A medida que se acerca la sentencia del Tribunal Supremo estadounidense sobre Roe vs Wade, los abortistas incrementan su violencia contra iglesias y centros de ayuda a la mujer embarazada, así como el grado de coacción contra los jueces que presumiblemente votarán por su reversión, uno de los cuales, Brett Kavanaugh, fue objeto de un intento de asesinato. La última muestra de mal gusto la dio un grupo de activistas pro-aborto ante el domicilio de la juez Amy Coney Barrett, paseándose con pantalones ensangrentados y muñecas simulando bebés nacidos "a la fuerza" y carteles pidiendo "aborto libre y sin disculparse".