pilares de la congregación.
María Emilia nació en Granada en 1847 y falleció en esta misma ciudad en 1940. Perteneciente a la aristocracia española, lejos de querer ser una Dama de la nobleza siempre quiso entregar su vida a Dios, a la Virgen y servir a los más pobres y necesitados.
Hija de la nobleza española
Descendiente directa del Gran Capitán por parte de madre e hija de un teniente general, y consejero de Estado, desde niña recibió una excelente formación en francés, piano, canto, pintura, equitación o bordado, mientras que era su madre hasta que falleció de cólera la que le enseñó sus primeras oraciones.
María Emilia, de familia aristocrática, quería dedicarse únicamente a servir a los pobres.
Hubo una experiencia que marcó desde niña y para siempre a María Emilia y a su obra apostólica posterior. A los siete años dijo haber visto a la Virgen María con el Niño Jesús en sus brazos. Ya en su juventud consagró privadamente, con un voto de castidad, su virginidad a la Virgen del Carmen.
El deseo de servir a los necesitados
Según recoge la Real Academia de la Historia, debido a los cargos militares de su padre tuvo que cambiar varias veces de domicilio. Allá donde iba reunía a grupos de niños a los que les explicaba la fe católica, les hablaba de la misa, la confesión, el amor a la Virgen...
Estando con su familia en La Coruña fue cuando se decidió a la entrega a Dios en la vida religiosa a lo que su padre se negó en rotundo. Ya en Madrid no le agradaba la vida de la alta sociedad y se dedicaba a visitar a enfermos y pobres.
En Sevilla, esta joven se entregó ya completamente a las obras de caridad: limosnas, pago de estudios eclesiásticos a jóvenes sin recursos, regalo de ajuares a jóvenes casaderas. De hecho, fue el benefactor de Leopoldo Eijo Garay, que a la postre acabaría siendo arzobispo de Madrid.
El nacimiento de la nueva congregación
A la muerte de su padre quiso ingresar en varias congregaciones, pero desistió debido a su frágil salud. Sin embargo, con permiso de la Santa Sede se le concedió poder tener expuesto el Santísimo en su casa. Construyó una capilla en la casa colindante dedicándola a la Inmaculada, y así se fue gestando lo que sería una nueva congregación.
Llamada Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada pronto empezó a tener vocaciones. En 1896 tuvieron lugar las imposiciones de hábitos de las siete primeras novicias y la profesión perpetua de María Emilia Riquelme como Madre Fundadora.
Su huida de España y el regreso a su tierra
Esta religiosa tuvo que experimentar muchas persecuciones en vida pero finalmente Roma le dio toda la razón. Pero ya anciana, con 90 años, tuvo que vivir otro duro episodio. Era 1936 y estalló la guerra civil española. Ella se encontraba en Barcelona. Tuvo que escapar huyendo a Francia, de donde pasó a Pamplona, y unos meses después a la comunidad de Granada.
En 1938, Pío XI aprobó definitivamente los estatutos y poco antes de morir, María Riquelme pidió a sus hijas que rezasen diariamente el Rosario y viviera con “sencillez de corazón y humildad profunda”. En 1940 fallecía tras una vida fecunda en obras.
Actualmente, la congregación que fundó tiene casas en España, Portugal, Brasil, Colombia, Bolivia y Estados Unidos.
El carácter mariano de su obra
“Nuestra dimensión mariana nace de la experiencia de María que tuvo nuestra Fundadora desde su más tierna infancia, es ella quien vive e inculca a todas este amor a la Virgen Inmaculada, la llama Madre, ‘Nuestro Todo después de Dios’”, afirma la congregación.
Además, recuerdan que “María Emilia se pone bajo la protección de María y la considera como la Superiora de la Congregación, ella será su vicaria. Dedica la Casa Madre a María Inmaculada y llama a la Congregación ‘La Pequeña Obra de María’”.
“En María encontramos un modelo excelente de caridad, de perfecta unión con Cristo, de esposa amante que estrechamente unida a su Señor rinde culto al Padre”, decía la fundadora. Por ello, estas religiosas explican que “la Eucaristía y la Inmaculada son dos misterios que se relacionan íntimamente. Las misioneras lo llevamos fuertemente entrelazados en el corazón y queremos hacer vida las palabras de nuestra Fundadora: ‘Todo tu ser entero dáselo a tu Madre Inmaculada, y Ella como suyo se lo ofrecerá a Jesús’”.