La Santa Sede ha dejado claro que no se puede bendecir el pecado, y por tanto un sacerdote no puede realizar una ceremonia de bendición sobre parejas del mismo sexo. Esto ha provocado una cascada de reacciones contrarias a la moral católica por parte de obispos y sacerdotes centroeuropeos, expresión de problemas que vienen de muy atrás, según explica el padre Santiago Martín, que califica como «catoprotestantes» a quienes niegan la doctrina de la Iglesia para sustituirla por su propia opinión personal.