«Legalizar la eutanasia significará un cambio social del valor de la persona y su dignidad»
La necesidad de iniciar a los estudiantes universitarios y al público no especializado en los temas fundamentales de la Ética y de la Bioética, situando a la persona como centro y criterio básico de cualquier actividad profesional en el ámbito de las “ciencias de la salud”, justifica la aparición de este breve manual del sacerdote Roberto Esteban Duque, autor de una decena de libros, profesor de Ética y Bioética en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid.
Editado por Rialp, La primacía de la persona comienza por depurar conceptualmente los fundamentos y proponer las cuestiones básicas de la ética (el bien, la verdad, la persona humana y su dignidad, los valores, los principios, las normas), asumiendo la bioética de la virtud y el personalismo como reacción crítica al paradigma de la bioética de los principios. El profesor Esteban Duque aborda temas de permanente actualidad, como el aborto, la eutanasia y los cuidados paliativos, pero incorpora en su nuevo libro una amplitud de temas relacionadas con la psicología como la culpa, la reparación y el perdón, o la ética de la atención psicológica con pacientes y con instituciones.
- Un libro más. Son ya diez en su haber.
- Así es, soy un tipo afortunado. Mis libros se publican. Quiero agradecer a Rialp esta edición tan cuidada. Presenté el manuscrito en la editorial y en un tiempo récord, apenas diez días, lo aceptaron.
- Quizá sea el esfuerzo de comprender la Psicología a la luz de la Ética una de las novedades que apunta en su manual
- Es posible, pero sólo porque la génesis del libro es un curso de Bioética dirigido a universitarios del Grado de Psicología. En realidad, el manual es fundamental para el ámbito de las Ciencias de la Salud, para Humanidades o Biomedicina, pero también para quien desee profundizar en el comportamiento humano, en los conocimientos éticos y en la bioética.
Roberto Esteban Duque es profesor de Ética y Bioética en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid
- ¿Cuáles son las líneas maestras del libro?
- Quizá sea la principal el esfuerzo por recuperar la esencial dependencia de la ética con respecto a la antropología. Una ética que haga abstracción del hombre incurrirá en una mera normativa. Y la cuestión ética no consiste en cómo adaptar la conducta a la norma sino en cómo ajustarla al ser humano y a su verdad; es decir, para resolver los problemas planteados por el progreso científico y la organización social de la medicina lo primero consistirá en responder a la cuestión sobre el valor de la persona, sus prerrogativas y deberes para poder excluir toda posibilidad de instrumentalización.
- ¿Por qué la primacía de la persona? ¿A qué se refiere?
- Lo acabo de apuntar. Hasta los años noventa la antropología de referencia era el “principialismo”, basado en la aplicación de los principios de beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia. En los últimos años esta propuesta ha cedido ante otros enfoques como la ética de las virtudes y el personalismo, un paradigma que se asume en este libro. Históricamente, es posible hablar de un personalismo relacional, donde lo importante es la subjetividad relacional, y de un personalismo hermenéutico, donde se subraya la primacía de la conciencia. Aquí mantenemos un personalismo ontológico, formulado por Elio Sgreccia, que destaca la unidad sustancial de cuerpo y alma, el valor objetivo de la dignidad intrínseca de la persona como un límite infranqueable de cualquier actividad biotecnocientífica, la propuesta de una bioética fundada en el deber de respetar la vida humana, en todas sus manifestaciones, desde el momento de la concepción hasta el último instante de la misma.
- ¿Qué ocurre con el principialismo?
- Algo muy sencillo y que pocos autores apuntan: cierra la puerta a cualquier consideración de acciones intrínsecamente inmorales. Frente a esto, hay que decir que las acciones pueden ser buenas o malas, al margen de cualquier especificación intencional. Determinadas acciones son siempre desordenadas, independientemente de la intención del sujeto que las realiza y de sus consecuencias. El libro recoge una visión crítica muy amplia de este paradigma bioético.
- Parece que en el principialismo se queda la acción en una completa indeterminación.
- Eso es. Los principios son incapaces de cumplir su objetivo: resolver qué hay que hacer en una situación concreta. ¿Es bueno prestar asistencia a un recién nacido con múltiples problemas de salud o es mejor dejarlo morir? Humanizar la medicina consiste en reconocer la dignidad de persona en todo sujeto humano. El primer bien es la vida, quitarla es la mayor privación que se puede infligir a una persona. El segundo mayor bien es la integridad de la misma.
Si quieres adquirir este libro puede hacerlo pinchando AQUÍ
- ¿Por qué con demasiada frecuencia no se respeta a la persona, sobre todo al más débil? ¿Será posible algún día salvar la intrínseca dignidad de la persona?
- Esa doble pregunta es la piedra angular de todo el edificio: cuando no hay respeto es porque hay una antropología materialista, pragmática, funcionalista. Es algo que ocurre con el embrión humano, con la persona que se encuentra en un estado vegetativo, con los deficientes psíquicos o los enfermos terminales. Pero sin ir tan lejos lo tenemos a diario, en los mismos hogares: cuando el anciano pierde su autonomía se convierte en una enojosa carga de la que uno busca liberarse cuanto antes. El sufrimiento es algo que nosotros no soportamos, aspirando a una vida cómoda y hedonista. Cuando decimos no poder ver sufrir al ser querido, con frecuencia somos nosotros los que no estamos dispuestos a sufrir.
Será posible salvaguardar la dignidad ontológica de la persona cuando se rehabilite una concepción teleológica de la naturaleza: más allá de los procesos empíricos, la naturaleza posee un telos, un orden y unas tendencias que la ciencia no agota. Sólo un determinado concepto de hombre, conforme a su naturaleza humana, con un sentido inscrito en ella, podrá salvar la intrínseca dignidad permanente de la persona.
- ¿Por qué se piensa que en esos casos antes mencionados no hay persona humana?
- Por la separación que se realiza entre el cuerpo y la dimensión personal, con la consiguiente instrumentalización y desprotección del cuerpo. El cuerpo manifiesta a la persona, debe ser protegido como fuente de normatividad, como fundamento de toda ética y derecho. La separación es propia de una perspectiva materialista, donde sólo se valoran las acciones del hombre bajo los aspectos pragmáticos y útiles. Una impronta personalista buscará siempre la unidad de alma y cuerpo y el bien de la persona.
- Pero esto ocurre también en otros ámbitos, como la fecundación artificial o la maternidad sustitutiva
- Lo que se produce aquí es una falta de respeto a la dignidad de la persona, un ataque a la unidad conyugal y parental, una verdadera manipulación de la corporeidad del hijo, contemplado no ya como un don sino como un derecho. Plantear al hijo como una necesidad significa volver a enfoques antropológicos que Occidente ha intentado superar con el fin de no considerar a los demás bajo el aspecto de su utilidad, dando consistencia a la tesis de la idéntica dignidad e igualdad entre todos los hombres.
- Está a punto de ser despenalizada la eutanasia. ¿Qué piensa?
- Que es un inmenso error. Mejor dicho, un gran mal. En Bélgica, la eutanasia comenzó a permitirse para enfermos terminales, luego para enfermos graves o con grandes dolores, más tarde para personas con algún trastorno mental. Ahora quiere ampliarse para el simple malestar psicológico, haciéndose indistinguible del suicidio asistido.
Legalizar la eutanasia significará un cambio social del valor de la persona y su dignidad. La ley no señala los criterios precisos de sufrimiento insoportable e inútil, por lo que toda reclamación ante cualquier negligencia en esta área terminará en una “tierra de nadie” legal. La ley no es adecuada para los problemas extremos; no está para gestionar un valor en sí y por sí tan alto, pero irreducible a una fórmula jurídica, como la compasión. Y las situaciones eutanásicas son situaciones de compasión y excepción. Hay que trascender la presión mediática, social, cultural, ideológica. ¿Cuántos son en realidad los individuos que libremente deciden terminar con su vida?
Por lo demás, la medicina paliativa es una respuesta ética ante la situación terminal, encontrando en ella reconocimiento de la dignidad, respeto a la vida y a la muerte, y una actitud positiva ante el dolor. Las consecuencias imprevistas de nuestros actos no deben ser consideradas a la hora de evaluar la acción del agente. Lo importante para el juicio moral es el efecto pretendido, la intención del agente que obra, lo que quien actúa busca con su acción. Los cuidados paliativos buscan aliviar el dolor, aunque puedan acortar la vida. La eutanasia busca directamente provocar la muerte, y el mal moral nunca puede ser objeto de elección.
Editado por Rialp, La primacía de la persona comienza por depurar conceptualmente los fundamentos y proponer las cuestiones básicas de la ética (el bien, la verdad, la persona humana y su dignidad, los valores, los principios, las normas), asumiendo la bioética de la virtud y el personalismo como reacción crítica al paradigma de la bioética de los principios. El profesor Esteban Duque aborda temas de permanente actualidad, como el aborto, la eutanasia y los cuidados paliativos, pero incorpora en su nuevo libro una amplitud de temas relacionadas con la psicología como la culpa, la reparación y el perdón, o la ética de la atención psicológica con pacientes y con instituciones.
- Un libro más. Son ya diez en su haber.
- Así es, soy un tipo afortunado. Mis libros se publican. Quiero agradecer a Rialp esta edición tan cuidada. Presenté el manuscrito en la editorial y en un tiempo récord, apenas diez días, lo aceptaron.
- Quizá sea el esfuerzo de comprender la Psicología a la luz de la Ética una de las novedades que apunta en su manual
- Es posible, pero sólo porque la génesis del libro es un curso de Bioética dirigido a universitarios del Grado de Psicología. En realidad, el manual es fundamental para el ámbito de las Ciencias de la Salud, para Humanidades o Biomedicina, pero también para quien desee profundizar en el comportamiento humano, en los conocimientos éticos y en la bioética.
Roberto Esteban Duque es profesor de Ética y Bioética en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid
- ¿Cuáles son las líneas maestras del libro?
- Quizá sea la principal el esfuerzo por recuperar la esencial dependencia de la ética con respecto a la antropología. Una ética que haga abstracción del hombre incurrirá en una mera normativa. Y la cuestión ética no consiste en cómo adaptar la conducta a la norma sino en cómo ajustarla al ser humano y a su verdad; es decir, para resolver los problemas planteados por el progreso científico y la organización social de la medicina lo primero consistirá en responder a la cuestión sobre el valor de la persona, sus prerrogativas y deberes para poder excluir toda posibilidad de instrumentalización.
- ¿Por qué la primacía de la persona? ¿A qué se refiere?
- Lo acabo de apuntar. Hasta los años noventa la antropología de referencia era el “principialismo”, basado en la aplicación de los principios de beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia. En los últimos años esta propuesta ha cedido ante otros enfoques como la ética de las virtudes y el personalismo, un paradigma que se asume en este libro. Históricamente, es posible hablar de un personalismo relacional, donde lo importante es la subjetividad relacional, y de un personalismo hermenéutico, donde se subraya la primacía de la conciencia. Aquí mantenemos un personalismo ontológico, formulado por Elio Sgreccia, que destaca la unidad sustancial de cuerpo y alma, el valor objetivo de la dignidad intrínseca de la persona como un límite infranqueable de cualquier actividad biotecnocientífica, la propuesta de una bioética fundada en el deber de respetar la vida humana, en todas sus manifestaciones, desde el momento de la concepción hasta el último instante de la misma.
- ¿Qué ocurre con el principialismo?
- Algo muy sencillo y que pocos autores apuntan: cierra la puerta a cualquier consideración de acciones intrínsecamente inmorales. Frente a esto, hay que decir que las acciones pueden ser buenas o malas, al margen de cualquier especificación intencional. Determinadas acciones son siempre desordenadas, independientemente de la intención del sujeto que las realiza y de sus consecuencias. El libro recoge una visión crítica muy amplia de este paradigma bioético.
- Parece que en el principialismo se queda la acción en una completa indeterminación.
- Eso es. Los principios son incapaces de cumplir su objetivo: resolver qué hay que hacer en una situación concreta. ¿Es bueno prestar asistencia a un recién nacido con múltiples problemas de salud o es mejor dejarlo morir? Humanizar la medicina consiste en reconocer la dignidad de persona en todo sujeto humano. El primer bien es la vida, quitarla es la mayor privación que se puede infligir a una persona. El segundo mayor bien es la integridad de la misma.
Si quieres adquirir este libro puede hacerlo pinchando AQUÍ
- ¿Por qué con demasiada frecuencia no se respeta a la persona, sobre todo al más débil? ¿Será posible algún día salvar la intrínseca dignidad de la persona?
- Esa doble pregunta es la piedra angular de todo el edificio: cuando no hay respeto es porque hay una antropología materialista, pragmática, funcionalista. Es algo que ocurre con el embrión humano, con la persona que se encuentra en un estado vegetativo, con los deficientes psíquicos o los enfermos terminales. Pero sin ir tan lejos lo tenemos a diario, en los mismos hogares: cuando el anciano pierde su autonomía se convierte en una enojosa carga de la que uno busca liberarse cuanto antes. El sufrimiento es algo que nosotros no soportamos, aspirando a una vida cómoda y hedonista. Cuando decimos no poder ver sufrir al ser querido, con frecuencia somos nosotros los que no estamos dispuestos a sufrir.
Será posible salvaguardar la dignidad ontológica de la persona cuando se rehabilite una concepción teleológica de la naturaleza: más allá de los procesos empíricos, la naturaleza posee un telos, un orden y unas tendencias que la ciencia no agota. Sólo un determinado concepto de hombre, conforme a su naturaleza humana, con un sentido inscrito en ella, podrá salvar la intrínseca dignidad permanente de la persona.
- ¿Por qué se piensa que en esos casos antes mencionados no hay persona humana?
- Por la separación que se realiza entre el cuerpo y la dimensión personal, con la consiguiente instrumentalización y desprotección del cuerpo. El cuerpo manifiesta a la persona, debe ser protegido como fuente de normatividad, como fundamento de toda ética y derecho. La separación es propia de una perspectiva materialista, donde sólo se valoran las acciones del hombre bajo los aspectos pragmáticos y útiles. Una impronta personalista buscará siempre la unidad de alma y cuerpo y el bien de la persona.
- Pero esto ocurre también en otros ámbitos, como la fecundación artificial o la maternidad sustitutiva
- Lo que se produce aquí es una falta de respeto a la dignidad de la persona, un ataque a la unidad conyugal y parental, una verdadera manipulación de la corporeidad del hijo, contemplado no ya como un don sino como un derecho. Plantear al hijo como una necesidad significa volver a enfoques antropológicos que Occidente ha intentado superar con el fin de no considerar a los demás bajo el aspecto de su utilidad, dando consistencia a la tesis de la idéntica dignidad e igualdad entre todos los hombres.
- Está a punto de ser despenalizada la eutanasia. ¿Qué piensa?
- Que es un inmenso error. Mejor dicho, un gran mal. En Bélgica, la eutanasia comenzó a permitirse para enfermos terminales, luego para enfermos graves o con grandes dolores, más tarde para personas con algún trastorno mental. Ahora quiere ampliarse para el simple malestar psicológico, haciéndose indistinguible del suicidio asistido.
Legalizar la eutanasia significará un cambio social del valor de la persona y su dignidad. La ley no señala los criterios precisos de sufrimiento insoportable e inútil, por lo que toda reclamación ante cualquier negligencia en esta área terminará en una “tierra de nadie” legal. La ley no es adecuada para los problemas extremos; no está para gestionar un valor en sí y por sí tan alto, pero irreducible a una fórmula jurídica, como la compasión. Y las situaciones eutanásicas son situaciones de compasión y excepción. Hay que trascender la presión mediática, social, cultural, ideológica. ¿Cuántos son en realidad los individuos que libremente deciden terminar con su vida?
Por lo demás, la medicina paliativa es una respuesta ética ante la situación terminal, encontrando en ella reconocimiento de la dignidad, respeto a la vida y a la muerte, y una actitud positiva ante el dolor. Las consecuencias imprevistas de nuestros actos no deben ser consideradas a la hora de evaluar la acción del agente. Lo importante para el juicio moral es el efecto pretendido, la intención del agente que obra, lo que quien actúa busca con su acción. Los cuidados paliativos buscan aliviar el dolor, aunque puedan acortar la vida. La eutanasia busca directamente provocar la muerte, y el mal moral nunca puede ser objeto de elección.
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