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Kenny Rogers: una canción provida
Viernes, 27 de marzo de 2020 11:00

El 20 de marzo falleció, a los 81 años de edad, Kenny Rogers, una de las grandes estrellas del country en Estados Unidos que también triunfó fuera de su país con temas como The Gambler (1978) o Lady (1980). Se divorció cuatro veces, y aunque siempre fue discreto sobre sus convicciones religiosas, evocaba con afecto su educación cristiana y en 2011 grabó un álbum titulado The Love of God [El amor de Dios] con temas clásicos del gospel. En 2006 lanzó una canción que dio título a todo el álbum Water & Bridges [Agua y puentes]. En dicho tema, escrito por Tim Nichols y Craig Wiseman, Rogers expresa el pesar de un hombre al evocar un aborto provocado de un hijo suyo. Así dice la letra: «Yo era joven, ella también. La vida no tardó mucho en dejar de ser un misterio... Nada podía salir mal. Cuando ella llamó, tenía una falta. Así que fuimos al norte del estado y resolvimos aquello... Pero ahora echo la vista atrás a algunas de mis decisiones, ahora que ya es demasiado tarde para cambiar... Como padre, podría haber abrazado a mi hijo. Si pudiera deshacer lo que se hizo... pero supongo que todo el mundo vive con water and bridges [el pasado que ya no se puede alterar]». Tras interpretar a ese hombre crepuscular, Rogers pone voz a quien se supone es un hijo suyo posterior: «Mi viejo lo tuvo difícil, porque, como su padre, cuando bebía demasiado se volvía malo y lo pagaba conmigo. Así que un día le hablé airadamente y me fui. Jamás hice siquiera intención de volver a casa. Mamá me dijo que pidió perdón la noche en la que murió». Una triste balada sobre las consecuencias del aborto para su tercera víctima, además del niño muerto a manos de quien lo lleva en su seno: el padre que, aunque con menor vínculo físico que la madre, es consciente de que ha matado a su hijo.