Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Misa en Santa Cruz de Bolivia: «Que no se descarte a nadie, denles ustedes de comer», clama el Papa

ReL

Llegada del Papa a la misa en Santa Cruz de Bolivia
Llegada del Papa a la misa en Santa Cruz de Bolivia
El papa Francisco ha celebrado este jueves una multitudinaria misa a los pies del Cristo Redentor de Santa Cruz, en su segundo día de visita en Bolivia.

A pesar del frío intenso, decenas de miles de personas habían dormido en el lugar, y cientos de miles participaron en la misa, para la cual se habían preparados 500.000 hostias.

“Nos vamos a quedar toda la noche, hasta las 7 de la mañana, cuando abran (el acceso a la plaza). Venimos desde La Paz, con todo entusiasmo, con todo amor, esperando la bendición del papa", dijo a la agencia AFP Patricia Sanzetenea, llegada con un grupo de 100 viajeros. Los peregrinos han acudido con abrigos, gorros y guantes.

"Estamos bien. Ansiosos de ver al Papa y escuchar la santa misa que va a celebrar. Nos vamos a quedar toda la noche, pese al frío, para escuchar las divinas palabras de nuestro santo padre", dijo por su parte Jorge Conde, que llegó desde Pando (norte, frontera con Brasil), junto con 160 personas.

Un Burger King como sacristía
El papa Francisco y varios obispos utilizaron un cercano local de Burger King como sacristía, para cambiarse antes de celebrar la misa, declaró el gerente de la firma en el país. "Después de una evaluación por parte de la Iglesia y de la alcaldía, consideraron que el edificio era el adecuado y hemos suspendido temporalmente las ventas", explicó en la edición de Internet del diario El Día el gerente general de Bolivian Food, Alfredo Troche, empresa que tiene la franquicia de la cadena estadounidense en Bolivia.

Francisco llegó al recinto en "papa móvil", recibiendo muestras de cariño de los asistentes, que se apresiraban en intentar hacerse selfies a su paso. La misa en el Cristo Redentor además ha servido como inicio del V Congreso eucarístico nacional.

La Eucaristía contado con oraciones en guaraní (8 millones de hablantes en Bolivia, Corrientes -Argentina, Paraguay y Mato Grosso -Brasil), en quechua (8 millones hablan sus distintas variantes, a menudo no inteligibles entre sí, en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia) y en aimara (unos 2,2 millones de hablantes, sobre todo en región de La Paz en Bolivia).

Tras la misa, el almuerzo y el descanso, Francisco se trasladó a la escuela de los salesianos, llamado el Coliseo Don Bosco, para un encuentro con sacerdotes, religiosos y seminaristas.


Procesión de sacerdotes para la misa en Santa Cruz

Homilía del Papa Francisco
Hemos venido desde distintos lugares, regiones, poblados, para celebrar la presencia viva de Dios entre nosotros. Salimos hace horas de nuestras casas y comunidades para poder estar juntos, como Pueblo Santo de Dios. La cruz y la imagen de la misión nos traen el recuerdo de todas las comunidades que han nacido en el nombre de Jesús en estas tierras, de las cuales nosotros somos sus herederos.

En el Evangelio que acabamos de escuchar se nos describía una situación bastante similar a la que estamos viviendo ahora. Al igual que esas cuatro mil personas, estamos nosotros queriendo escuchar la Palabra de Jesús y recibir su vida. Ellos ayer y nosotros hoy junto al Maestro, Pan de vida.

En estos días, pude ver a muchas madres cargando a sus hijos en las espaldas. Como lo hacen aquí tantas de ustedes. Llevando sobre sí la vida, el futuro de su gente. Llevando sus motivos de alegría, sus esperanzas. Llevando la bendición de la tierra en los frutos. Llevando el trabajo realizado por sus manos. Manos que han labrado el presente y tejerán las ilusiones del mañana. Pero también cargando sobre sus hombros, desilusiones, tristezas y amarguras, la injusticia que parece no detenerse y las cicatrices de una justicia no realizada. Cargando sobre sí, el gozo y el dolor de una tierra. Ustedes llevan sobre sí la memoria de su pueblo. Porque los pueblos tienen memoria, una memoria que pasa de generación en generación, los pueblos tienen una memoria en camino.

Y no son pocas las veces que experimentamos el cansancio de este camino. No son pocas las veces que faltan las fuerzas para mantener viva la esperanza. Cuántas veces vivimos situaciones que pretenden anestesiarnos la memoria y así se debilita la esperanza y se van perdiendo los motivos de alegría. Y comienza a ganarnos una tristeza que se vuelve individualista, que nos hace perder la memoria de pueblo amado, de pueblo elegido. Y esa pérdida nos disgrega, hace que nos cerremos a los demás, especialmente a los más pobres.

A nosotros nos puede suceder lo que a los discípulos de ayer, cuando vieron la cantidad de gente que estaba ahí. Le piden a Jesús que los despida, mándalos a la casa, ya que es imposible alimentar a tanta gente. Frente a tantas situaciones de hambre en el mundo podemos decir: «Perdón, no nos dan los números, no nos cierran las cuentas». Es imposible enfrentar estas situaciones, entonces la desesperación termina ganándonos el corazón.

En un corazón desesperado es muy fácil que gane espacio la lógica que pretende imponerse en el mundo, en todo el mundo, de nuestros días. Una lógica que busca transformar todo en objeto de cambio, de consumo, todo negociable. Una lógica que pretende dejar espacio a muy pocos, descartando a todos aquellos que no «producen», que no se los considera aptos o dignos porque aparentemente «no nos dan los números».

Jesús una vez más vuelve a hablarnos y nos dice: No es necesario excluirlos, no es necesario que se vayan, denles ustedes de comer.

Es una invitación que resuena con fuerza para nosotros hoy: «No es necesario excluir a nadie, que nadie se vaya, basta de descartes, denles ustedes de comer». Jesús nos lo sigue diciendo en esta plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de comer. La mirada de Jesús no acepta una lógica, una mirada que siempre «corta el hilo» por el más débil, por el más necesitado. Tomando «la posta» Él mismo nos da el ejemplo, nos muestra el camino. Una actitud en tres palabras, toma un poco de pan y unos peces, los bendice, los parte y entrega para que los discípulos lo compartan con los demás. Ese es el camino del milagro. Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas tres acciones logra transformar una lógica del descarte, en una lógica de comunión, en una lógica de comunidad. Quisiera subrayar brevemente cada una de estas acciones.

Toma. El punto de partida, es tomar muy en serio la vida de los suyos. Los mira a los ojos y en ellos conoce su vivir, su sentir. Ve en esas miradas lo que late y lo que ha dejado de latir en la memoria y en el corazón de su pueblo. Lo considera y lo valora. Valoriza todo lo bueno que pueden aportar, todo lo bueno desde donde se puede construir. Pero no habla de los objetos, o de los bienes culturales, o de las ideas; sino habla de las personas. La riqueza más plena de una sociedad se mide en la vida de su gente, se mide en los ancianos que logran transmitir su sabiduría y la memoria de su pueblo a los más pequeños. Jesús nunca se saltea la dignidad de nadie, por más apariencia de no tener nada para aportar o compartir. Toma todo, como viene.

Bendice. Jesús toma sobre sí, y bendice al Padre que está en los cielos. Sabe que estos dones son un regalo de Dios. Por eso, no los trata como «cualquier cosa» ya que toda esa vida, es fruto del amor misericordioso. Él lo reconoce. Va más allá de la simple apariencia, y en este gesto de bendecir, de alabar, pide a su Padre el don del Espíritu Santo. El bendecir tiene esa doble mirada, por un lado agradecer y por otro el poder transformar. Es reconocer que la vida, siempre es un don, un regalo que puesto en las manos de Dios, adquiere una fuerza de multiplicación. Nuestro Padre no nos quita nada, todo lo multiplica.

Entrega. En Jesús, no existe un tomar que no sea una bendición, y no existe una bendición que no sea entrega. La bendición siempre es misión, tiene un destino, compartir, el condividir de lo que se ha recibido, ya que sólo en la entrega, en el compartir es cuando las personas encontramos la fuente de la alegría y la experiencia de la salvación. Una entrega que quiere reconstruir la memoria de pueblo santo, de pueblo invitado, a ser y a llevar la alegría de la salvación. Las manos que Jesús levanta para bendecir al Dios del cielo son las mismas que distribuyen el pan a la multitud que tiene hambre.

Podemos imaginarnos, podemos imaginar ahora cómo iban pasando de mano en mano los panes y los peces hasta llegar a los más alejados. Jesús, logra generar una corriente entre los suyos, todos iban compartiendo lo propio, convirtiéndolo en don para los demás y así fue como comieron hasta saciarse, increíblemente sobró: lo recogieron en siete canastas. Una memoria tomada, una memoria bendecida y una memoria entregada siempre sacia a un pueblo.

La Eucaristía es «Pan partido para la vida del mundo», como dice el lema del V Congreso eucarístico que hoy inauguramos y que tendrá lugar en Tarija. Es Sacramento de comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento y nos da la certeza de que lo que tenemos, lo que somos, si es tomado, si es bendecido y si es entregado, con el poder de Dios, con el poder de su amor, se convierte en pan de vida para los demás.

La Iglesia celebra la eucaristía, celebra la memoria del Señor, el sacrificio del Señor porque la Iglesia es comunidad memoriosa. Por eso fiel al mandato del Señor, dice una y otra vez: «Hagan esto en memoria mía» (Lc 22,19) Actualiza, hace real, generación tras generación, en los distintos rincones de nuestra tierra, el misterio del Pan de Vida. Nos lo hace presente y nos lo entrega. Jesús quiere que participemos de su vida y a través nuestro se vaya multiplicando en nuestra sociedad. No somos personas aisladas, separadas, sino el Pueblo de la memoria actualizada y siempre entregada. Una vida memoriosa necesita de los demás, del intercambio, del encuentro, de una solidaridad real que sea capaz de entrar en la lógica del tomar, bendecir y entregar; en la lógica del amor.

María, que al igual que muchas de ustedes llevó sobre sí la memoria de su pueblo, la vida de su Hijo, y experimentó en sí misma la grandeza de Dios, proclamando con júbilo que Él «colma de bienes a los hambrientos» (Lc 1,53), sea hoy nuestro ejemplo para confiar en la bondad del Señor, que hace obras grandes con poca cosa, con la humildad de sus siervos.
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