[Advertimos de la dureza de las imágenes.] El caso de Arline Lester, de 91 años, es paradigmático de las consecuencias de la mentalidad eutanásica y de disposición sobre la propia vida. Tras ser sometida a la amputación de una pierna en un hospital de Nueva York, la mujer necesita ventilación asistida. En los años 90 dejó por escrito que, en caso de verse en esta situación, autorizaba que dicha ventilación le fuese retirada. Uno de sus dos hijos quiere que se cumpla esa voluntad. Pero el otro hermano ha recogido pruebas inequívocas de que su madre quiere vivir, y sostiene que debe primar la voluntad últimamente expresada, y no la que se formuló entonces. En el vídeo, grabado el 7 de noviembre, la señora Lester responde afirmativamente con la cabeza a la pregunta de si quiere seguir viviendo. Luego, a instancias de su hijo, ella misma dice con los labios «I want to stay alive» [Quiero seguir viviendo]. El caso ha empezado a verse en los tribunales esta semana. Es relativamente frecuente que personas que autorizaron en su día que se las dejara morir en caso de severas discapacidades (entonces consideradas, solo teóricamente, como algo insuperable), al verse luego en ellas cambian de opinión porque el instinto de vivir es más fuerte e inspira la esperanza de superar todas las dificultades.