El sábado 22 de octubre, fiesta de san Juan Pablo II -devoto de la Virgen del Perpetuo Socorro y buen conocedor de los redentoristas-, tuvo lugar la ceremonia de beatificación de 12 redentoristas martirizados en Madrid durante la persecución antirreligiosa de 1936.
Eran religiosos que en esa fecha vivían en las comunidades redentoristas del Santuario del Perpetuo Socorro en Chamberí, y la Basílica de San Miguel en La Latina. El grupo se conoce como el de Vicente Renuncio Toribio y sus once compañeros mártires.
Los mataron en Madrid, pero casi todos eran navarros, vascos o castellanos.
Presidió la ceremonia en la madrileña catedral de la Almudena el cardenal Marcello Semeraro, como prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos.
“Sucedió aquí mismo, en Madrid, donde la lucha contra la Iglesia fue especialmente sangrienta”, dijo el cardenal italiano.
En su homilía, inspirado por el texto de 2 Corintiso 4, 8-10, destacó que estos mártires se vieron “atribulados, pero no aplastados; apurados, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; privados, pero no aniquilados”, y llevaron “siempre” a todas partes el Cuerpo de Jesús y su vida. “La vida del Crucificado resucitado está en el cristiano”, insistió el cardenal. “Lo que es muerte se convierte en nosotros en vida”, afirmó, refiriéndose a la fecundidad del cristiano que da la vida por Cristo.
Los mártires, con su ejemplo, dijo, dan un mensaje de confianza total en Dios, y de intimidad con Jesús crucificado y resucitado con nosotros.
“La fe radical en Dios, que es nuestro Padre, y la solidaridad absoluta con su Hijo Jesucristo: éstas son las coordenadas que, por sí solas, pueden guiarnos, incluso cuando nos encontramos en medio de los miedos y chantajes humanos”, subraya el Prefecto.
“Por supuesto, añade, a pesar de esto, el pájaro cae al suelo y el discípulo es condenado a muerte. Este escándalo, que durará hasta el final de la historia, sólo podemos superarlo con la certeza de la fe, que un salmo expresa con estas palabras: «Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo» (Salmo 23[22],4).
Compromiso con la reconciliación
Al final de la ceremonia, en nombre de la Congregación del Santísimo Redentor, el superior provincial de España, Francisco Javier Caballero, ha expresado que “estos doce nuevos beatos son la expresión clara del compromiso misionero con la reconciliación, con el encuentro” de los hijos de san Alfonso María de Ligorio. El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, por su parte, destacó “la cercanía de unos hombres que fruto de su fe, de su adhesión Cristo y a su Iglesia, dieron la vida”.
Como detalla el sacerdote e historiador Jorge López Teulón, 3 de estos 12 mártires beatos descansan en las capillas de la basílica del Valle de los Caídos, que así acogen ya a 69 mártires beatificados y 44 Siervos de Dios.
La fase diocesana del proceso de beatificación se abrió en septiembre de 2006, y concluyó en noviembre de 2007. El 24 de abril de 2021, el Santo Padre autorizó la aprobación del decreto de su martirio.
El domingo el Papa recordó a estos mártires
El domingo, en el rezo del Ángelus, el Papa Francisco mencionó a estos mártires desde la ventana del Palacio apostólico.
«Ayer en Madrid fueron beatificados Vicente Renuncio Toribio y otros once compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor, asesinados por odio a la fe en 1936 en España. Que el ejemplo de estos testimonios de Cristo, hasta verter su sangre, nos anime a ser coherentes y valientes y que su intercesión apoye a todos aquellos a quienes les cuesta hoy sembrar el Evangelio en el mundo», añadió. Y pidió un aplauso para "los nuevos beatos".
Los 12 mártires redentoristas asesinados en Madrid entre julio y noviembre de 1936.
Algunos datos sobre los mártires
El padre Vicente Renuncio Toribio, de Villayuda (Burgos), al inicio de la persecución se refugió en casa de familias amigas. Detenido el 17 de septiembre, permaneció en prisión hasta el 7 de noviembre, fecha en la que fue asesinado. Al salir de su celda se le oyó exclamar: "Ofrezco mi vida por mis hermanos en España, por toda la congregación y por la desdichada España".
El padre Crescencio Severo Ortiz Bianco, de Pamplona, el padre Ángel Martínez Miquélez, de Funes (Navarra) y el hermano Bernardo (Gabriel) Saiz Gutiérrez, cocinero, fueron apresados y ejecutados juntos. Llegaron a principios de julio a San Miguel Arcángel. El 20 de julio, cuando salieron a la calle buscando un refugio más seguro, fueron capturados por milicianos al grito de "¡A por ellos, que son fascistas!". Ellos respondieron: "No somos fascistas, somos religiosos redentoristas".
El Hermano Nicesio Pérez del Palomar Quincoces, de Tuesta (Álava), fue carpintero, horticultor, apicultor, albañil y director de carpintería. Ya con 77 años y casi ciego, junto con hermano Gregorio Zugasti Fernández de Esquide, buscó la hospitalidad de familias amigas. Capturado la tarde del 14 de agosto de 1936, fue asesinado dos días después. El hermano Gregorio era de Murillo de Yerri (Navarra), trabajaba en la editorial. Con 52 años, quizá hubiera podido huir de los milicianos, pero no quiso abandonar al anciano casi ciego.
El Hermano Aniceto Lizasoain Lizaso, de Irañeta (Navarra), fue sacristán, portero y tesorero. Se había escondido con amigos y luego en una pensión, pero alguien le denunció y el 18 de agosto de 1936 fue capturado y asesinado.
El padre José María Urruchi Ortiz, de Miranda de Ebro (Burgos), y el Hermano José Joaquín (Pascual) Erviti Insausti, de Imotz (Navarra), se escondían con una familia amiga, pero unos milicianos registraron el lugar el 22 de agosto y les asesinaron esa misma noche.
El padre Antonio Girón González, de Ponferrada (León), fue profesor y formador. Se refugió primero en una casa particular, después en un convento de religiosos y, finalmente, en un hospicio. Fue descubierto y apresado por los milicianos, que lo asesinaron el 30 de agosto de 1936.
El padre Donato Jiménez Viviano, de Alaejos (Valladolid), fue superior en varias comunidades. Desde el 23 de junio de 1936 se escondía en familias amigas. Capturado el 13 de septiembre, fue encarcelado y asesinado, probablemente la noche del 17 de septiembre de 1936.
El hermano Rafael (Máximo) Perea Pinedo, de Villalba de Losa (Burgos), fue portero, sacristán, ecónomo y cocinero. Desde el 20 de julio se escondió entre familiares y amigos y en una pensión. Fue el que tardaron más en localizar, más de tres meses: el 2 de noviembre fue capturado y asesinado.
En este vídeo el P. Antonio Marazzo, postulador de los redentoristas, da detalles sobre la vida de los mártires.
En este otro vídeo, distinto, la ceremonia de los mártires en la catedral de la Almudena.