Según Terry Schilling, en 1997 Occidente se rindió al porno, pero hoy puede limitarlo... si quiere
Es posible, con la ley y la técnica, reducir mucho el tsunami de porno online, pero hay que actuar
Cada vez más sectores sociales se dan cuenta, en todo el mundo, de la gravedad de la pornografía online. Incluso si tu hija de 12 años no tiene móvil, cuando se reúne con algún amiguito que sí lo tiene, logra acceso fácil a muchas más perversiones traumatizantes de las que podía soñar un adicto cualquiera en los años 90.
Hacia 1980, para conseguir un VHS o una revista erótica había que pasar vergüenza y pagar
Hacia 1990 en la Internet primitiva, había fotos porno gratis, muchas, y algún gif compulsivo.
Hacia el 2000 y 2005, ya había vídeos porno infinitos; enganchaban, y pagando se ofrecían más
Hacia 2010 ya se difunden las transmisiones en directo: "haz tal cosa, ponte así, he pagado para ello", dice el cliente por chat o micrófono a la mujer (o la niña, o el niño).
Durante mucho tiempo, quizá por una inercia llegada de Estados Unidos, ha habido en Occidente cierto derrotismo contra esta plaga y muchos han pensado que "no se puede hacer nada" para frenar el porno infinito 24h/7.
Pero a medida que los sociólogos y médicos constatan sus efectos dañinos en niños, mujeres, adolescentes y familias, incluyendo efectos físicos y medibles en el cerebro y relación con la violencia sexual y el tráfico de mujeres y niños, tanto las asociaciones familiares o conservadoras como las feministas se van dando cuenta de que es necesario limitar (mucho) el porno. Cuando lo estudian, ven que es posible hacerlo.
En España, por ejemplo, empiezan a trabajar en ello el Foro de la Familia y la asociación E-Cristians. En Estados Unidos, Terry Schilling, de American Principles Project, ha analizado en la influyente revista First Things 3 formas en que el porno online puede limitarse, y ha explicado por qué ha habido tanta inacción en este tema desde 1997.
Los precedentes: en los 80 y 90 ya hubo límites al porno
A finales de los años 80, en EEUU, conservadores y feministas colaboraron con la administración Reagan para limitar la pornografía presionando a las empresas productoras. Así, aprobaron leyes que:
- combatían el tráfico de víctimas sexuales
- prohibieron la transmisión digital de toda pornografía infantil
- exigían a los productores verificar la edad adulta de todos los participantes en la producción
Además, el departamento de Justicia de EEUU presionó a las grandes empresas distribuidoras, y en 1990 había 7 de las mayores distribuidoras nacionales de vídeos y revistas que ya no participaban en el negocio.
En 1973, a raíz del juicio Miller vs. California, se estableció una definición de lo "obsceno" legalmente perseguible, que cumplía tres cosas:
a) lo que una persona habitualmente entiende que tiene interés lascivo
b) las descripciones o imágenes de comportamiento sexual palmariamente ofensivo
c) la falta de "valor científico, político, artístico o literario serio"
Los tribunales, de los años 70 a finales de los 90, dejaban claro que lo "obsceno" (o sea, el porno) no era "libertad de expresión protegida por la Constitución) y que el Estado podía regularlo. También quedó claro que el Gobierno puede y debe proteger a los niños de exposiciones que pueden dañarles, incluso si no son "porno".
Lo que cambió en 1997
En 1996 el presidente Bill Clinton firmó el Acta de Decencia en Comunicaciones (CDA) dentro de una ley sobre telecomunicaciones. Era la primera ley federal (para todo EEUU) sobre pornografía online. Hacía ilegal que nadie pudiera enviar contenidos sexuales ("comentarios, peticiones, sugerencias, propuestas, imágenes" y "representaciones de actividades sexuales") a un menor de 18 años. Ilegalizaba las transmisiones "obscenas e indecentes" para menores de esa edad.
Pero en 1997, a instancias de la asociación laicista y progresista ACLU, el Tribunal Supremo de EEUU redujo los efectos de esa norma. En realidad, la sentencia (llamada Reno vs. Aclu) permitía al Estado hacer aún muchas cosas contra el porno, pero desde ese año, ante un correctivo que en realidad era de alcance limitado, tanto el Gobierno de Clinton como los siguientes, las asociaciones feministas y las conservadoras, tiraron la toalla y dejaron de luchar por limitar el porno online.
Tres espacios para mejorar las cosas
Terry Schilling señala tres líneas de acción que Estados Unidos (y otros países) pueden emprender para limitar el porno online hoy, cuando ya casi se cumplen dos décadas de siglo XXI, con toda su tecnología comunicativa.
1) Que los proveedores de Internet se autorregulen, o forzarles con una ley
Cuando en Inglaterra el entonces primer minitro David Cameron empezó a hablar de leyes para regular a los proveedores, ellos mismos (al menos los 4 más grandes) se adelantaron con una autorregulación. Sky Broadband empezó a bloquear el porno "por defecto" (a menos que un usuario adulto especifique lo contarrio) a partir de 2016. Creó filtros bloqueadores según la hora del día. Ni siquiera hizo falta una ley parlamentaria: las empresas se adelantaron. Pero una ley en un país podría obligarles a ofrecer algo similar.
2) Crear zonas porno, como el dominio .xxx, y sacarlo del resto de Internet
Se puede "encapsular" el porno con un dominio .xxx (y prohibirlo fuera de ese dominio) o encapsular a los usuarios: asegurarse que se identifican como adultos, por ejemplo, con una tarjeta de crédito (aunque es verdad que algún menor puede robar la tarjeta de sus padres) o pidiendo un Documento Nacional de Identidad que demuestre la edad adulta. Lo mejor sería ilegalizar directamente todo material porno que no esté ubicado en su zona .xxx.
3) Perseguir los sitios de "agregación" haciéndolos responsables
Muchas veces, el peor porno está en lugares web de "suba usted su vídeo". Ahí se suben vídeos de gatitos... y de personas explotadas en la industria porno, porno casero con gente engañada o ex-novias, o con víctimas de trata, con menores. Las webs de "agregación de vídeos" pueden decir que "no se hacen responsables", pero la ley de un país sí puede establecer que son responsables... y eso las obligará a seleccionar mucho sus contenidos y lo que permiten que se suba.
Quizá la peor amenaza contra la seguridad online de los niños y el riesgo de la adicción al porno sean los padres que dan móviles con Internet a sus hijos (¿por qué no un móvil "sólo-para-llamadas", sin acceso a Internet?), un Internet donde hay mucho más porno y más peligros que en el peor barrio de la ciudad.
Pero algo puede mejorar, también en la conciencia social, si las asociaciones logran que los Parlamentos establezcan leyes que aborden el problema en la industria y defiendan la protección de los menores. Existen soluciones tecnológicas y legales para avanzar en ello.
Quien quiera sumarse desde España a la lucha contra el porno online puede contactar con el Foro de la Familia o la asociación E-Cristians.
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