Los obispos que quieren adaptar la Iglesia al mundo se presentan como los amigos del Papa y actúan impunemente contra la fe, y quienes son acusados de ser los enemigos del Papa son quienes la defienden: «Esto es una locura», lamenta el padre Santiago Martín, quien advierte de que, sin la Eucaristía y el Papado, la propia Iglesia desaparece.