El Club de los Milagros es una película peculiar, muy humana, una tragicomedia sobre cuatro mujeres irlandesas que en 1967 acuden en peregrinación al santuario de Lourdes.
La película se inicia con escenas de humor familiar, de maridos inútiles en casa y de festival parroquial. Pero la historia avanza, se irán revelando heridas del pasado, graves y dañinas. Hay muertes antiguas y recientes de trasfondo. Todas las peregrinas tendrán que decidir cómo gestionar el pasado y quién recurrirá al perdón.
Lo dice el párroco al poco de empezar el viaje: "algunos no van a Lourdes a por curaciones, sino por reconciliación".
Muere una amiga, viene su hija tras 40 años fuera
La película empieza y termina en el mismo lugar: muros derruidos al lado del mar. Son símbolo de las protecciones erróneas que intentaron bloquear la inmensidad de la vida y el amor. Una anciana recuerda a su hijo, ahogado en 1927. Han pasado 40 años, acaba de morir su amiga, ha vuelto a Irlanda la hija de ella, para el funeral.
Maggie Smith, en El Club de los Milagros es una anciana que recuerda a su hijo fallecido en el mar... pero hay una historia detrás.
"Tu madre era una santa", le dicen. Quizá hacia el final, pero dejó daños antes. Ha escrito una carta a su hija: "Siento lo que hice y dije". Ella misma define el tema de la película: "dolor y orgullo".
Varias viajeras están de verdad ilusionadas con ir a Lourdes. Para alguna es su primer viaje a cualquier sitio, sin hijos o marido. En realidad, nadie gana por azar ni habilidad su viaje a Lourdes: cada peregrina recibe su billete por la generosidad de otros.
Así, la película se construye, sobre todo, con el magnífico trabajo de todas las actrices: Maggie Smith (recientemente fallecida, la vieja dama de Downton Abbey y profesora en Hogwarts), Laura Linney, Kathy Bates, [Smith, Linney y Bates tienen Oscar], Agnes O´Casey y el actor Stephen Rea. Con textos breves, son capaces de conmover y emocionar a todos.
Colores chillones sobre fondo gris
Es una época curiosa: 1967, con sus minifaldas y estampados psicodélicos. Aún no ha llegado la revolución sexual, Irlanda aún es muy católica, pero incluso los pobres tienen ya televisión. Los católicos, por supuesto, han visto la película La canción de Bernadette, de 1943, que recomiendan, como en un homenaje inevitable.
Las peregrinas en Lourdes: el color amarillo anuncia que llega algo nuevo sobre el fondo de lo antiguo. Pero sin pasar por la roca y el agua, no habrá vida nueva.
Irlanda se nos muestra como de color gris y de verde apagado (aunque con rachas de sol). Las mujeres, en cambio, llevan abrigos y gorros amarillo chillón y rosa chicle. Es una declaración visual del filme: quizá la vida es gris y dura, pero puedes vivirla con color.
Lourdes es agua y roca, y esos son los temas visuales una y otra vez. La roca es el corazón endurecido por orgullo y rencores, el agua tiene que lograr permearla. Las imágenes de las piscinas de Lourdes son hermosas, delicadas, detalladas. Implica un desnudarse ante la verdad, cubrirse de la tela blanca, deseo de pureza, sumergirse para nacer de nuevo, acompañado de los voluntarios que rezan avemarías junto al peregrino. Ni en películas documentales se ha mostrado con tanta potencia visual.
Un cura cercano, unos parroquianos que se apoyan
El cura es un personaje positivo, visita las casas de sus feligreses y sabe donde viven. No se mete donde no le llaman, pero está cerca y disponible. Sabe hacer callar a las mujeres que empiezan a hacerse daño con lenguas envenenadas. La comunidad parroquial tampoco sale mal parada: los parroquianos se conocen y apoyan unos a otros.
Las voluntarias de Lourdes son pacientes, razonables, amables y prácticas, y desmantelan bulos de milagros. También se ríen de los hombres quejosos del agua fría.
En Lourdes, las peregrinas hablan de Jesús enfrentándose a los mercaderes ante el almacén de souvenirs de su hotel. En realidad, sin embargo, no parece que nadie haga grandes negocios. ¡Las viajeras incluso han de compartir cama!
Pero las peregrinas, tanto las parroquianas como las alejadas de la Iglesia, no tienen un Dios cercano. Todas sienten que Dios les castiga, porque saben que han hecho mal. Las mujeres hablan del aborto en sus vidas, en una época que es no sólo ilegal, sino inmoral e impensable. "Voy a hablar con el cura", dice una. "No, hablemos entre nosotras". El cura habría aportado más claridad y el consuelo sacramental, aquí queda solo el consuelo de compartir los miedos. Hablar ayuda, pero no basta.
Flores psicodélicas y canciones en la rifa parroquial en El Club de los Milagros.
Una película humana, pero sin nada realmente de fe
Aquí está la debilidad espiritual del filme. Las mujeres del "club de los milagros" crecerán y mejorarán, ellas y sus maridos e hijos, pero en ningún momento parece que Dios o la Virgen tengan nada que ver con esa mejoría.
Son historias de madres: madres que dañaron a sus hijos, madres que se desviven por ellos... Pero no se llega a presentar a María como madre de los hombres de hoy, sólo se alude a ella un momento por "lo que sufrió junto a su Hijo". Es una historia pasada, no es nuestra Madre. A Cristo apenas se le menciona ni aparece, ni el cura lo trae a colación. Y Dios parece para ellas lejano y castigador, no saben que es un Padre bueno.
La primera mitad del filme, en Irlanda y al llegar a Francia, está llena de estatuas marianas y del Sagrado Corazón. La segunda mitad todo eso desaparece: las mujeres están solas ante sus heridas. "A la gente como nosotras no les pasan milagros", dice una, como negando que Dios pueda actuar de verdad.
El final es esperanzado, madres, esposas e hijas reestablecen lazos, los hombres aprenden a cuidar más a sus mujeres. "Hogar", dice un personaje entrañable señalando el espacio de protección donde crecer, espacio que hay que cuidar y sanar. Pero da la sensación de que todo eso pueda hacerse sin Dios. La peregrinación a Lourdes, ¿habría dado los mismos resultados viajando a un balneario cualquiera de aguas termales? La película cree poder prescindir de lo espiritual para su desenlace, y eso le quita credibilidad.
Con todo, se trata de una historia de mujeres, familias, perdón y reconciliación.
No hay escenas inadecuadas ni se critica realmente a la Iglesia. Lourdes aparece como un lugar de sanación y la familia como el espacio natural del hombre. Es una película edificante en lo humano, aunque no llegue a mostrar casi nada de Dios.