Al término de una reciente entrevista, el padre Santiago Cantera, prior de la abadía del Valle de los Caídos, confiesa que ha visto morir a varias personas santamente, pero que con Teresita, la niña que quiso ser misionera ofreciendo los dolores del cáncer que padecía, acaba de ser testigo algo distinto: una muerte «en olor y fama de santidad».