Íñigo y María Teresa tienen siete hijos, dos de ellos con discapacidad, y uno de ellos con síndrome de Down agravado por una leucemia. Su madre se emociona al considerar el sufrimiento padecido y lo difícil que es en ocasiones pedir ayuda a Dios: pero "a Dios hay que quererle, no hay que entenderle", afirma con fe.