Ella, anoréxica, se curó tras descubrir la Eucaristía y el verdadero alimento
Emily y la «teología de la comida»: «Las comidas familiares alegres anticipan la comunión con Dios»
Emily Stimpson habla de la “teología de la comida” y de “la mesa del católico”, conceptos relacionados con la alimentación y su dimensión espiritual. Y lo hace una mujer que durante años luchó contra la comida, sufrió anorexia y sólo el descubrir su fe de niña y la Eucaristía le ayudaron a salir de este trastorno que afecta a muchas miles de personas.
Una vez sanada y consciente que los alimentos tienen una dimensión sacramental, Emily profundizó en este aspecto y a través de un blog primero y un libro después difunde esta teología de la comida.
En una entrevista con Isabel Molina para la Revista Misión, Emily Stimpson explica este concepto. “En las Escrituras tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la comida simboliza la bondad de Dios, su sustento y su amor. Lo vemos en el desierto, cuando Dios envía pan del cielo a los israelitas. O en las bodas de Caná, cuando Jesús transforma agua sucia en el mejor vino. Dios se sirve del alimento para hacer patente que Él es Amor. Y nuestra necesidad de satisfacer el hambre también nos recuerda que no somos autosuficientes, que dependemos del alimento y, más aún, de Dios y de su gracia”.
Una forma diferente de entender la nutrición
Decidió centrarse en este aspecto tras su anorexia y descubrir “el significado de la Eucaristía, de la teología del cuerpo y de lo que la Iglesia llama la ‘cosmovisión sacramental’”. Todo ello cambió –explica- “mi forma de entender la nutrición y recobré la salud”.
En este recorrido, Emily Stimpson comprendió que “toda la realidad ordinaria sobre la comida nos dirige hacia una verdad extraordinaria sobre la Eucaristía”.
“La comida nos da fuerzas, la Eucaristía nos llena de gracia santificante, que es la misma vida de Dios. La comida, exquisita y deliciosa, nos da alegría; la Eucarístia nos lleva a la alegría sin fin que es Cristo”, señala.
Afianzar los vínculos en torno a la mesa
Por ello, Stimpson recalca de manera importante que “cuando nos sentamos juntos a la mesa se afianzan nuestros vínculos; la Eucaristía hace de nosotros una comunidad en el cuerpo de Cristo. Por último, preparar una comida requiere sacrificio (tiempo, dinero, energía); y la Eucaristía es el mayor sacrificio que jamás ha tenido lugar: la muerte de Cristo en la cruz”.
El mismo Jesús dio mucha importancia en su vida, tal y como recogen los Evangelios, a la comida tanto a la hora de reunirse en torno a una mesa como a la hora de hacer milagros.
“Comer con quienes amamos es un acto profundamente humano. Es una forma de comunión. Y Jesús era profunda y completamente humano, y lo reflejaba en la forma en que vivía. En esos gestos Él nos mostró la manera de hacer apostolado y de servir a los demás a través de la hospitalidad y la convivencia”, añade esta estadounidense.
De este modo, esta católica defiende la gran importancia de comer en familia. En su opinión, “la cena imprime al día un ritmo y una alegría especial. En ella los niños aprenden qué es lo importante. No hace falta que sean cenas elaboradas, lo fundamental es hacer de ese encuentro algo irrenunciable. Un tiempo para estar juntos, sin nada que nos distraiga”.
Un anticipo de la comunión
También la mesa familiar tiene un significado sacramental. Según Stimpson, lo que la Iglesia llama “cosmovisión sacramental” es “darse cuenta de que toda la creación es un regalo y una ocasión para acercarnos a Dios”.
Stimpson recuerda que “el demonio quiere que pasemos por alto estas enseñanzas escondidas en lo que nos rodea; que veamos el mundo desfigurado y encontremos en la comida un problema: algo para controlar, temer o excedernos. Todos los aspectos de la comida que he mencionado –fortalecer, alimentar, reconfortar, curar, construir comunidad, darnos alegría- requieren sacrificio. Por eso, cuando damos a la comida la importancia que tiene, niños y adultos comprenden lo que hace la Eucaristía en el alma. Las comidas familiares alegres son anticipo de la comunión a la que Dios nos invita en la Iglesia. Nos preparan para ella y nos ayudan a decirle ‘sí’”.