Durante su primera visita a España, entre el 31 de octubre y el 9 de noviembre de 1982, Juan Pablo II declaró su admiración por la gesta del Alcázar de Toledo, y mostró su deseo de verla.
En varios momentos de su viaje apostólico, San Juan Pablo II comentó al cardenal Marcelo González Martín (1918-2004) la intensidad con la que fue seguida en Polonia la suerte de los guardias civiles, voluntarios y paisanos cercados en la fortaleza durante dos meses en los inicios de la Guerra Civil española.
Uno de sus defensores, Antonio Rivera, un joven de Acción Católica conocido como El Ángel del Alcázar que murió como consecuencia de las heridas en combate, ha visto completada su causa de beatificación. Miembro de Acción Católica, reiteraba a sus compañeros de trinchera: "Tirad, pero tirad sin odio".
La historia que cautivó en su adolescencia a Karol Wojtyla sucedió tras el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936, cuando el futuro Papa tenía 16 años. Toledo quedó en zona bajo control del Frente Popular. La guarnición de la Guardia Civil, con el coronel José Moscardó al frente, se refugió en el Alcázar de Toledo, fortaleza de origen árabe característica de la Ciudad Imperial, junto a un reducido número de militares, voluntarios y civiles. Con muy pocos víveres y escasa munición, resistieron desde el 21 de julio hasta el 27 de septiembre el cerco de fuerzas muy superiores, que llegaron a destruirlo casi por completo. El hijo del coronel Moscardó fue tomado como rehén en el exterior y se ofreció su vida a cambio de la rendición, a lo que Moscardó se negó. Fueron liberados por una columna al mando del general José Enrique Varela, entrando al día siguiente el general Francisco Franco, pocas fechas antes de ser proclamado jefe del Estado.
El asedio del Alcázar de Toledo fue seguido en todo el mundo día a día, ante la inverosímil resistencia ofrecida, y pasó a estudiarse como modelo de gesta cívico-militar. El propio presidente norteamericano Ronald Reagan expresó en 1981 al entonces ministro de Asuntos Exteriores español, José Pedro Pérez-Llorca, su asombro ante la hazaña.
Muchos católicos en todo el mundo, conocedores de la persecución religiosa que se había desatado en España en la retaguardia frentepopulista, rezaban por la liberación de los asediados. Entre quienes rezaban se encontraba Karol Wojtyla, según expresó él mismo al cardenal Marcelo González Martín durante su visita a España en 1982.
Así lo rememora Santiago Calvo Valencia, canónigo de la catedral de Toledo, en un escrito que recoge este lunes el sacerdote Jorge López Teulón en su blog en Religión en Libertad. Santiago Calvo se lo oyó contar en más de una ocasión a Don Marcelo.
Santiago Calvo Valencia, canónigo de la catedral de Toledo, durante un homenaje a Don Marcelo en 2018, centenario de su nacimiento.
El 4 de noviembre, el cardenal viajaba en helicóptero con Juan Pablo II desde Guadalupe a Toledo, cuando el Papa le dijo: “Ahora, Toledo, l´alcasar de Toledo. ¿Veremos l´alcasar?... En mi país... seguíamos cada día lo que pasaba en l´alcasar y rezábamos para que fueran liberados los que estaban sitiados. Fue un hecho heroico”.
Pero no era la primera vez que Karol Wojtyla mencionaba la cuestión al purpurado español. En el besamanos del 17 de octubre de 1978, nada más ser elegido Papa, el hasta entonces arzobispo de Cracovia le comentó a Don Marcelo que lamentaba no haber podido ir a España antes. Tras ser invitado a hacerlo, añadió: “Y Toledo... L´alcasar de Toledo... ¿Se conserva l´alcasar?” El cardenal primado le explicó que había sido reconstruido tras la guerra.