La pintora barcelonesa Alicia Ibarra vivía inmersa en su mundo artístico y profesional y, aunque no alejada de Dios y rodeada de seres queridos, sentía una permanente soledad que llevaba la tristeza a su vida. Un día, durante una misa, eso cambió, como cuenta ella misma a Javier Navascués en una entrevista de Militia Dei Prod.