Lunes, 30 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Signos que no significan

¿Cambiar los sacramentos?

Hace poco se ha publicado en Vida Nueva un artículo de Pablo d’Ors sobre los sacramentos en el que apunta a la necesidad de un cambio en la explicación de los mismos, por que los sacramentos de la Iglesia ya no significan casi nada para la inmensa mayoría de quienes aún participan en ellos.

Yo llevo tiempo pensando lo mismo, y no creo que la “culpa” sea de los sacramentos, que son como son y, no lo olvidemos, han sido instituidos por Jesucristo y son administrados por la Iglesia, que tiene la autoridad, conferida por el mismo Jesucristo, para ello.

Comparto el diagnóstico aunque no la solución.
 
Dicho esto, estoy de acuerdo con que, en la práctica, los sacramentos son ininteligibles para una grandísima parte de los fieles que participan en ellos, e irrelevantes para la inmensa mayoría de la población, comenzando por los más jóvenes.
 
En funerales, bodas y bautizos, a los cuales dedico un gran parte de mi tiempo, acude gente que ni sabe lo que está pasando, ni entiende los signos que ve, ni comprende las explicaciones que doy, por más que me esfuerce en “masticar” las cosas. A veces siento que soy el único que entiende de verdad lo que estoy haciendo.

A la gente lo único que le interesa es oír el nombre del difunto el mayor número posible de veces, hacer fotos, asegurarse de que he echado el agua del Jordán en la pila o que la ceremonia de la boda sea “entrañable”. Si por un casual se me olvidase consagrar, pocos se darían cuenta y ninguno protestaría. Desde luego nadie va a echar de menos que omita la unción prebautismal, ni les va a parecer extraño que lea dos evangelios en vez de primera y salmo. Preferirán que no se cante en absoluto, pero estarán encantados si un violinista y una soprano interpretan su música preferida, aunque sea la melodía de La guerra de las galaxias o el Imagine de John Lennon. Incluso muchos de los que vienen a misa el domingo, lo único que quieren es que la misa sea corta, a ser posible sin homilía y que no les toque pasar la cesta.

En el hospital, cuando me llaman para dar la Unción a los enfermos es cuando ya están agonizando inconscientes; si acaso todavía tienen algo de conciencia los familiares me dicen: “Padre, haga lo que tenga que hacer, pero que no se entere”. Los sacramentos, desde luego no son magia, pero la gente los percibe como algo mágico.
 
- Y, ¿por qué no explicas todo en la preparación pre-bautismal, los cursillos de novios o la catequesis  para que sepan a lo que van?
-Pues, ¿qué crees que hago? Pero no son suficientes una charlitas.
- Pues haz un curso entero
- Sí, también, pero se van a escaquear, por que en la parroquia de la lado lo hacen más fácil
-¿Entonces?, ¿qué podemos hacer?
- Creo, querido/a amigo/a que la cuestión es otra:
 
Los sacramentos son para “iniciados” y muchísimos de los que solicitan y participan en los sacramentos no están “iniciados”. El problema no son los sacramentos, ni los ritos, ni los signos. No hay que cambiarlos, ni “modernizarlos”, ni presentarlos como símbolos y ritos de valor universal, aptos para todos, cristianos o no, ni suprimirlos.

La cuestión urgente es EVANGELIZAR. Un “iniciado” es aquel que está evangelizado y para eso ya no basta tener una partida de bautismo o pasar por la iglesia de vez en cuando. Estar evangelizado no es ser una persona de mucha religiosidad y con mucha devoción a la patrona del pueblo y tampoco vale pertenecer a cofradías o hermandades. No se sabe de nadie que haya ido al cielo por tener un tío cura o por que su madre iba mucho a la iglesia y “nos lo inculcó”, aunque vivimos de aquella manera.
 
Evangelizado es el que es discípulo de Jesucristo. No es perfecto, pero tampoco es un simple “usuario” de sacramentos. Su participación en los sacramentos es el efecto de su encuentro personal con Jesucristo y de su “metanoia”, conversión, cambio de mentalidad, no la causa.
Tras la evangelización viene la catequesis, la formación, la mistagogia.

La mistagogia es la explicación de los misterios, pero solo se puede explicar un misterio a quién es consciente de estar ante un misterio. Y solo es consciente de estar ante un misterio aquel que ha sido evangelizado. Aunque nos creamos que el “misterio” actúa por su propia fuerza de misterio. He oído decir a gente muy seria que hay que dar el bautismo a los niños por que “algo hará”.
 
Eso, ¿no es magia?. Se le parece bastante. Creo que en una cosa tiene razón d’Ors: una mala comprensión del ex opere operato nos ha llevado a una concepción cuasi-mágica de los sacramentos. El ex opere operato salva el sacramento en caso de indignidad del ministro pero no anula la necesidad de disposiciones en el que lo recibe.
 
Una cosa que me gustaría poder hacer es lo que dice el Padre James Mallon en su libro Una Renovación Divina: me gustaría poder decirles a los que solicitan el bautismo, la primera comunión o el matrimonio: “de acuerdo, vamos a dejar la cuestión de la fecha a un lado y vamos a iniciar un proceso de crecimiento en la fe en algunos casos y de iniciación de la misma en la mayoría”.

El problema es que necesito el respaldo de la Iglesia, necesito que no haya unos “mínimos” con los cuales me veo obligado a dar un sacramento y que si no lo doy yo lo va a dar otro. Quizá sería bueno abordar todo esto a nivel diocesano. Por ejemplo ahora que en Madrid estamos elaborando el enésimo plan pastoral, ¿le hincaremos el diente a estas cuestiones o seguiremos como siempre? 
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