Nacido de una familia católica a la que considera "el regalo más bonito" que Dios pudo darle, los padres del venezolano Víctor Martínez le dieron siempre la libertad de hablar y cuestionarlo todo. Con 14 años empezó a cuestionar la existencia de Dios en su vida… y el papel que debía ocupar. Acabó rechazando a Dios y aceptando solo al "personaje" de Jesús, del que asimilaba algunas cosas, como de otros. Pronto se convirtió en una persona que se juzgaba a sí mismo, si hacía el bien o el mal, hasta que dejó de gustarle lo que veía. Se replanteó su trabajo, su matrimonio… y llegó una invitación. Concretamente a un retiro de Emaús. Lo que perdió y no pudo encontrar en años lo halló en 48 horas, de viernes a domingo. Desde entonces, siete años después, dice en una entrevista de la televisión por internet de la diócesis de Málaga, "el amor, el gozo y el servicio se mantienen", lo que vive junto a su mujer y dos hijos.