La Biblia es un libro inspirado por Dios a autores humanos que escriben con su personalidad propia y en un contexto histórico, cultural y literario determinado. Estudiar y conocer esa personalidad y ese contexto es relevante para entender la Palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras, una de las fuentes de la Revelación (la otra es la Tradición). Y Jesucristo fundó la Iglesia Católica como custodia de la Revelación, con la autoridad del Papa como garante de la interpretación correcta de la Biblia.
La visión del Corán que tienen los musulmanes sobre el Corán nada tiene que ver con esto. Desde el siglo IX se asentó entre ellos la idea de que el Corán preexiste a la historia, está más allá del tiempo y es directamente obra divina: desciende de los cielos a Mahoma, quien lo recibe de manos del ángel Gabriel. Y no hay una autoridad llamada a interpretar verazmente los pasajes dudosos.
Frente a esta idea del Corán se alza lo que treinta especialistas han denominado El Corán de los historiadores, una obra colectiva en tres volúmenes que estudia el libro sagrado del islam como un objeto histórico, esto es, su formación, composición y canon, su entorno geográfico y lingüístico, los hechos arqueológicos y etnográficos que lo enmarcan, etc.
La revista La Nef, en su número 335 (abril de 2021), consagra un dossier a este libro, por su importancia científica y sociológica. Entre los artículos que lo conforman figura una entrevista de Annie Laurent a Rémi Brague, experto en filosofía medieval cristiana, árabe y judía, quien define el trabajo realizado como "un avance espectacular":
-El Corán de los historiadores ¿inaugura un giro "histórico" (sin juego de palabras) en el conocimiento general del inicio y la consolidación de la religión musulmana?
-Lo primero de todo, me quito el sombrero ante el trabajo de estos maestros, Mohammad Ali Amir-Moezzi y Guillaume Dye (que hizo su doctorado conmigo, pero en un campo complemente distinto). El primer tomo de esta obra inmensa contiene estudios muy valiosos sobre el contexto histórico, político y religioso del Corán, totalmente actuales en lo que se refiere a los descubrimientos y teorías recientes. Movilizan todas las ciencias auxiliares de la historia como la epigrafía, la papirología, la numismática, etc. Los otros dos tomos contienen un comentario que sigue, sura tras sura, el orden tradicional. Como en todo trabajo colectivo, hay cosas excelentes y cosas que lo son menos. A veces nos quedamos con ganas de más, sobre todo con relación a detalles propiamente históricos.
»Es el caso del versículo 3, 75, en el que se menciona el dinar como algo evidente. Ahora bien, esta moneda de oro fue introducida por el califa omeya (marwanida) Abd el-Malik sesenta años después de la muerte de Mahoma. O del 37, 137-138, en el que se dice que aquellos a los que está dirigido el Corán deben pasar "mañana y noche" delante de las ruinas de Sodoma, detalla concreciones geológicas situadas al sur del mar Muerto, a 800 km de Medina. Esperábamos aquí una discusión, que el comentario no proporciona.
»¿Se trata de un cambio decisivo? Es demasiado pronto para decirlo. Veremos cómo es acogido. Sin embargo, no deja de ser un avance espectacular. Con él, el mundo francófono se recupera de su atraso respecto al mundo anglosajón y alemán.
-En su opinión, este trabajo ¿servirá para que las autoridades religiosas del islam promuevan un auténtico enfoque científico de sus textos sagrados?
-¿Qué autoridades religiosas del islam? Solo hay autoridades de hecho, pero ningún magisterio que defina y defienda el dogma. Se supone que la autoridad se basa en el consenso unánime de los creyentes, lo que hace que un cambio sea, paradójicamente, más difícil que si el islam hablara con una sola voz.
»Los musulmanes no tienen nada contra el estudio concreto del vocabulario y los métodos retóricos del Corán. Pero la cuestión decisiva, la de su autor, es harto delicada. Para el islam, el autor es Dios y no un hombre y menos aún, una serie de autores sucesivos. Es difícil imaginar un islam que admita el origen puramente humano del Corán.
-Un número nada despreciable de sabios musulmanes hablan de la "crisis de conciencia" que tiene la umma [comunidad de los creyentes] actualmente. ¿Es una situación sin salida?
-No sé en qué consiste esta crisis de conciencia, ni quién la tiene, porque las opiniones difieren mucho entre los miembros de la umma. Es verdad que el islam fue sacudido por la derrota otomana tras el sitio de Viena, el avance ruso en Asia central, la expedición de Egipto y, por último, las colonizaciones europeas.
»En cuanto a las causas de la debilidad del mundo musulmán, sus intelectuales empezaron a preguntarse sobre ello mucho antes del siglo XX. Primero adujeron causas militares, por lo que adoptaron la balística europea. Pero Jamal ed-Din el Afghani [nacido en Irán (1839-1897), se movió entre el chiismo y el sunismo, y fue unos de los tres principales impulsores del reformismo musulmán], en su famosa respuesta a Renan, reconoce la responsabilidad del propio islam; por supuesto, solo en la versión francesa de su texto y no en la versión persa, táctica del doble lenguaje que otros han adoptado a partir de entonces. En lo que atañe al futuro, Dios solo sabe lo qué pasará.
Rémi Brague, de 73 años, es profesor emérito de Filosofía Medieval en la Sorbona de París y uno de los impulsores de la Federación Europea One of Us, provida y profamilia. Imagen: Nueva Revista.
-Nuestros dirigentes han anunciado su deseo de promover la aparición de un "islam de la Ilustración". En su opinión, ¿esta intención es legítima y realizable? Si su respuesta es afirmativa, ¿bajo qué condiciones?
-"La Ilustración" es la vaca sagrada de Occidente, que debería observar más de cerca cómo cristalizó en el siglo XVIII... El espíritu de la Ilustración definido por Kant -salir de la tutela, el trabajo de pensar por uno mismo- es otra cosa, que no puede más que aprobarse. El eslogan "islam de la Ilustración" es un bonito proyecto lanzado en 2004 por Malek Chebel. Podemos vender todo tipo de productos bajo este lema... o buscar en el pasado de las sociedades islamizadas las prefiguraciones de lo que deseamos para el futuro. Los historiadores suelen ser bastante reservados sobre este pasado idealizado. Como hipótesis, nos podemos preguntar si este islam ilustrado -suponiendo que sea posible- podría surgir del interior mismo del islam y sus intelectuales.
»¿Tienen derecho nuestros dirigentes a inmiscuirse? Sería tomar partido por una determinada tendencia dentro de los ámbitos musulmanes, apoyando probablemente a los menos violentos, los más pacientes, pero también dispuestos a imponer a largo plazo una forma de sharía como la de quienes perpetran los atentados que nos aterrorizan.
-¿Es legítimo establecer un paralelismo con la actitud de la Iglesia? Se dice que los católicos esperaron hasta el inicio del siglo XX, con el dominico Joseph-Marie Lagrange, fundador de la Escuela Bíblica de Jerusalén, para legitimar el recurso a los métodos histórico-críticos sobre la Biblia y su estudio racional.
-Este paralelismo es exacto solo en parte. El estudio científico de los textos sagrados empezó muy pronto, con los recursos intelectuales que habían sido forjados a partir de la época helenística para Homero.
»Orígenes (184-253), con sus Hexapla, comparó el texto judío del Antiguo Testamento con las traducciones griegas que tenía a su disposición. San Jerónimo (374-420) aprendió el hebreo para traducir la Biblia en latín. Erasmo (1466-1536) realizó una edición crítica del Nuevo Testamento. Los dominicos de la Escuela Bíblica hicieron un trabajo admirable. En la encíclica Divino afflante spiritu (1943), Pío XII admitió, entre otras cosas, que ciertos relatos bíblicos podrían ser leídos como parábolas, no como historia.
»Sin embargo, subsiste una cuestión de fondo: para el islam, el Corán fue dictado por Dios y transmitido a Mahoma sin añadir ni quitar nada. Por consiguiente, solo es posible tocarlo con mano temblorosa.
»Para el cristianismo, la Palabra de Dios no es un libro, sino el Verbo Encarnado en Jesucristo. Los textos que cuentan la historia de Israel y su culminación en Jesús son obra de hombres inspirados, pero falibles. Todo lo que dicen desde un punto de vista cronológico, cosmológico, etc., puede contener errores o ficciones.
-¿No es sorprendente que desde la aparición del islam en el siglo VII la Iglesia católica no tenga una enseñanza magisterial explícita sobre la naturaleza de esta religión y su lugar en el plan de salvación de Dios? ¿Cómo se entiende esta laguna?
-No es fácil clasificar el islam en las categorías preexistentes. Un profeta que viene después de Cristo es algo impensable para un teólogo cristiano. El islam no es politeísta, menos aún idólatra. No es ni un tipo de judaísmo, ni una herejía cristiana, como decía San Juan Damasceno. Se parece a un paganismo monoteísta, sin la noción de alianza, fundamental en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
»Se acerca al monoteísmo de los filósofos neoplatónicos de la Antigüedad tardía. Basta con leer la breve sura 112, una de las dos, con la primera (Fatiha), que casi todos los musulmanes saben de memoria [Dice: "¡Él, Dios, es Uno! ¡Dios! ¡El impenetrable! ¡Él no engendra; no es engendrado; nada es igual a Él!"]. Casi podríamos creer que es una traducción del griego de Filón de Alejandría [De la creación del mundo, 100] o de autores neopitagóricos latinos y griegos posteriores.
»¿El lugar del islam en el plan de salvación? ¿Por qué la Iglesia debería imponerle uno? Es una religión poscristiana entre otras muchas que retoma a su manera ciertos elementos del cristianismo, como hace, por ejemplo, la religión de los mormones.
»La teología islámica asigna un lugar al cristianismo (tal como lo entiende), o más bien a Jesús, profeta y precursor de Mahoma. Está obligada a hacerlo porque el cristianismo precede al islam. Necesita, por tanto, "colocarlo en su sitio", en todos los sentidos de la expresión. Pero ¿cómo darle un lugar en la historia de la salvación a una religión que viene después de su cumplimiento en Cristo?
»En cambio, sobre la naturaleza del islam, la Iglesia podría muy bien pronunciarse para ayudar a los fieles a discernir y salir de la confusión. La famosa declaración del Vaticano II, Nostra Aetate, a la que se hace referencia a menudo, no habla para nada del islam, sino solo de los musulmanes. La Iglesia los respeta como respeta a todos los hombres, ni más ni menos.
(Traducido del francés por Elena Faccia Serrano)