Como todos sabemos, uno de los conceptos más damnificados de la actual crisis relativista, social, moral y espiritual es la familia natural, que implica dos complementos de dependencia, cooperación, asistencia e interacción mutua como son la maternidad y la paternidad.
Lo que puede entenderse como parte esencial de la antropología cristiana peligra gravemente, por cuanto y en tanto que los complejos y heterogéneos patrones de la acción humana y el orden espontáneo están dirigidos, de una u otra forma, por las pulsiones del Maligno.
Mucho puede decirse sobre esto, desde luego, sin ningún género de duda. No obstante, vamos a centrarnos en un problema más concreto (no vamos a eludir el hecho de que coopere con otros fenómenos, por decirlo de alguna manera): los vientres de alquiler (también son referidos con el eufemismo "gestación subrogada").
No hemos comprendido toda la dimensión de la maternidad, pero no solo eso
En la carta apostólica Mulleris Dignitatem, publicada en el año 1988 por el entonces pontífice San Juan Pablo II, sobre la dignidad y la vocación de la mujer con motivo del Año Mariano, figura, entre muchos otros, un apunte sobre la maternidad que debería de arrojar luz a muchos:
Todo «engendrar» en la dimensión de las criaturas encuentra su primer modelo en aquel engendrar que se da en Dios de modo completamente divino, es decir, espiritual. A este modelo absoluto, no-creado, se asemeja todo el «engendrar» en el mundo creado. Por consiguiente, lo que en el engendrar humano es propio del hombre o de la mujer —esto es, la «paternidad» y la «maternidad» humanas— lleva consigo la semejanza, o sea, la analogía con el «engendrar» divino y con aquella «paternidad» que en Dios es «totalmente diversa»: completamente espiritual y divina por esencia. En cambio, en el orden humano el engendrar es propio de la «unidad de los dos»: ambos son «progenitores», tanto el hombre como la mujer.
Ocurre que hay gente con muy buena fe que cree que la "gestación subrogada" es un avance de la ciencia y la tecnología que permite a muchas madres sortear ciertos problemas naturales y tener hijos (hay quienes, de manera más simple, entienden sin más que se trata de crear vidas nuevas).
Pero es que no se trata de eso, aparte de que haya alternativas con mayor legitimidad ética como la naprotecnología. La gestación subrogada liquida por completo la esencia y fundamento de la maternidad, aparte de cosificar al bebé de tal manera que su vida es lo menos importante. Aunque tampoco hay que tener prejuicios confusos y dispersos.
La ingeniería social no es motivo razonable para subvertir sistemáticas naturales y sociales
De acuerdo con el Instituto Ordo Iuris de Polonia, que ha emprendido una campaña internacional contra esta espeluznante y horrenda práctica (se puede consultar más información así como firmar la misma aquí), en 2020, se generó un volumen económico de cuatro mil millones de dólares norteamericanos.
No es una cantidad ínfima (de hecho, hay territorios en los que se debate la legalización de la misma). Pero el hecho de que mueva dinero no ha de ser una razón de peso para aprovechar el cauce pucelano del Pisuerga para arremeter contra lo que no deja de ser sino parte del orden natural: el libre mercado.
Considero innecesario citar demasiadas teorías económicas, por muy válidas, meritorias y plausibles que puedan resultar. Quizá con meras aclaraciones prácticas y de sentido común pueda bastar para ayudar a esquivar este malentendido que solamente sacia las ansias y malas pulsiones del Demonio, del Maligno.
Para empezar, el mercado es un mecanismo natural, totalmente compatible con el principio de subsidiariedad (algo sobre lo cual se hacen asertos en la Doctrina Social de la Iglesia), que permite a la sociedad satisfacer sus necesidades y sus preferencias, de una manera totalmente meritocrática, entendiendo que el valor de las cosas sí que es subjetivo.
Alimentación, vestimenta, insumos médicos, comodidades para el hogar, libros de distinta índole, herramientas de comunicación, vehículos, enseres de informática, servicios no tangibles en su literalidad conceptual, etc. Es mucho lo que uno puede desear por necesidad o para su sano disfrute con sus seres queridos, sus amigos y otros.
Obviamente, quienes presten los servicios serán recompensados mediante una compensación de intercambio (por ejemplo, el pago con unidades dinerarias) mientras que, quien lo desee, puede considerar que nada le impide contribuir a la sociedad aportando algo de presunto valor, sin cortapisas de fariseos.
Otra cosa es que se nos haya mentalizado en torno a la Artificial Providencia que supone el estatalismo, progresivamente problemático. Pero es que los vientres de alquiler no son una mera consecuencia de ese atributo factual espontáneo que Ludwig von Mises consideraba como "democracia económica".
Lo digo porque lo que subyace es un complejo ideológico y filosófico que, por un lado, mete en la ecuación la cultura de la muehrte y los propósitos varios de destrucción de la familia mientras que, por otro, entran de lleno el relativismo, el hedonismo, el cortoplacismo, el engaño y el querer jugar a ser Dios.
Y no, nada de eso forma parte del orden espontáneo bien entendido, en esa compatible concepción austriaco-tomista. Más bien, tiene que ver con el desarrollo de las actuales fases revolucionarias, muy orientadas por las teorías gramscianas, para alcanzar ese objetivo de subversión del orden natural divino, con el Estado como sustituto.
Sin el Estado no podría llevarse a cabo la ingeniería social requerida para adulterar la realidad en base a falacias teóricas como la ideología de género, que a fin de cuentas no es menos repugnante que el comunismo y el nazismo. También les sirve mucho reducir al individuo a un mero dígito sumiso, lo cual fomenta negar la dignidad humana.
La cultura de la muerte es avalada por aquellos que, a cargo de la soberanía política, están corrompidos por el desinterés en el Bien y la Verdad (muchas veces, esto se extiende a la democracia, que tiende a relativizar todo, mientras que, por otro lado, aquí está una vía de ascenso para el totalitarismo).
Con la colaboración de los brazos ejecutores representados por grupos de presión y ciertas corporaciones que obedecen más a la prebenda política que al interés social de resolución espontánea por medio del mercado, el estatismo sirve como lavado de cerebro subversivo, lo cual, obviamente, amenaza a la maternidad y a la dignidad humana.
Se insiste mucho en "la libertad de formar familias" y en la "liberación de la mujer". Pero es que la libertad no es idear unos modelos de familia que la Medicina señala como inviables así como tampoco explotar a una mujer y convertir a un feto en un mero objeto material e inerte que sea completamente desechable.
Así pues, no es lo mismo, por ejemplo, querer reservar un hotel para pasar cinco días de vacaciones en la playa con la familia o comprarse unas zapatillas deportivas de running que ser damnificado por un lavado de cerebro coercitivo y totalitario, que no pretende liberar sino destruir y destruir. De hecho, se obliga a algunas de estas "gestantes" a abortar.
La libertad de mercado no exige la cosificación del individuo. Puede resistir perfectamente mediante instituciones de caridad que amparen a niños abandonados y les busquen una nueva familia que, tenga o no problemas de reproducción natural, esté dispuesta a cumplir aquí con la máxima de la entrega al prójimo.
Con lo cual, una vez dicho esto, igual habría que tener en cuenta que, más bien, los vientres de alquiler son un fruto de la pretendida y dirigida corrupción moral y espiritual de la Revolución, que no pretende que seamos más libres (tampoco en economía), sino que seamos individuos sin dignidad, atomizados y sometidos al artificio demoníaco moderno.