Sobre una Biblia que sostenía su esposo, Amy Coney Barrett juró ante el juez Clarence Thomas y Donald Trump como nuevo miembro del Tribunal Supremo de Estados Unidos. En la votación definitiva en el Senado, su confirmación obtuvo 52 votos positivos y 48 negativos. Ante la evidencia de un currículum impecable e inapelable, los senadores demócratas, entre ellos la aspirante a vicepresidente Kamala Harris (partidaria, como Joe Biden, del aborto hasta el momento del nacimiento), basaron parte de sus ataques en la influencia que su fe católica, sus convicciones provida y su respeto al sentido originario de la Constitución pudiesen tener en futuras decisiones sobre el derecho a la vida o el derecho a la libertad religiosa. La anécdota estelar durante las audiencias de confirmación tuvo lugar cuando un senador republicano le pidió que enseñase las notas con las que había ha acudido a someterse al duro escrutinio, que superó con brillantez. «Impresionante», dijo al ver una libreta vacía (pincha aquí para ver el vídeo de ese momento). Durante su primer mandato, Trump ha nombrado para el Tribunal Supremo tres jueces provida, dos de ellos católicos practicantes, una influencia que puede dejarse sentir durante décadas, al ser cargos vitalicios para los que el presidente ha elegido a tres personas jóvenes. Por ese motivo, en el caso de que Biden ganase las elecciones y el Congreso, los demócratas han manifestado su voluntad de violentar una norma vigente durante más de siglo y medio, que fija en 9 el número de jueces el Tribunal Supremo, y aumentar ese número para nombrar con su hipotética nueva mayoría los jueces «progresistas» suficientes para invertir la mayoría provida y favorable a la libertad religiosa que ha conformado Trump. Pincha aquí para ampliar la información.