Walker Larson y su mujer han sido uno de los muchos matrimonios en el mundo que han sufrido el problema de la infertilidad. Y tras años de grandes deseos de ser padres y no conseguirlo se encomendaron a la Virgen, que les respondió bajo la advocación de Nuestra Señora de La Leche.

La descubrieron en una pequeña y antigua capilla en la ciudad de San Agustín, en la Florida conquistada por los españoles. Este pequeño santuario, el primero de Estados Unidos, fue elevado en 2019 a la categoría de “santuario nacional” por parte del episcopado. Pedro Menéndez de Avilés fundó en 1587 esta ciudad, la comunidad católica más antigua en Estados Unidos. San Agustín de la Florida es también la ciudad con población constante más antigua del país.

Es probable que el lugar donde está el actual santuario, o al menos sus alrededores, hayan sido el lugar de devoción mariana continuada más antiguo del país. La diócesis de San Agustín asegura que se trata del santuario mariano más antiguo en Estados Unidos. La ciudad se fundó, por motivos militares (combatir contra piratas franceses) con su misa de acción de gracias y dedicación, la primera de Estados Unidos. La Misión Nombre de Dios, junto a ella, se fundó 22 años más tarde, por franciscanos, con su primera misa en 1565. Y se dedicó una capillita a Nuestra Señora de La Leche en 1609.

En un testimonio relatado en Crisis Magazine, Walker Larson relata su experiencia sobre este santuario de Nuestra Señora de la Leche y cómo ahora su mujer está embarazada gracias a la intercesión de María.

No tener hijos cuando uno los anhela es una dura prueba para los esposos. “Aunque sabíamos de personas que habían concebido después de un año sentimos el peso de esa etiqueta cuando pasó nuestro primer aniversario sin un bebé. Empezamos a probar varios tratamientos menores, particularmente para ayudar a regular los ciclos de mi esposa, pero sin éxito. Hubo muchas lágrimas, muchos intentos incómodos de consolar a mi esposa”, relata.

El arzobispo de Madrid, el cardenal Osoro, fue el enviado del Papa para el 150 aniversario de la diócesis de San Agustín y para la esperada coronación canónica de Nuestra Señora de La Leche.

El tiempo pasaba y los niños no venían. “Por supuesto, rezamos todos los días. Ofrecimos penitencias y novenas. Pero cuanto más rezamos, más nos desanimamos. Y debido a mi fe débil, a veces comencé a desconfiar del plan de Dios”, agrega este escritor y profesor.

Y entonces oyó hablar por primera vez del santuario de Nuestra Señora de la Leche en Florida. Walker recuerda que en una conversación casual con un sacerdote que conocía éste le habló de aquel lugar, cuya devoción habían traído a América los exploradores españoles en el siglo XVI. Poco tiempo después otro sacerdote le confirmó que varios feligreses suyos habían visitado este templo situado en San Agustín y sus oraciones habían sido respondidas.

“Con la esperanza surgiendo dentro de nosotros, comenzamos a planear un viaje al santuario. Nuestra Señora se había apiadado allí de muchas parejas, según las palabras de estos sacerdotes y relatos que leí en internet. Tal vez ella también se apiadaría de nosotros, aunque yo me preguntaba si tenía suficiente fe o los motivos apropiados para merecer ser escuchado”, cuenta este hombre.

Su hogar se encontraba a más de 2.200 kilómetros de este santuario de Florida, una distancia similar a la que hay entre Madrid y Berlín. Pero decidieron lanzarse hasta este santuario situado en la primera ciudad creada en Estados Unidos.

El pasado 21 de octubre el matrimonio llegó allí. Allí, un hombre mayor de nombre Dale les hizo de guía: “Nos habló de la fundación de este lugar, cómo los españoles zarparon de España, enviados por el rey Felipe II, sin saber de la temporada de huracanes del Atlántico Occidental. Como resultado, la mayor parte de la expedición pereció en el camino. Cuando los supervivientes harapientos y devastados por la tormenta finalmente llegaron a la costa, justo en este lugar, inmediatamente veneraron la cruz y luego ofrecieron una Misa de acción de gracias, probablemente la primera misa ofrecida en lo que se convertiría en Estados Unidos. Nuestra Señora los había hecho pasar. Ella había sido su Estrella del Mar, Stella Maris, su guía segura, en el más literal de los sentidos, brindándoles la travesía sobre aguas traicioneras”.

Por otro lado, el guía también les relató los orígenes de esta devoción que los españoles trasladaron a América.

Walker lo cuenta así:

»Algunos años antes de la llegada al Nuevo Mundo, un campesino español tenía una pesada cruz. Su esposa estaba embarazada, pero las complicaciones del embarazo provocaron que tanto ella como el bebé iban a morir. Agobiado por su dolor, el hombre estaba caminando un día cuando se encontró con un grupo de niños que lanzaban un objeto de un lado a otro como parte de un juego. Al acercarse, se dio cuenta de que era una estatua.

» Se lo quitó a los muchachos y su trato irrespetuoso y vio que era una imagen de Nuestra Señora sentada y amamantando al niño Jesús. Se lo llevó a casa y comenzó a reza ante la imagen, pidiendo un parto seguro para su esposa y su bebé. 

» Sus oraciones fueron contestadas milagrosamente y la noticia de este milagro comenzó a difundirse. Pronto, la devoción a la imagen de ‘Nuestra Señora de la Leche’ se extendió por toda España, y después por el nuevo mundo”.

Oración desde el corazón en el santuario

Posteriormente, el matrimonio ya entró en el templo donde rezaron a la Virgen para que intercediera por ellos. “Aunque la imagen permaneció inmóvil, supe que Nuestra Señora nos miraba desde el Cielo, que nos escuchaba con mucho cuidado y atención. Y rezamos con el corazón”, recuerda.

Pasaron el resto del día en San Agustín y hallaron la paz en su corazón que tanto necesitaban. “Incluso si la Virgen no nos da un bebé me alegro de haber venido”, le dijo su esposa tomando fuertemente su mano. “Sí, ha valido la pena honrarla en su santuario”, respondió Walker.

De este modo, este esposo confiesa que tras su viaje a Florida sintió que estaba “conectado con ese grupo andrajoso de valientes colonos y misioneros españoles que llegaron al Nuevo Mundo, e incluso con ese pobre hombre en España que había encontrado la imagen. Compartí algo con ellos. Eran mis hermanos, porque teníamos una Madre común”.

En su caso el milagro físico sí se ha dado. Su mujer está embarazada y se enteraron precisamente el día de la Anunciación. Ahora una estatua de la Virgen amamantando a Jesús que trajeron del santuario vela en su hogar por ella y por el pequeño bebé que lleva en su seno.

“La respuesta a nuestras oraciones, incluso las más extravagantes, e incluso de manera milagrosa o semimilagrosa, no está reservada solo a los santos, como a veces he pensado. Es para ti y para mí y para todos los pobres pecadores que creen que María es su madre y la Estrella del Mar, que guía a sus hijos a través de la tormenta”, concluye Walker Larson.

Publicado originariamente en Cari Filii News.