Los misioneros españoles que murieron por ébola podrían ser beatificados por su «vocación radical»
En 2014, la epidemia del ébola que se desató en África se convirtió en un problema de primera magnitud en todo el mundo debido al rápido contagio que se producía. Aún sabiendo a lo que se exponían, muchos religiosos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, decidieron quedarse atendiendo a los enfermos. Algunos lo pagaron con su vida. Fue el caso por ejemplo de los misioneros españoles Miguel Pajares y Manuel García Viejo, que fallecieron tras contagiarse en Liberia y Sierra Leona, respectivamente, atendiendo a enfermos del virus.
Con la nueva vía de beatificación que ha abierto el Papa con un Motu Proprio, estos misioneros podrían ser santos por “ofrecer su propia vida” por los demás aun sabiendo que ellos podrían morir. Así lo ha afirmado el propio superior de la orden hospitalaria, Jesús Etayo, en una entrevista en Zenit.
La Orden perdió a varios hermanos
Los hermanos y colaboradores de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, muertos en Monrovia (Liberia) y Lunsar (Sierra Leona) atendiendo a los enfermos de la epidemia de ébola, son ahora susceptibles de una apertura del proceso de beatificación.
“En Liberia y su capital Monrovia y en la ciudad de Lunsar, en Sierra Leona, tenemos casas que fueron diezmadas por la epidemia de ébola. En Liberia fallecieron los tres hermanos de la Orden, uno de ellos fue Miguel Pajares, además de una religiosa de la comunidad de las misioneras de la Inmaculada que colaboraba con ellos, más cinco colaboradores. En Lunsa falleció un hermano (García Viejo) y ocho colaboradores. “En total 18 personas que sabían que se estaban exponiendo a la muerte”.
Manuel García Viejo estuvo 30 años en África atendiendo a enfermos pobres
La epidemia en Libera había comenzado unos meses antes. “El primer hermano sabía que podía enfermar pero por así decirlo a él le pilló más desprevenido. Los otros en cambio eran más conscientes del peligro de contagio y antes de morir supieron que tenían el ébola”.
"Samaritanos de la hospitalidad"
Sobre la posibilidad de iniciar un proceso de beatificación, el superior de la Orden señala que “los hemos puesto como ejemplo. Siempre los llamé ‘samaritanos de la hospitalidad’ o ‘profetas de la hospitalidad’, porque más allá de la posibilidad de un proceso de beatificación, fueron para nosotros un testimonio muy fuerte”.
De este modo, recuerda que “muchos se podrían haber ido de estos países, en particular los que eran europeos, y los otros a algún lugar donde no había ébola”. Sin embargo, todos ellos “decidieron quedarse con la gente”.
Etayo cuenta cómo cuando los hermanos se contagiaron “tuvimos que cerrar hospitales” porque eran peligrosos por ser focos de infección. Pero a pesar de ello no cesaron en su labor, recuerda, y “los hermanos de Sierra Leona iban de casa en casa a llevar comida a la gente que estaba en cuarentena”.
"Vocación radical"
“No se trata solamente de un discurso bonito. Tenemos una vocación radical en el sentido de la misión, en particular por nuestro cuarto voto de hospitalidad, debiendo respetarlo incluso con peligro de la propia vida. Es una manera de testificar que la vida religiosa es un proyecto serio que a veces conlleva a la muerte”.
Miguel Pajares fue repatriado a España desde Liberia y finalmente murió en Madrid por la enfermedad
La vía de la beatificación
Siguiendo con la posible beatificación, el hermano Jesús señala que “al principio como no estaba dentro de los casos, no lo habíamos pensado”, si bien como superior pidió que recogieran “al menos lo que ha sucedido, que se escriba sobre sus personas y sus vidas, para que sirvan de testimonio”.
“Ahora con este decreto hablando con el postulador me decía que ellos tienen previsto un encuentro en la Congregación de la causa de los santos para tener un mayor conocimiento, entonces sabremos si es posible, o cómo se haría”.
El superior señala que “los religiosos entre hermanos y algunos sacerdotes somos unos 1.100. Estamos en 55 países, con más de 400 centros de servicios, sanitarios, sociosanitarios y sociales. Nos ocupamos de personas enfermas y necesitadas. Desde hospitales tecnificados y muy grandes a pequeños centros para migrantes, para personas con adicciones, enfermos mentales, discapacitados físicos y psíquicos y las cárceles. Nuestra familia hospitalaria de San Juan de Dios incluye a unos 60 mil dependientes y unos 20 mil voluntarios”.
Con la nueva vía de beatificación que ha abierto el Papa con un Motu Proprio, estos misioneros podrían ser santos por “ofrecer su propia vida” por los demás aun sabiendo que ellos podrían morir. Así lo ha afirmado el propio superior de la orden hospitalaria, Jesús Etayo, en una entrevista en Zenit.
La Orden perdió a varios hermanos
Los hermanos y colaboradores de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, muertos en Monrovia (Liberia) y Lunsar (Sierra Leona) atendiendo a los enfermos de la epidemia de ébola, son ahora susceptibles de una apertura del proceso de beatificación.
“En Liberia y su capital Monrovia y en la ciudad de Lunsar, en Sierra Leona, tenemos casas que fueron diezmadas por la epidemia de ébola. En Liberia fallecieron los tres hermanos de la Orden, uno de ellos fue Miguel Pajares, además de una religiosa de la comunidad de las misioneras de la Inmaculada que colaboraba con ellos, más cinco colaboradores. En Lunsa falleció un hermano (García Viejo) y ocho colaboradores. “En total 18 personas que sabían que se estaban exponiendo a la muerte”.
Manuel García Viejo estuvo 30 años en África atendiendo a enfermos pobres
La epidemia en Libera había comenzado unos meses antes. “El primer hermano sabía que podía enfermar pero por así decirlo a él le pilló más desprevenido. Los otros en cambio eran más conscientes del peligro de contagio y antes de morir supieron que tenían el ébola”.
"Samaritanos de la hospitalidad"
Sobre la posibilidad de iniciar un proceso de beatificación, el superior de la Orden señala que “los hemos puesto como ejemplo. Siempre los llamé ‘samaritanos de la hospitalidad’ o ‘profetas de la hospitalidad’, porque más allá de la posibilidad de un proceso de beatificación, fueron para nosotros un testimonio muy fuerte”.
De este modo, recuerda que “muchos se podrían haber ido de estos países, en particular los que eran europeos, y los otros a algún lugar donde no había ébola”. Sin embargo, todos ellos “decidieron quedarse con la gente”.
Etayo cuenta cómo cuando los hermanos se contagiaron “tuvimos que cerrar hospitales” porque eran peligrosos por ser focos de infección. Pero a pesar de ello no cesaron en su labor, recuerda, y “los hermanos de Sierra Leona iban de casa en casa a llevar comida a la gente que estaba en cuarentena”.
"Vocación radical"
“No se trata solamente de un discurso bonito. Tenemos una vocación radical en el sentido de la misión, en particular por nuestro cuarto voto de hospitalidad, debiendo respetarlo incluso con peligro de la propia vida. Es una manera de testificar que la vida religiosa es un proyecto serio que a veces conlleva a la muerte”.
Miguel Pajares fue repatriado a España desde Liberia y finalmente murió en Madrid por la enfermedad
La vía de la beatificación
Siguiendo con la posible beatificación, el hermano Jesús señala que “al principio como no estaba dentro de los casos, no lo habíamos pensado”, si bien como superior pidió que recogieran “al menos lo que ha sucedido, que se escriba sobre sus personas y sus vidas, para que sirvan de testimonio”.
“Ahora con este decreto hablando con el postulador me decía que ellos tienen previsto un encuentro en la Congregación de la causa de los santos para tener un mayor conocimiento, entonces sabremos si es posible, o cómo se haría”.
El superior señala que “los religiosos entre hermanos y algunos sacerdotes somos unos 1.100. Estamos en 55 países, con más de 400 centros de servicios, sanitarios, sociosanitarios y sociales. Nos ocupamos de personas enfermas y necesitadas. Desde hospitales tecnificados y muy grandes a pequeños centros para migrantes, para personas con adicciones, enfermos mentales, discapacitados físicos y psíquicos y las cárceles. Nuestra familia hospitalaria de San Juan de Dios incluye a unos 60 mil dependientes y unos 20 mil voluntarios”.
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