El pasado 7 de enero, el Papa Francisco bautizó a 16 niños en la Capilla Sixtina. Durante la ceremonia, uno de ellos, el pequeño Romeo, se escapó de sus padres y se quedó contemplando los frescos del famoso emplazamiento. El agobio de los padres fue de inmediato apagado por Francisco, quien no dudó en tranquilizarles invitándoles a "sentirse como en casa" y a "dejarles llorar".