Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El P. Jarek trabajaba con los mártires de Perú de 1991

Sendero Luminoso mató a sus hermanos misioneros, él se salvó por una boda: «Ellos hoy me acompañan»

El padre Jarek era misionero en Perú pero estaba en Polonia cuando mataron a sus hermanos de congregación
El padre Jarek era misionero en Perú pero estaba en Polonia cuando mataron a sus hermanos de congregación

Marta Jiménez / Aciprensa

Sendero Luminoso lo quería muerto, pero Dios tenía otros planes para él. 


El P. Jarek Wysoczanki hoy vive para contar su historia y la de sus hermanos de misión: ños mártires Zbignew Strzalkowski (33), y Michele Tomaszek (31), de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, asesinados por los terroristas comunistas que dejaron muerte y destrucción en todo el país en las décadas de 1980 y 1990.

El pasado 3 de febrero el Papa Francisco aprobó el decreto que reconoce el martirio de ambos sacerdotes, asesinados en 1991, y de otro misionero italiano. Ese mismo día el Santo Padre aprobó el martirio también de Mons. Oscar Romero, Arzobispo de San Salvador.

“¡Estoy feliz! Como fraile franciscano, esta noticia simboliza que estamos en esta gran familia de grandes mártires, beatificados, canonizados y anónimos. Me encanta que Miguel y Zbigneo estén al lado de tantos mártires que dieron la vida por Jesús, por estar al lado de los pobres. Es un gesto simbólico, es decir, unidos por tantos que lucharon por la justicia y por estar al lado de los pobres”, explicó el P. Jarek en declaraciones a ACI Prensa.



Los dos franciscanos de la derecha son los mártires que
mató Sendero Luminoso; el de la izquierda es el padre Jarek


Tres polacos en los Andes peruanos
Este franciscano de 54 años de edad, que actualmente vive en Roma, dirigía la misión pastoral de los frailes polacos en Perú, y perteneció al grupo que servía en Pariacoto, la localidad andina en donde los religiosos fueron asesinados.

Cuando llegaron allí encontraron la pobreza extrema y se organizaron para asistir pastoralmente a las familias. La zona sufría una grave epidemia de cólera y una grave sequía.

En ese contexto, Sendero Luminoso sembraba el terror entre la población: “sabíamos que Sendero Luminoso estaba presente en Pariacoto, en la zona habían habido otros atentados contra nuestra misión y acompañábamos a los familiares de los asesinados por Sendero”.

“Pero nunca pensamos que nos pudieran atacar, porque nunca teníamos un discurso político. No criticábamos, eso no nos interesaba, nuestro objetivo era ayudar”, señala el misionero polaco.

Con la llegada de los misioneros, comenzaron a desarrollarse proyectos sociales en colaboración con otras organizaciones del Perú, lo que enfureció más a Sendero Luminoso. El 9 de agosto de 1991, después de celebrar Misa, Michele y Zbignew sufrieron una emboscada, fueron secuestrados y finalmente asesinados.

“Con el asesinato de mis hermanos misioneros, Sendero demostró el odio contra la Iglesia Católica en general, que estaba al lado de los pobres”, recuerda.

El P. Jarek también estaba bajo la mira de los terroristas, pero Dios quiso que esos días no estuviese en Perú. “Hacía tres años que estábamos de misión y tocaba un tiempo de reposo en casa... Yo pensaba volver el último a Polonia, pero mi hermana me pidió ir antes para bendecir su matrimonio. De no ser así, yo no estaría hoy para contarlo”, explica.

Los asesinos buscaban afectar a Juan Pablo II
El martirio de sus compañeros tuvo lugar dos semanas antes de terminar sus vacaciones, durante las cuales el mismo Papa Juan Pablo II lo reconfortó personalmente junto a los familiares de Michele y Zbignew.

El Pontífice había viajado a Polonia con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud.

“Me parece que Sendero Luminoso quería aprovechar la presencia del Papa en Polonia, sabía que matando a los sacerdotes polacos la noticia se difundiría más rápido. Además, Abimael Guzmán tenía odio a Juan Pablo II, porque para él era el símbolo del capitalismo, era el enemigo, y lo odiaban”, relata.

Ellos “me cuidan” desde el cielo
Aunque nunca es fácil perder a unos amigos tan especiales, el P. Jarek señala que no le entristece su recuerdo, y cada día siente que Miguel y Zbigneo lo cuidan desde el Cielo.

“Siento que después de su muerte, me dejaron dos fuertes mensajes. Tengo el sentimiento y el convencimiento de que ellos me cuidan, no solo a mí, sino a las personas que conozco. He vivido en África y en muchas otras partes del mundo, y yo siento que ellos siempre están a mi lado".

"Además, me invitan, me empujan a ser bueno, a ser como ellos fueron. A ser santo, pero una santidad en el sentido de abrazar el Evangelio, de estar al lado de las personas. En el sentido de acompañar de manera muy sencilla con lo poco que uno tiene”, asegura.

Para el P. Jarek, el mundo campesino peruano es sencillo. Un pueblo tierno y acostumbrado al trabajo duro, que siempre le repetirá que Michele y Zbignew (Miguel y Zbigneo) “eran buenos”.

“Esta frase a primera vista puede parecer superficial, pero cuando uno comienza a pensar y a sentir lo que significa, se da cuenta de que es una hermosura, porque expresa que Dios es bueno. Ellos transmitieron y grabaron en el corazón de la gente que existen personas buenas, igual que Dios es bueno, y cada día siento con más fuerza que no hay nada mejor que estar con la gente de manera sencilla como buenos”, afirma.

Enfermos, granjas, niños
Según explica, el P. Zbignew tenía un amor extraordinario por los enfermos, a quienes visitaba de manera muy discreta; y un sentido muy práctico de cómo alcanzar un nivel de desarrollo social y cooperativo. Organizaba granjas agrícolas y tenía una especial sensibilidad social.

Por su parte, el P. Miguel era un hombre sencillo, atento, cercano a las familias, a los jóvenes y a los niños, creaba profundo vínculos de amistad y fue director espiritual de muchos.

El pueblo de Pariacoto nunca olvidará el funeral de sus mártires, donde no solo hubo llantos, sino también cantos alegres. Los niños cantaron todas las canciones que el Hermano Miguel les enseñó, y el P. Jarek asegura que parecía que se despidieran de su papá “que los quería mucho y los dejaba huérfanos”.

Después del martirio, el P. Jarek volvió al Perú, y siguió trabajando junto a la Iglesia en la ciudad de Lima por siete años más. Actualmente es Secretario General de Animación Misionera de los franciscanos conventuales.
  

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