Durante los últimos días, no pocos medios han caracterizado a México como "el país más peligroso para ser sacerdote". Entre enero y mayo de este año, tres sacerdotes han sido asesinados. El 22 de mayo Javier García Villalfaña fue asesinado a tiros y un día antes, Faustino Armendáriz Jiménez, arzobispo del estado de Durango, fue agredido con un cuchillo en la catedral de la entidad al término de una misa, resultando ileso. El 22 de marzo, dos sacerdotes jesuitas fueron asesinados en una iglesia de Chihuahua, Javier Campos Morales, de 78 años y Joaquín César Mora Salazar, de 80. El 7 de febrero, Gumersindo Cortés González fue hallado muerto en su casa con signos de violencia.
La madrugada de este 19 de octubre, el sacerdote José Filiberto Velázquez estuvo a escasos centímetros de engrosar esta lista de sacerdotes eliminados en el estado de Guerrero. Dos motoristas tirotearon su coche desde la parte posterior y después frente al clérigo, que se encontraba en el asiento del piloto. Velázquez, que dirige el Centro de Derechos Humanos Minerva Bello de apoyo a las víctimas de la violencia, combate de forma directa al crimen organizado en México, por lo que sospecha que esta puede ser una motivación del ataque. Según vio de frente a los atacantes armados, el sacerdote se agachó, trató de cubrirse "ante el inminente disparo" y, milagrosamente, resultó ileso mientras los atacantes huían. "Temo por mi vida, pero no pienso abandonar el estado", declaró a Milenio.