Hay en la Iglesia quien parece alegrarse de que una parte de los católicos abandone la práctica religiosa y la asistencia al culto, lamenta el padre Santiago Martín. Es una desafección que se ha cultivado durante sesenta años convirtiendo a Cristo en una cosa equiparable a las cosas del mundo, olvidando que es una Persona a quien lo debemos todo y convirtiendo a su Cuerpo Místico en «casa de confusión».