El testimonio de Rebecca Kiessling
«Mi madre no deseaba abortarme tras la violación»: la policía la indujo, el abortero la insultaba...
Rebecca Kiessling fue concebida como resultado de una violación. Ha intervenido en numerosas ocasiones en el debate sobre el aborto en casos similares, pronunciándose en contra de que el hijo inocente pague con su vida el delito de su padre. He aquí su testimonio.
Me adoptaron al poco de nacer. Hasta los diez años no supe que era fruto de la violación brutal a punta de cuchillo de un violador en serie. Como la mayoría de las personas nunca me había planteado el tema del aborto pero, a partir de ese momento, empecé a considerar cómo éste incidía directamente en mi propia existencia. Me retumbaban en la cabeza las opiniones de la gente que, en el tono más despreocupado, decían: "Bueno, excepto en casos de violación" o peor: "Especialmente, en casos de violación". Ellos no me conocen pero se permiten valorar mi vida por la manera concreta en que me concibieron. Me siento en la obligación y con la responsabilidad de demostrarles que yo tenía el mismo derecho a nacer que cualquier otro y que mi vida no es despreciable, como me han dicho alguna vez, sino que vale exactamente igual que cualquier otra.
Quienes se declaran partidarios del aborto o están a favor de la excepción en el caso de violación tendrían que tener la valentía de mirarme fijamente a los ojos y decirme: "Pienso que tu madre debería haberte abortado". Yo nunca podría decirle algo similar a nadie. Es como si te dijesen que si de ellos dependiera, estarías muerta. Pero yo vivo esta situación. Están equivocados cuando me dicen: "Yo soy partidario del aborto en el supuesto de la violación y, si naciste, es porque en la década de los 60 no estaba contemplado este supuesto". Y se quedan tan anchos y no profundizan más. Y no se percatan de que duele mucho. Tengo la esperanza, como niña concebida en una violación, de poner los puntos sobre las íes a esta situación.
Hoy mi madre biológica está feliz por habernos encontrado pero ella me ha confesado que intentó abortarme ilegalmente en dos ocasiones. Tras la violación la misma policía la remitió a una especie de "consejero" para estos casos que no dudó en recomendarle el aborto como la mejor salida. En aquellos tiempos no existían los centros de apoyo y ayuda a la mujer gestante y la pusieron en contacto directamente con los abortistas. Pero las condiciones para el aborto eran tan precarias -un piso clandestino sucio y una mesa para la intervención llena de sangre por todas partes- que salió huyendo de allí, como hicieron, también, tantas mujeres.
Para un segundo intento se puso en contacto con un abortista más caro. Las condiciones que le puso eran que se encontraría con alguien por la noche. Se acercarían a ella por la espalda, le dirían su nombre y le taparían los ojos. La sentarían en el asiento trasero del coche y la conducirían al abortorio clandestino y, una vez realizado el aborto, como si de sacar una muela se tratase, la devolverían al mismo lugar.
¡Es patético! Pero estoy segura de que mucha gente movería la cabeza y aun comentarían, apiadándose de mi madre biológica, que es horrible todo lo que tuvo que hacer la pobre para conseguir abortarme. ¡Cuánta sangre fría! Mi madre hoy está bien y siguió con su vida pero, si hubiese conseguido abortarme, yo no estaría aquí. Cuando estaba en el vientre de mi madre era "yo", igual que a los cuatro días o cuatro años. ¡Y me podrían haber asesinado!
Mi madre no deseaba abortarme tras la violación pero fue convencida para que lo hiciera. Gracias a Dios el carácter agrio y mal hablado del segundo abortista del callejón oscuro provocó que se asustase y renunciara al intento. Cuando le comunicó por teléfono que había decidido tener a su bebé la despreció y la insultó. No desistió el abortista en su propósito y al día siguiente la llamó insistiendo y volvió a repetirse el mismo cuadro de insultos. El tiempo fue pasando y en el tercer trimestre del embarazo la dejaron en paz ya que el aborto en estadios tan avanzados sería mucho más caro y peligroso.
Estoy contenta de haber salvado mi vida. Mucha gente de buena voluntad se alegra por mí y me dice:"Mira, tenía que ser así". Pero yo, educada en una familia judía y recibida después en la Iglesia católica, sé que la Voluntad de Dios es que todos los niños engendrados nazcan y se salven y no puedo quedarme de brazos cruzados diciendo: "Pues sí, sí que tuve suerte". ¿Podrías hacerlo tú?
Una de las cosas más importantes que he aprendido es que un violador no es mi creador por mucho que haya personas que se afanen para que lo piense. Mi valor se establece no por ser consecuencia de una violación sino porque soy hija de Dios. El Salmo 68,5-6 declara: "Padre de huérfanos… es Dios en su santa morada. Dios hace habitar en familia a los desamparados"; y el Salmo 27:10 nos dice: "Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Dios con todo me recogerá". Yo sé que no existe estigma en ser adoptado.
El Nuevo Testamento nos dice que Dios nos adopta como Hijos suyos a través de Jesucristo Nuestro Señor así que la adopción tiene un papel muy importante como reflejo de su Amor por nosotros.
Sé, y así se lo voy a enseñar a mis hijos, que su valía no depende de las circunstancias en las que fueron concebidos ni de sus hermanos ni sus compañeros ni de su hogar ni de su ropa ni de su inteligencia ni de sus riquezas ni de sus capacidades o limitaciones. Todo esto, son baremos impuestos por la sociedad. Muchos conferenciantes expertos en motivación explican a sus audiencias que serán felices si consiguen alcanzar un prestigio o estatus social pero no se dan cuenta de que muchísimas personas no lo podrán nunca alcanzar. Entonces, ¿nunca serán nadie? Las personas no tenemos que exhibir ante nadie nuestras capacidades. Y, si de veras quieres saber cuánto vales, lo que tienes que hacer es mirar al Calvario. Porque ése es el precio que Cristo pagó por tu vida y que tiene valor incalculable e infinito. Él cree que yo soy bastante valiosa y tú también. ¿Se animan a apoyar conmigo el valor de la vida sin excepción?
Artículo publicado originalmente en el blog de la autora, en su edición española.
Me adoptaron al poco de nacer. Hasta los diez años no supe que era fruto de la violación brutal a punta de cuchillo de un violador en serie. Como la mayoría de las personas nunca me había planteado el tema del aborto pero, a partir de ese momento, empecé a considerar cómo éste incidía directamente en mi propia existencia. Me retumbaban en la cabeza las opiniones de la gente que, en el tono más despreocupado, decían: "Bueno, excepto en casos de violación" o peor: "Especialmente, en casos de violación". Ellos no me conocen pero se permiten valorar mi vida por la manera concreta en que me concibieron. Me siento en la obligación y con la responsabilidad de demostrarles que yo tenía el mismo derecho a nacer que cualquier otro y que mi vida no es despreciable, como me han dicho alguna vez, sino que vale exactamente igual que cualquier otra.
Quienes se declaran partidarios del aborto o están a favor de la excepción en el caso de violación tendrían que tener la valentía de mirarme fijamente a los ojos y decirme: "Pienso que tu madre debería haberte abortado". Yo nunca podría decirle algo similar a nadie. Es como si te dijesen que si de ellos dependiera, estarías muerta. Pero yo vivo esta situación. Están equivocados cuando me dicen: "Yo soy partidario del aborto en el supuesto de la violación y, si naciste, es porque en la década de los 60 no estaba contemplado este supuesto". Y se quedan tan anchos y no profundizan más. Y no se percatan de que duele mucho. Tengo la esperanza, como niña concebida en una violación, de poner los puntos sobre las íes a esta situación.
Hoy mi madre biológica está feliz por habernos encontrado pero ella me ha confesado que intentó abortarme ilegalmente en dos ocasiones. Tras la violación la misma policía la remitió a una especie de "consejero" para estos casos que no dudó en recomendarle el aborto como la mejor salida. En aquellos tiempos no existían los centros de apoyo y ayuda a la mujer gestante y la pusieron en contacto directamente con los abortistas. Pero las condiciones para el aborto eran tan precarias -un piso clandestino sucio y una mesa para la intervención llena de sangre por todas partes- que salió huyendo de allí, como hicieron, también, tantas mujeres.
Para un segundo intento se puso en contacto con un abortista más caro. Las condiciones que le puso eran que se encontraría con alguien por la noche. Se acercarían a ella por la espalda, le dirían su nombre y le taparían los ojos. La sentarían en el asiento trasero del coche y la conducirían al abortorio clandestino y, una vez realizado el aborto, como si de sacar una muela se tratase, la devolverían al mismo lugar.
¡Es patético! Pero estoy segura de que mucha gente movería la cabeza y aun comentarían, apiadándose de mi madre biológica, que es horrible todo lo que tuvo que hacer la pobre para conseguir abortarme. ¡Cuánta sangre fría! Mi madre hoy está bien y siguió con su vida pero, si hubiese conseguido abortarme, yo no estaría aquí. Cuando estaba en el vientre de mi madre era "yo", igual que a los cuatro días o cuatro años. ¡Y me podrían haber asesinado!
Mi madre no deseaba abortarme tras la violación pero fue convencida para que lo hiciera. Gracias a Dios el carácter agrio y mal hablado del segundo abortista del callejón oscuro provocó que se asustase y renunciara al intento. Cuando le comunicó por teléfono que había decidido tener a su bebé la despreció y la insultó. No desistió el abortista en su propósito y al día siguiente la llamó insistiendo y volvió a repetirse el mismo cuadro de insultos. El tiempo fue pasando y en el tercer trimestre del embarazo la dejaron en paz ya que el aborto en estadios tan avanzados sería mucho más caro y peligroso.
Estoy contenta de haber salvado mi vida. Mucha gente de buena voluntad se alegra por mí y me dice:"Mira, tenía que ser así". Pero yo, educada en una familia judía y recibida después en la Iglesia católica, sé que la Voluntad de Dios es que todos los niños engendrados nazcan y se salven y no puedo quedarme de brazos cruzados diciendo: "Pues sí, sí que tuve suerte". ¿Podrías hacerlo tú?
Una de las cosas más importantes que he aprendido es que un violador no es mi creador por mucho que haya personas que se afanen para que lo piense. Mi valor se establece no por ser consecuencia de una violación sino porque soy hija de Dios. El Salmo 68,5-6 declara: "Padre de huérfanos… es Dios en su santa morada. Dios hace habitar en familia a los desamparados"; y el Salmo 27:10 nos dice: "Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Dios con todo me recogerá". Yo sé que no existe estigma en ser adoptado.
El Nuevo Testamento nos dice que Dios nos adopta como Hijos suyos a través de Jesucristo Nuestro Señor así que la adopción tiene un papel muy importante como reflejo de su Amor por nosotros.
Sé, y así se lo voy a enseñar a mis hijos, que su valía no depende de las circunstancias en las que fueron concebidos ni de sus hermanos ni sus compañeros ni de su hogar ni de su ropa ni de su inteligencia ni de sus riquezas ni de sus capacidades o limitaciones. Todo esto, son baremos impuestos por la sociedad. Muchos conferenciantes expertos en motivación explican a sus audiencias que serán felices si consiguen alcanzar un prestigio o estatus social pero no se dan cuenta de que muchísimas personas no lo podrán nunca alcanzar. Entonces, ¿nunca serán nadie? Las personas no tenemos que exhibir ante nadie nuestras capacidades. Y, si de veras quieres saber cuánto vales, lo que tienes que hacer es mirar al Calvario. Porque ése es el precio que Cristo pagó por tu vida y que tiene valor incalculable e infinito. Él cree que yo soy bastante valiosa y tú también. ¿Se animan a apoyar conmigo el valor de la vida sin excepción?
Artículo publicado originalmente en el blog de la autora, en su edición española.
Comentarios