Este jueves por la mañana, el cardenal Crescenzio Sepe, arzobispo de Nápoles, anunció «la buena noticia»: como sucede casi todos los años en la fiesta de San Genaro, patrono de la ciudad martirizado en el año 305, su sangre se licuó. El purpurado bendijo luego con ella a la multitud congregada a las puertas de la catedral napolitana.