El arqueólogo Gabriel Prieto acaba de dar con el nuevo hallazgo en Trujillo (Perú) de los restos de al menos 30 niños que habrían sido sacrificados en un ritual religioso del reino precolombino Chimú, entre el 1200 y el 1520. A estos datos se añaden descubrimientos semejantes como el de 2019, cuando en el sector Pampa La Cruz se hallaron los restos de 132 niños sacrificados y de 260 jóvenes. Autoridades de gobiernos hispanoaméricanos continúan justificando la costumbre prehispánica amparándose en su visión simbólica, llegando a afirmar en el caso de México que los sacrificios humanos "no eran ejercicios de muerte, sino de regeneración de la vida".
Como se lee en el portal gubernamental de México, contemplar los sacrificios como algo "bárbaro y sanguinario" se trataría de una visión que no solo "ha permeado hasta nuestros días", sino que también "anula los profundos significados religiosos que tenía la práctica sacrificial para los pueblos mesoamericanos", por lo que se invita a "comprender el simbolismo antiguo de los sacrificios humanos dejando de lado la idea occidental impuesta sobre ellos".
La prohibición de los sacrificios humanos y el canibalismo en América comenzó a darse desde la misma evangelización y conquista, sistematizándose a través de la figura de Juan Ginés de Sepúlveda y la llamada Controversia de Valladolid.