Militantes provida plantaron 100.000 banderas ante el edificio del Tribunal Supremo de Canadá, en Ottawa, para recordar el número de abortos que se producen cada año en el país. Pero también, como dice al principio una de las organizadoras del acto, para recordar que detrás de cada bandera, de cada aborto, hay una madre «que se ve sometida a un procedimiento médico invasivo, tal vez creyendo que acabando con la vida de su hijo todo le irá mejor, o que tal vez se ve coaccionada por el temor a perder una relación, o una carrera, o algo importante para ella»; y también detrás de cada bandera hay un padre «que nunca verá a su hijo». En 1988 esa institución judicial declaró inconstitucional cualquier límite al aborto, que en Canadá se puede practicar en cualquier momento del embarazo y sin causa.