El Real Jardín Botánico de Madrid pertenece en la actualidad al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la más importante institución científica española, fundada por católicos en el mundo en pleno siglo XX. Es una más de las numerosas instituciones españolas de origen católico creadas para el avance cultural y científico, como la Real Academia Española, el Real Colegio Alfonso XII, entidades ligadas al CSIC como el Instituto Cajal , la Editorial CSIC o el Instituto Óptico Daza de Valdés .
El Jardín en sí lo puso en marcha el rey Fernando VI (que, evidentemente, era católico) en 1755. Entre sus iniciadores y los trabajadores de sus 265 años de historia encontramos numerosos clérigos y científicos católicos devotos.
Espectáculo de luces en el Jardín Botánico de Madrid
José Quer, el fundador: laico botánico entusiasta de la Sabiduría de Dios
Jose Quer (1695-1764) fue el médico, cirujano militar y botánico español al que Fernando VI encomendó la tarea de fundar el Real Jardín Botánico. Empezó trasladando cerca de la actual Puerta de Hierro de Madrid, en el Soto de Migas Calientes, el jardín botánico anterior que había puesto en marcha Aranjuez el rey Felipe II más de 150 años antes.
En el nuevo jardín Quer empezó a dar clase de botánica. Como la mayoría de los ilustrados españoles, Jose Quer era católico, apostólico y romano, algo de lo que no habla la historia habitualmente.
En el prólogo de su obra “Flora Española” habla mucho de la relación que ve entre las maravillas de la Naturaleza y la Sabiduría de Dios Padre y Creador:
“Si a la Naturaleza la quitamos el velo que la cubre, vemos patentemente los tesoros que encierra en si, y nos conduce maravillosamente à admirarnos de la sabia grandeza del Criador, pues siendo à la verdad muy poco lo que conocemos de la esencia de los Vegetables, la variedad de ellos, y el orden tan ajustado, y uniforme, con que se producen, nos hace ver, que son obras de un Padre Supremo, de una Sabiduría incomprehensible y en una palabra, obras de un DIOS, CRIADOR, de todas las cosas. SAN AGUSTIN se maravilla, con razón, de aquella virtud secreta, que ha puesto Dios en los granos, y semillas, y de todo lo que es primer principio de las Plantas…"
"[...] las mismas Sagradas Letras nos enseñan que quiso Dios particularizar a las plantas con especiales virtudes para beneficio del hombre [en Eclesiástico, 38, libro que no contienen las Biblias protestantes, nota de ReL], y aquel que desprecia la ciencia, que enseña su conocimiento, me parece que le faltan tantos grados de racional cuantos le sobran de ignorante…"
Estatua de José Quer, fundador del Jardín Botánico de Madrid, cirujano, botánico, pionero de la clasificación botánica, que criticaba con dureza a los que "erigen a la casualidad y a los átomos por padres de la Naturaleza"
"[...] Los Varones, que saben extáticos contemplar su sabia Providencia, principio, fin y móvil de todos los seres, nunca han sido tentados, ni sugeridos à seguir el necio, y diabólico sistema de los incrédulos, que erigen à la casualidad, y à los átomos por padres de la Naturaleza. ¡O bárbaro y detestable sistema! Infame monstruo de la locura y del orgullo, que no solo deshonras à la razón pero aun te atreves à blasfemar contra el Criador, atribuyendo à las fantásticas divinidades sus Obras prodigiosas, que la menor de ellas te hace ver, tocar, y perfectamente conocer lo falso e irracional de tu pensamiento. Un hombre de claro entendimiento, con la luz de la fe, paz en su corazón, quietud en su conciencia, y zanjado en la inteligencia de los físicos de la botánica, qué tranquilidad no gozará en su ánimo con la contemplación de las grandezas de su Criador en tan vasta familia con que quiso hermosear el reino vegetable? ¿Qué cosa mas deliciosa para un hombre ingenuo de espíritu generoso de claras luces y de noble educación que la contemplación y conocimiento del infinito poder y sabiduría de aquel supremo Criador de tantos vegetales con que quiso adornar todo el orbe?”
Celestino Mutis, sacerdote a los 40 años, botánico y viajero
José Celestino Mutis (1732-1808) apareció durante un tiempo en los billetes de 2000 pesetas. Abunda en Internet información sobre su actividad científica pero escasean las menciones a su condición de presbítero católico y misionero, que llevó la fe y la ciencia allá donde llegó e informaba al Jardín Botánico de sus descubrimientos.
No fue un tema baladí el de la fe católica, ni para él ni para su más importante biógrafo, Caldas, que le denominó “sacerdote de Dios y de la Naturaleza”.
Al recibir el Orden Sacerdotal los 40 años, Mutis comentó que era “…para mejor servir a Dios y a los hombres…”. Caldas dijo en su necrológica que “…contemplando la naturaleza, elevaba su espíritu a su Autor, le adoraba y se desprendía enteramente de la tierra, para unirse más a él…”.
En carta de 17-12-1789 a su amigo D. Francisco Martínez de Sobral, médico de Carlos IV, Mutis hablaba con alegría de su ordenación sacerdotal: “Me hallo cada día más contento y si no con el mismo fervor, al menos con la satisfacción de cumplirse un nuevo aniversario de mi ordenación”.
Celestino Mutis explicado en 2 minutos (pero sin detallar su condición de sacerdote devoto)
D. Florentino Vezga, que cuenta su Expedición Botánica a Nueva Granada (actuales Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador), lo describe unido estrechamente a Dios Creador, dividiendo sus horas entre la oración y los enfermos de cuerpo y alma. Parece que su sacerdocio lo ejerció con tanta pureza y exactitud como su actividad científica.
Fue el español que más relación tuvo con el famosísimo naturalista Karl von Linneo, inventor del modo científico de nombrar a los seres vivos conocido como nomenclatura binomial (p.ej.- hombre = Homo sapiens), quien también era cristiano sincero.
En la web dedicada a Celestino Mutis en el CSIC aparecen más de 7.000 grabados suyos digitalizados, en los que se representa la riqueza de la biodiversidad colombiana, parte del trabajo realizado durante su expedición botánica, llevados a cabo por los casi 70 dibujantes que viajaron con él.
Mutis fue también médico de profesión, además de trabajar los campos de la matemática, astronomía, metalurgia y zoología. Fue un hombre ilustrado, que además reformó los estudios de medicina de Santa Fé de Bogotá.
Se dice que su expedición fue realmente el primer instituto científico de Colombia. Una de las características de su vida fue el cariño con el que trató a los humildes y pobres. Su desinterés por los bienes terrenales le hizo morir pobre. Lo que ingresó por sus actividades de explotación minera lo invirtió en su trabajo científico y en la construcción del Observatorio Astronómico de Santa Fe de Bogotá (a cargo del arquitecto y fraile capuchino Domingo de Petrés).
El sacerdote Cavanilles, padre de la botánica española y defensor de la ciencia
Antonio José Cavanilles (1745-1804), sacerdote católico, es considerado uno de los padres de la ciencia botánica española. Trabajó en el Real Jardín Botánico y llegó a ser su director. Luis Ignacio Amorós presenta aquí en Infocatólica una magnífica biografía de este sabio.
Fue uno de los primeros científicos en contestar a la paparrucha del francés Masson de Morvilliers que acusaba a España de no producir ciencia (es la llamada ‘Polémica de la ciencia española’; hay muchas personas que desconocen la historia de la ciencia en España y siguen creyendo esta acusación hija de la leyenda negra).
Antonio José Cavanilles, sacerdote y gran maestro de botánicos
Amorós habla así de la relación de Cavanilles con el Jardín Botánico:
"En 1801 fue finalmente nombrado director del Real Jardín Botánico de Madrid, en sustitución de su viejo rival Gómez Ortega, jubilado a los 60 años, llevando a cabo, en coherencia con su espíritu sistemático, una profunda reorganización, clasificación e incremento de sus fondos. Su inagotable actividad científica y su gestión, junto a sus contactos entre botánicos internacionales de la talla de Von Humboldt, Bonpland o Willdenow, proyectó al Jardín Real a unos niveles internacionales sin precedentes en la historia de la botánica española".
"Nombrado simultáneamente primer catedrático del Real Jardín Botánico, comenzó a impartir lecciones públicas en la corte madrileña (recogidas y publicadas en vida), contribuyendo en mucho a la formación de los botánicos españoles de su época. Entre su pequeño pero selecto grupo de discípulos, destacan grandes nombres de la botánica española del siglo XIX, como Mariano Lagasca y Simón de Rojas Clemente. Asimismo fue socio entre 1802 y 1803 de la “Sociedad de Amigos del País” de Valencia, una organización ilustrada para el mejoramiento de la ciencia y la técnica. En 1802 todavía publicó “Principios elementales de la botánica”, un manual indispensable para la formación de las siguientes generaciones de botánicos’.
Simón de Rojas, teólogo, diputado, hebraísta, geólogo, botánico, ampelografista...
Simón de Rojas Clemente y Rubio (1777-1827) se llamó así por nacer el día del beato Simón de Rojas, religioso Trinitario Calzado del siglo XVI. Fue un ilustrado valenciano que llegó a ser diputado en Cortes y director del Real Jardín Botánico de Madrid, donde una escultura hoy recuerda su figura. Hay abundante información sobre él en internet, pero casi siempre se omite su faceta de católico creyente.
Hizo carrera eclesiástica sin llegar a ser sacerdote. Estudió religión en el seminario de Segorbe y tras acabar los estudios de filosofía, emprendió los de teología hasta lograr el doctorado. Él mismo cuenta que disfrutó como un enano estudiando a Francisco Suárez y a santo Tomás de Aquino. Aprendió idiomas, incluidos árabe y hebreo y llegando a ser profesor de hebreo.
Simón de Rojas Clemente, en su estatua del Jardín Botánico de Madrid
Aprendió de geología, zoología, pero sobre todo botánica, nada menos que del más grande botánico español, el cura católico Cavanilles. Buscó aplicaciones prácticas a sus conocimientos de botánico y las publicó en el “Semanario de agricultura y Artes, dirigido a párrocos”, para transferir el conocimiento a los campesinos a través de cauces eclesiales. Este semanario lo fundó el sacerdote ilustrado Juan Antonio Melón y se editó desde 1797 hasta la Guerra de la Independencia en 1808.
Simón de Rojas, en su “Ensayo sobre las variedades de vid que vegetan en Andalucía” estableció las bases de la ampelografía, es decir, la ciencia que estudia las variedades de vid y el modo de diferenciarlas, diseñando métodos hasta hoy vigentes en todo el mundo.
Simón de Rojas tenía un profundo amor a su pueblo natal, Titaguas (Valencia) y escribió la Historia Eclesiástica del mismo. Cuentan los cronistas de la época que era de sencillez en el vestir, salvo el Jueves y el Viernes Santo en los que se ponía de etiqueta.
Aunque fue diputado en Cortes nunca le interesó mucho la actividad política. En su testamento da cumplida cuenta de su catolicidad, al encomendarse a las oraciones de los demás, muriendo cristianamente con el auxilio de los sacramentos de la confesión y el Viático. Las exequias se celebraron en la Parroquia de San Sebastián de Madrid.
En su testamento, además de profesión de fe católica, deja a discreción de sus testamentarios las misas en sufragio que por él se han de celebrar y deja una parte de sus bienes para que sea repartida entre los pobres de su parroquia de Titaguas. Entre sus testamentarios, Juan Antonio Melón y su sobrino, también cura, Ignacio Clemente Lázaro. Otro descendiente suyo, también cura, Cándido Herrero, conservaría sus documentos, gracias a los cuales hoy nos hacemos una idea de la magnitud del personaje.
Colmeiro, pionero de la Real Sociedad Española de Historia Natural
Miguel Colmeiro Penido (1816-1901) fue catedrático y director del Jardín Botánico que estamos estudiando. También fue el primer presidente de la emblemática Real Sociedad Española de Historia Natural (RSEHN), una institución clave para la investigación y la docencia de las ciencias naturales en la España Contemporánea, que nació por el impulso de laicos católicos cultos y amigos de la ciencia como Laureano Pérez de Arcas, Juan Vilanova Piera, Francisco de Paula Martínez y Amalia Heredia Livermore, entre otros.
El historiador Santos Casado de Otaola, en su biografía de Colmeiro para la Real Academia de Historia, afirma con rotundidad que era "católico y conservador, pero alejado de posturas reaccionarias o inmovilistas; se desenvolvió con comodidad en el liberalismo reformista de su tiempo".
Colmeiro nació en Santiago de Compostela, estudió en Barcelona, se doctoró en Madrid, de medicina en 1843 y de ciencias en 1846.
Resume así su itinerario Valentín Matilla en 1987: "Se le destinó a la Universidad sevillana después de haber hecho oposición a la Cátedra de Organografía y Fisiología vegetal del Jardín Botánico de Madrid. En Sevilla, donde permaneció diez años, estableció un Jardín Botánico que faltaba, haciendo así mas fructífera la enseñanza, y contribuyó a la introducción de ciertas plantas que lo enriquecieron. En 1857, y en virtud de concurso de traslado, pasó al Jardín Botánico de Madrid como Catedrático, y años después fue nombrado Director del mismo. En 1890 fue designado Rector de la Universidad Central y a continuación Decano de la Facultad de Ciencias. Accidentalmente estuvo también encargado de la Dirección del Gabinete de Historia Natural. Tanto en aquel como en este, realizó varias obras y ejecutó reformas beneficiosas para la enseñanza".
"En su juventud y en los primeros años de profesorado realizaba frecuentes excursiones botánicas por toda España, especialmente en Sierra Nevada, que le sirvieron para elaborar un Herbario cuantioso e importante. Fomentó activamente sus relaciones oficiales con centros similares científicos en Europa y en otros diversos países y pertenecía a numerosas corporaciones científicas, nacionales y extranjeras. Fue primer Presidente de la Sociedad Española de Historia Natural. Perteneció a las Reales Academias de la Lengua, Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (en la que fue Secretario) y a la de Medicina. En nuestra Academia fue elegido miembro numerario por el Pleno en sesión de 13 de junio de 1871 y destinado a la Sección de Anatomía y Fisiología. [...] Falleció en Madrid el 21 de junio de 1901, a los 85 años. Legó su biblioteca privada (con sus respectivas estanterías) y todas sus publicaciones a la Academia".
Luis Mª Unamuno, sacerdote misionero agustino, experto micólogo
Luis Mª Unamuno (1873-1943) fue sacerdote agustino, misionero en Filipinas y Macao. Fue un gran experto en micología (la ciencia de los hongos, en la imagen un dibujo suyo de una especie por él descubierta, un hongo al cual él puso nombre) que trabajó en el Real Jardín Botánico. Descubrió 150 nuevas especies micológicas en España.
El CSIC le dedicaría al morir esta semblanza:
“Doctor en Ciencias Naturales, el P.Unamuno, hermano en religión del insigne Mendel, se había dedicado al estudio y experimentación de la Botánica. En este terreno cultivó, durante más de treinta años, la Micología, y durante cuatro lustros ha sido uno de los más tenaces y valiosos colaboradores del Jardín Botánico madrileño. Su labor profunda y minuciosa de investigador queda recogida en sus Notas micológicas, en sus monografías sobre hongos microscópicos, muy conocidas y estimadas también por los botánicos extranjeros. En 'Anales del Jardín Botánico' se publicaron también trabajos suyos, originales y sólidos. Era el P. Unamuno Académico de número de la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; pertenecía también a otras Sociedades científicas, españolas y extranjeras. Su memoria de hombre sabio y de ejemplar religiosidad merece ser honrada, y vivir entre nosotros”.
Dos científicos del Jardín Botánico asesinados por el Frente Popular
José María Susaeta Ochoa de Echagüen, licenciado en Medicina y doctor en Ciencias Naturales, trabajó en el Jardín Botánico igual que el joven farmacéutico y botánico Miguel Martínez. Ambos, civiles desarmados, fueron asesinados por el Frente Popular durante la Guerra Civil. Miguel Martínez era de profundas convicciones católicas. Como ya hemos señalado en otro artículo, mencionando a estos y otros científicos, el Frente Popular mató en tres años a muchos más científicos que la Inquisición Española en tres siglos en todo el Imperio español en 3 continentes.
Estos ejemplos de hombres de fe católica que son también científicos emblemáticos, impulsores de las principales instituciones científicas de España, demuestran, por la vía de los hechos, la perfecta compatibilidad entre la fe católica y y la pasión por la ciencia. Contra factum non valet argumentum.