Caminando hacia atrás de rodillas y con las manos en la nuca mientras eran deslumbrados y les apuntaban armas de asalto: tal fue el protocolo aplicado por el FBI el pasado 31 de marzo para detener en sus domicilios a nueve militantes provida de PAAU (Progressive Anti-Abortion Uprising). El pretexto del arresto -fueron puestos en libertad a las pocas horas- son unos hechos acaecidos el 22 de octubre de 2020. Se les acusa de haber entrado en un abortorio de Washington, D.C. para informar a las madres de alternativas al aborto. ¿Cuál fue entonces la causa real de que se utilizasen métodos prácticamente antiterroristas para un supuesto delito menor aún pendiente de juicio? La verdad del asunto es una historia de horror: el 25 de marzo, este grupo provida había tenido acceso a los restos fetales de 115 niños asesinados en abortos tardíos, por 5 de los cuales había presentado denuncia, al entender que con ellos se había violado la ley. (Puedes ver aquí las imágenes y aquí el vídeo, de cuya crudeza advertimos: de lo más sobrecogedor jamás visto sobre este negocio.) La historia, que puedes leer aquí en su integridad y detalles, tuvo al menos un final digno con su entierro y la misa oficiada por un sacerdote católico, capellán de prisiones. Queda aún pendiente la investigación policial por esos cinco posibles delitos.