Soy discípulo de Mn. Jordi Boltá Cañellas, desde los seis años fui su monaguillo. Viví en Barcelona hasta los 16 años. He escuchado muchas veces y muchas cosas buenas de monseñor Jaume González-Agapito. No nos hemos visto nunca. Aquí quien quiera conocerlo de mano de un condiscípulo suyo, Mn. Francesc M. Espinar Comas:
50 años de amor y servicio a la Iglesia (germinansgerminabit.blogspot.com)
Este lunes pasado, fiesta de San Francisco de Asís, escribía un artículo cuyo título formulaba una pregunta a la cual él va respondiendo. [yo directamente titulo afirmando].
¿DON MARCELO FUE UN PROFETA?
1.- Ayer, a las 19,30 hizo 52 años que Mons. Marcelo González Martín me ordenó, sólo a mí, presbítero en la Basílica de Santa María de Mataró. Asistieron más de 40 curas y diáconos. La basílica de Santa María estaba a rebosar de fieles, de amigos y, también, de algunos cristianos de otras confesiones. La celebración fue ya en el rito reformado por el Concilio Vaticano II, que hacía 4 años había concluido y que había promulgado, después, San Pablo VI. Durante la homilía, yo estaba sentado entre dos ‘columnas’ de la archidiócesis de Barcelona: el Lic. Joan-Antoni Ventosa Aguilar, rector del Seminario Conciliar desde el año anterior, a mi derecha, y Mn. Francesc de Paula Pou Ginestà, rector de la parroquia, a mi izquierda.
2.- D. Santiago, antiguo secretario particular de Don Marcelo, ahora canónigo del Cabildo de la Catedral Metropolitana y Primada de Toledo, me envió amablemente, hace tres años, el texto del esquema de la homilía que Mons. González Martín había preparado, escrito por él mismo manualmente, para la ocasión. Como todo lo que decía homiléticamente Don Marcelo era una filigrana de textos de la Sagrada Escritura, de los Padres de la Iglesia, del magisterio pontificio y de algunos autores que, entonces, habían escrito sobre la espiritualidad del clero diocesano. concluía con unas cuantas ideas suyas sobre el asunto. Pero, y ello es muy curioso, nada dijo de todo ello.
3.- El que, hacía dos años y nueve meses, era Arzobispo de Barcelona directamente sometido a la Santa Sede, desplegó toda su artillería oratoria para condenar, con palabras fuertes y con una energía manifiesta, algo que a todos los asistentes, incluido el ordenando, sorprendió en gran manera. Ya no podía aguantar. Aprovechando mi ordenación presbiteral, quería y debía condenar, casi absolutamente, el estado en que se hallaba el clero de la archidiócesis barcelonesa.
4.- Sin darnos tiempo a reponernos de nuestra sorpresa, indicó clara y rotundamente el motivo: la deficiente formación del clero y el estado lamentable e inaceptable en que se encontraba el Seminario Conciliar de Barcelona. Para que lo entendiéramos mejor detalló, explícita y pormenorizadamente, lo que él consideraba un verdadero escándalo: los estudios insuficientes, la deficiente formación espiritual, la politización, el partidismo, la falta absoluta de una preparación pastoral y el escaso número y falta de selección de los seminaristas.
5.- Pero aquí no terminó. Fruto de todo ello eran las innumerables secularizaciones del clero diocesano, el carrerismo y las intrigas presentes en el clero barcelonés, la falta de atención a los fieles, la laización de las parroquias, el filo-protestantismo que había arrasado la ornamentación de las iglesias y la pérdida del sentido de lo sagrado en el culto católico. Para el ordenado era una manera algo severa de prepararlo a su inmediata ordenación.
6.- Sin embargo, lo más gordo vino al final. Fue, al menos hoy lo parece, una profecía: Los fieles dejarían de acudir a la Santa Misa, los niños y las niñas no tendrían catequesis, los jóvenes estarían sin atención pastoral, las celebraciones matrimoniales serían civiles, la espiritualidad matrimonial no existiría, las exequias serían laicas, la sociedad viviría en una gran indiferencia religiosa, Dios, como había dicho, dos años antes el obispo anglicano John Robinson, estaría muerto.
7.- La causa de todo ello, aclaró el prelado, está en la misma Iglesia: falta de evangelización, ausencia en los media, olvido de lo que debe ser la escuela católica, falta absoluta de medios para la evangelización y para la asistencia social. Realmente los obispos y los presbíteros deberían asumir su verdadera misión.
8.- Hoy, 50 años más tarde, parece que aquello que pareció, a no pocos, un despropósito era realmente una profecía. ¿La situación en la cual vivimos actualmente, en la iglesia Católica aquí, no es la clara constatación del realismo de aquella terrible homilía en la cual, mi padre, encontró a faltar, al menos, una mera felicitación al nuevo presbítero?
Jaume González-Agàpito