Ellos mismos narran la dureza de buscar a un padre ausente en internet o tener hermanos desconocidos
Hijos, los olvidados de la FIV que sufren duelos, carencias y riesgos de por vida: «Es terrorífico»
El caso de Ana Obregón y su adquisición de un bebé con esperma de su hijo por vientre de alquiler ha desatado un terremoto mediático. Tanto en su caso como en los de miles de personas anónimas que recurren a la reproducción asistida, esta se presenta con un halo de optimismo y romanticismo. Se resalta la alegría de los nuevos padres pero se olvida cómo aumentan por miles las vidas inconexas, repletas de dudas y trastornos psicoafectivos en los niños que fueron concebidos viéndose negados de por vida de poder conocer a su padre biológico.
A menudo, cuando estos son adultos, invierten tiempo a partes iguales entre terapias y consultas y realizándose test genéticos para poder conocer a alguno de sus muchos hermanos repartidos por el mundo. Y con suerte, a su figura paterna.
Uno de esos casos es el de María Sellés, una joven de 32 años que fue concebida con esperma de un donante anónimo y que dedica buena parte de su tiempo en buscar a la familia que nunca conoció. También en ayudar a otras personas que nacieron como resultado de la reproducción asistida a través de AFID, organización fundada por ella misma para exigir que la legislación vigente permita conocer la identidad de los donantes.
En su caso, afirma que su sufrimiento por no saber quién es su padre le ha acarreado problemas añadidos de salud mental.
"Nosotras no somos un sueño. Es terrorífico"
"Siento que me han amputado algo. Me dicen: `Ya tienes a tu madre´. Es como si te dijeran que como tienes dos brazos, te cortan uno", lamentó recientemente en declaraciones a La Vanguardia.
También le duele cuando le dicen que fue una hija muy deseada o que tuvo mucha suerte mientras que se potencia el duelo genético -el que atraviesan las personas que asumen que no serán progenitores biológicos de sus hijos- de quienes buscan un bebé mediante la reproducción asistida, como si los hijos resultantes careciesen de personalidad, dignidad o vida propias.
"En la reproducción asistida todo está enfocado desde la perspectiva de la gente que hace la crianza, no de los nacidos. Todo se mira para que unos padres que quieran tener un hijo lo puedan hacer, pero el derecho a tener hijos no existe. El único derecho real es el de las personas a conocer sus orígenes. Nosotras no somos un sueño, eso me parece terrorífico, como si fuera comprarse un perro o hacer un viaje", denuncia.
Piensa, por último, en los cuatro hermanos que tiene -quizá más, dice- y de los que no sabe nada, aunque no pierde la esperanza de conocerlos algún día.
Precisamente sobre el duelo en pacientes nacidos por reproducción asistida se ha especializado Anna Martín (nombre ficticio), psicóloga también concebida con esperma de donante que aborda en su consulta cuestiones relativas al arraigo, el duelo genético y el trauma generacional, el que se transmite de padres a hijos y de abuelos a nietos. "Cuando te falta una pieza del puzle te cuesta sanar. Si tienes esa parte es más fácil hacerlo", asegura.
Todo por… ¿las familias?
Muestra de las palabras de María y que en la FIV los hijos son poco más que una cifra son las palabras del presidente de la Sociedad Española de Fertilidad y especialista de la clínica Fertty de Barcelona, Juan José Espinós.
El propio doctor no se preocupa en ocultar la "drástica reducción" de los tratamientos que supondría atender las demandas legales de las víctimas de la FIV para suprimir el anonimato del donante... con la cuantiosa suma que ello supondría. Teniendo en cuenta que en su página web afirman tener entre 200 y 1.000 ciclos al año con un precio que oscila entre 3.900 y 5.900 euros con donantes de esperma, la facturación, en el peor de los casos, podría ascender a los 780.000 euros. Si se realizasen los 1.000 ciclos con donantes, podría aumentar hasta casi los 6 millones.
Juan José Espinós dirige una clínica de FIV en Barcelona. Pese a los grandes perjuicios que esta técnicagenera en los nacidos, se muestra contrario a permitirles conocer a sus padres biológicos: se trata de una demanda que "reduciría drásticamente" sus ingresos.
En palabras del propio Espinós, si se levantase el anonimato “el efecto sería el mismo que ha tenido en otros países de Europa, como Francia, Portugal y Reino Unidos, se reduciría drásticamente el número de donantes. Los donantes no tienen ningún interés en formar una familia y quieren preservar su derecho a la intimidad", justifica.
Cuando no conocer a 4 hermanos es ser "afortunado"
Con todo, podría pensarse que María es una chica con suerte, pues "solo" tiene cuatro hermanos perdidos. Algo insignificante si se compara a los cientos de hijos que tiene un donante neerlandés de 41 años, actualmente en juicio por haber engendrado a 550 niños ante el desconocimiento de las clínicas y familias con quienes los tuvo.
"Si hubiera sabido que ya había tenido más de cien hijos, nunca le hubiera elegido. Cuando pienso en las consecuencias que esto podría tener para mi hijo, me quedo con mal cuerpo y me entra la incertidumbre sobre su futuro: ¿cuántos hijos más habrá?", se pregunta Eva, la madre que inicia ahora la denuncia en los tribunales contra el donante.
Podría pensarse que el de la reproducción asistida es un caso minoritario. Lo cierto es que actualmente el 10% de los bebés que nacen cada año en España lo hacen mediante este tipo de tratamientos, siendo muchos de ellos hijos de donantes anónimos.
Concretamente, de los 38.000 ciclos de fecundación in vitro que se llevaron a cabo en España en 2020, más de 10.000 precisaron de donaciones de esperma u ovocitos. Se trata de una cifra irrisoria motivada por el covid: en 2019, los tratamientos de fecundación in vitro ascendieron a casi 150.000. De los nacidos mediante esta técnica en 2020, un tercio lo hicieron gracias a óvulos donados de otras mujeres, debido a la elevada edad de las mujeres que acuden a estas técnicas.
Consecuencias: terapia, insultos, carencias afectivas o la propia vida
Josep Marqués es "otro" de esos casos en los que no pensaron antes de concebirle de forma artificial. Hoy, a los 40 años, trata sus carencias en terapia, su padre -no biológico- nunca le ha dicho que le quiere -cree que se debe a "una frialdad que quizá viene de ahí"-, incluso narra como su vida ha corrido peligro precisamente por no conocer a su padre.
"Soy una persona bastante hipocondríaca y una vez tuve un ataque de angustia y tuvo que venir a buscarme una ambulancia. Me preguntaron por antecedentes de infarto y me di cuenta de que no sé nada de la historia médica de la familia de mi padre biológico. Me entró el pánico. El derecho a conocer el historial médico del donante es básico, es de cajón", denuncia.
Aún recuerda como desde pequeño se referían a él como "el hijo del butanero" debido a la ausencia de parecido con su padre biológico.
Explica que, como María, ha comprado un test genético por internet, se conoce al dedillo la web de My Heritage -para encontrar coincidencias genéticas- y continuamente piensa en su "otra" familia. "Igual me he cruzado con un hermano y ni él ni yo lo sabemos", lamenta. Por el momento, trata de sobrellevar la situación en sesiones de terapia.