Desde que el Papa Pío IX proclamara este dogma en 1854, el día de la Inmaculada es una fiesta importante en Roma. Todos los años, los pontífices se acercan a rezar ante la figura de la Virgen María. La tradición se empieza a cumplir cuando los bomberos de Roma, antes de amanecer, colocan en lo más alto de la columna una corona de flores y son acompañados por el Alcalde de Roma. Después del rezo a la virgen, el Papa saluda al embajador español ante la Santa Sede. La ceremonia se lleva a cabo, precisamente, delante del Palacio de España, sede de la Embajada española ante la Santa Sede y la primera embajada del mundo.