Tras su encuentro con la comunidad católica en la parroquia del Sagrado Corazón de Edmonton, Francisco bendijo una estatua de Santa Kateri Tekakwitha (1656-1680), canonizada por Benedicto XVI en 2012. Conoció la fe y recibió el bautismo a través de jesuitas franceses, fue perseguida por los suyos cuando se convirtió y dedicó su corta vida a cuidar de los enfermos y ancianos, tras consagrar a Dios su virginidad y profesar siempre una gran devoción al Santo Rosario.