Horarios, orientaciones... y saber «ayunar» de móvil, tablet o TV algunas temporadas
Las pantallas ya están en tu casa y pueden dañar tu familia: párate y mira estas reglas para su uso
A veces nos sentimos ignorados en nuestra propia casa. Nuestra hija nos ignora porque ha recibido un mensaje de Whatsapp o nuestro hijo no escucha porque está enganchado a la tablet. Y no solo ellos: los padres también "pasan" de sus hijos, atrapados por simples mensajes en sus dispositivos.
No se trata de lamentarnos por cómo nos aíslan, sino de convertir las tecnologías en unas aliadas bajo control. Así lo recoge Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo en este artículo para la revista Misión (www.revistamision.com), en el que desvela algunas claves sobre cómo controlar estas nuevas tecnologías con la ayuda de las expertas María José Olesti y María Álvarez de las Asturias.
“Las nuevas tecnologías han supuesto una ventaja para mejorar la comunicación en la familia. A través de Skype, WhatsApp, FaceTime o Facebook podemos establecer comunicación de forma más rápida y sencilla con miembros de la familia que están lejos, sin demasiado protocolo, estemos donde estemos”, afirma María José Olesti, directora del observatorio familiar The Family Watch (www.thefamilywatch.org).
Sin embargo, el destello de las pantallas no puede ocultar una realidad que ha empezado a emerger en muchos hogares, pues móviles y tabletas también pueden impedir la comunicación tanto en el matrimonio como entre padres e hijos. Buen ejemplo son “los chats de WhatsApp, que a veces son una distracción y nos impiden estar con quienes tenemos al lado”, matiza Olesti.
Pedir ayuda
El mal uso de estos dispositivos ha provocado que muchas familias hayan tenido que recurrir ya a una ayuda profesional. María Álvarez de las Asturias, directora del instituto de orientación familiar Coincidir (www.coincidir.es), confirma que “estamos viendo en las consultas cómo el uso de la tecnología interfiere en las relaciones de pareja y en la familia”.
Cuando ocurre, es preciso darse cuenta de que “no se trata de no usar las tecnologías, o de prohibirlas, sino de pararse para regular el uso que le estamos dando, de forma que de verdad nos sirvan para mejorar la comunicación”, explica.
En particular, recomienda estar alerta ante cualquier uso “que haga difícil la comunicación cara a cara. Por ejemplo, si una familia está en el salón de casa, y uno está viendo la tele, otro la tableta y otro el móvil, eso es estar ‘yuxtapuestos’, pero no juntos”.
Medidas sencillas
Para mejorar el uso de las tecnologías en casa, Álvarez de las Asturias recomienda “ser muy sinceros unos con otros, y ver si tal o cual dispositivo nos ayuda o no. Y si tenemos la sensación de que deberíamos regular su uso o pasar menos tiempo con él, debemos reconocerlo y, a partir de ahí, marcarse un plan, que no tiene por qué ser para todos igual”.
En este sentido, Olesti señala que “una medida que suele funcionar es establecer horarios y normas de uso. Por ejemplo, acostumbrarse a llegar a casa y dejar el móvil en la entrada”.
También la directora de Coincidir añade que se trata de delimitar para qué, cuándo y cómo usar estos dispositivos, pues la autorregulación se nos puede escapar de las manos fácilmente: “Las tecnologías son divertidas, enganchan y hacen la comunicación más ‘cómoda’, ya que, si una conversación no te apetece, desconectas, algo imposible en la vida real”.
En cualquier caso, la invasión de las pantallas no debe empujarnos a cerrar las puertas de nuestro hogar como si fuera un castillo inexpugnable. “Hay que lograr ponerlas a nuestro favor”, aconseja Olesti.
Y Álvarez de las Asturias propone lanzar una mirada más espiritual en este terreno: “Es bueno usar las cosas abiertamente y sin esconderse: disfrutar de las relaciones, de la familia… Y cuidar la vida de fe, porque cuando Cristo está en el corazón, lo demás se va ordenando”.
Algunas pistas prácticas
María Álvarez de las Asturias, directora del instituto de orientación familiar Coincidir, y María José Olesti, directora del observatorio de familia The Family Watch, dan unas pautas para regular el uso de las pantallas en casa:
“Ayunar” de móvil o tableta: Es bueno, de vez en cuando, desconectar totalmente, pues esto ayuda a saber si estamos enganchados. Si nos genera ansiedad, es señal de que existe un conflicto que habrá que resolver.
No prohibir: Conviene hablar mucho con los hijos del uso que damos a estos dispositivos, pero no prohibirlos, porque lo prohibido resulta más apetecible.
Orientar su uso: Sentarnos ante el ordenador o compartir la tableta con los hijos nos ayudará a conocer sus gustos e intereses, para guiarlos.
Fijar horarios y límites para todos: Es labor de los padres establecer pautas para su uso. A los pequeños, hay que ponerles normas porque no tienen la capacidad de regularse, e impedirles que naveguen solos por la red. Con los mayores, pactar un uso adecuado.
¡Pero ojo!, los padres también tienen que cumplir las mismas normas. Si se acuerda cenar sin móvil ni televisión, ellos son los primeros que lo deben cumplir.
No dejar que los dispositivos nos aíslen: Como pauta general, no conviene dejar que cada uno se aísle con las tecnologías en su habitación.
Dar prioridad al que está presente: Debemos atender siempre primero a las personas que tenemos con nosotros. Es, además, una norma básica de educación.
No se trata de lamentarnos por cómo nos aíslan, sino de convertir las tecnologías en unas aliadas bajo control. Así lo recoge Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo en este artículo para la revista Misión (www.revistamision.com), en el que desvela algunas claves sobre cómo controlar estas nuevas tecnologías con la ayuda de las expertas María José Olesti y María Álvarez de las Asturias.
“Las nuevas tecnologías han supuesto una ventaja para mejorar la comunicación en la familia. A través de Skype, WhatsApp, FaceTime o Facebook podemos establecer comunicación de forma más rápida y sencilla con miembros de la familia que están lejos, sin demasiado protocolo, estemos donde estemos”, afirma María José Olesti, directora del observatorio familiar The Family Watch (www.thefamilywatch.org).
Sin embargo, el destello de las pantallas no puede ocultar una realidad que ha empezado a emerger en muchos hogares, pues móviles y tabletas también pueden impedir la comunicación tanto en el matrimonio como entre padres e hijos. Buen ejemplo son “los chats de WhatsApp, que a veces son una distracción y nos impiden estar con quienes tenemos al lado”, matiza Olesti.
Pedir ayuda
El mal uso de estos dispositivos ha provocado que muchas familias hayan tenido que recurrir ya a una ayuda profesional. María Álvarez de las Asturias, directora del instituto de orientación familiar Coincidir (www.coincidir.es), confirma que “estamos viendo en las consultas cómo el uso de la tecnología interfiere en las relaciones de pareja y en la familia”.
Cuando ocurre, es preciso darse cuenta de que “no se trata de no usar las tecnologías, o de prohibirlas, sino de pararse para regular el uso que le estamos dando, de forma que de verdad nos sirvan para mejorar la comunicación”, explica.
En particular, recomienda estar alerta ante cualquier uso “que haga difícil la comunicación cara a cara. Por ejemplo, si una familia está en el salón de casa, y uno está viendo la tele, otro la tableta y otro el móvil, eso es estar ‘yuxtapuestos’, pero no juntos”.
Medidas sencillas
Para mejorar el uso de las tecnologías en casa, Álvarez de las Asturias recomienda “ser muy sinceros unos con otros, y ver si tal o cual dispositivo nos ayuda o no. Y si tenemos la sensación de que deberíamos regular su uso o pasar menos tiempo con él, debemos reconocerlo y, a partir de ahí, marcarse un plan, que no tiene por qué ser para todos igual”.
En este sentido, Olesti señala que “una medida que suele funcionar es establecer horarios y normas de uso. Por ejemplo, acostumbrarse a llegar a casa y dejar el móvil en la entrada”.
También la directora de Coincidir añade que se trata de delimitar para qué, cuándo y cómo usar estos dispositivos, pues la autorregulación se nos puede escapar de las manos fácilmente: “Las tecnologías son divertidas, enganchan y hacen la comunicación más ‘cómoda’, ya que, si una conversación no te apetece, desconectas, algo imposible en la vida real”.
En cualquier caso, la invasión de las pantallas no debe empujarnos a cerrar las puertas de nuestro hogar como si fuera un castillo inexpugnable. “Hay que lograr ponerlas a nuestro favor”, aconseja Olesti.
Y Álvarez de las Asturias propone lanzar una mirada más espiritual en este terreno: “Es bueno usar las cosas abiertamente y sin esconderse: disfrutar de las relaciones, de la familia… Y cuidar la vida de fe, porque cuando Cristo está en el corazón, lo demás se va ordenando”.
Algunas pistas prácticas
María Álvarez de las Asturias, directora del instituto de orientación familiar Coincidir, y María José Olesti, directora del observatorio de familia The Family Watch, dan unas pautas para regular el uso de las pantallas en casa:
“Ayunar” de móvil o tableta: Es bueno, de vez en cuando, desconectar totalmente, pues esto ayuda a saber si estamos enganchados. Si nos genera ansiedad, es señal de que existe un conflicto que habrá que resolver.
No prohibir: Conviene hablar mucho con los hijos del uso que damos a estos dispositivos, pero no prohibirlos, porque lo prohibido resulta más apetecible.
Orientar su uso: Sentarnos ante el ordenador o compartir la tableta con los hijos nos ayudará a conocer sus gustos e intereses, para guiarlos.
Fijar horarios y límites para todos: Es labor de los padres establecer pautas para su uso. A los pequeños, hay que ponerles normas porque no tienen la capacidad de regularse, e impedirles que naveguen solos por la red. Con los mayores, pactar un uso adecuado.
¡Pero ojo!, los padres también tienen que cumplir las mismas normas. Si se acuerda cenar sin móvil ni televisión, ellos son los primeros que lo deben cumplir.
No dejar que los dispositivos nos aíslen: Como pauta general, no conviene dejar que cada uno se aísle con las tecnologías en su habitación.
Dar prioridad al que está presente: Debemos atender siempre primero a las personas que tenemos con nosotros. Es, además, una norma básica de educación.
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