«¿Y qué si el aborto acaba con una vida?»
Los abortistas reconvierten su propio lenguaje: «¡Dejad de considerarlo "una decisión difícil"!»
Desde hace algún tiempo los abortistas dan por perdida una de sus batallas: la consideración del no nacido como "no humano".
"Sí, es un niño, y sí, vamos a matarlo": así hay que transmitírselo a la madre, según la trabajadora de un abortorio, precisamente para que la negación de la evidencia no acabe volviéndose a favor de la vida.
En realidad nadie ha dudado nunca que desde el momento de la concepción existe una criatura nueva y distinta de la mujer que lo acoge en su seno. Pero antes de internet era posible para el poderoso lobby abortista impedir que periódicos y televisiones difundiesen como prueba imágenes de los fetos torturados y destrozados. Internet y la lucha persistente de las instituciones y organizaciones provida acabaron con esa imposición ideológica y acientífica. Los partidarios de que sea la mujer quien "decida" se encontraron con la dificultad de justificar que alguien pueda "decidir" matar a alguien (además indefenso, y que es además su hijo) y presentarlo además como un derecho humano.
Nada de "decisión difícil"
Tal es esa dificultad, que está en marcha una clara campaña tendente a obviar ese paso mediante el sencillo expediente de aceptar esa humanidad y personalidad del feto, y al mismo tiempo quitar toda relevancia moral a su eliminación. Dejad de llamar al aborto "una decisión difícil", pedía el 15 de agosto la feminista Janet Harris desde las páginas del Washington Post. Pero no se lo pedía a los partidarios de la vida, sino a sus propios compañeros de fatigas de la cultura de la muerte, desde Planned Parenthood (el emporio industrial del aborto) a Hillary Clinton.
"Cuando la comunidad pro-choice [pro-elección] califica el aborto como una decisión difícil, implica que las mujeres necesitan ayuda para decidir, lo que abre la puerta a las leyes paternalistas de consentimiento informado y estigmatiza el aborto y a las mujeres que lo necesitan", afirma. Y añade con frialdad: "Con frencuencia el aborto no es una decisión difícil. En mi caso, sin duda no lo fue".
Explica que se quedó embarazada de su novio a los 18 años, a mediados de los años ochenta, y lo tuvo claro: "Un embarazo no deseado habría descarrilado mi futuro, complicándome acabar el instituto y tener la vida independente y productiva que deseaba".
Nada "difícil", pues. Janet Harris entiende que los provida utilicen ese adjetivo porque suaviza la consideración sobre la mujer que ha cometido un "asesinato". Pero critica que lo utilicen los partidarios del aborto: "Es un reconocimiento tácido de que terminar un embarazo es un asunto moral que requiere un debate ético. Decir que decidir abortar es ´una decisión difícil´ implica un debate sobre si el feto debería vivir, y por lo tanto le otorga un estatus de ser. Pone el foco sobre el feto, más que sobre la madre". La cuestión es más sencilla, remata: "Para muchas es una simple elección, y a menudo la única solución práctica".
Vida humana y "entidad no autónoma"
Ésa es la razón de que se haya introducido en los últimos años con el impulso de la ONU la idea de los "derechos reproductivos de la mujer" y de que, como señala Wesley J. Smith en la revista de pensamiento conservadora y provida First Things, la estrategia legal de las entidades abortistas se centre en ellos y en su garantía por los estados, dado que cualquier medida de protección del no nacido, por mínima que sea si es eficaz, acaba cerrando abortorios por falta de rentabilidad, como está sucediendo en Estados Unidos.
De ahí que otra abortista, Mary Elizabeth Williams, columnista de cabecera en el portal informativo Salon.com, pudiese afirmar con tranquilidad, en un artículo titulado ¿Y qué si el aborto acaba con una vida? publicado a principios de 2013: "Creo que la vida empieza con la concepción. Y eso nunca me ha impedido ser pro-choice".
Williams empieza explicando lo difícil que esa para los abortistas ("pro-elección") situarse frente a los provida, pues a nadie le gusta figurar en el bando de los enemigos de la vida. Pero es que (afirma tras situar el debate de nuevo en términos de los derechos reproductivos), "he aquí la complicada realidad en la que vivimos: que no todas las vidas son iguales... Un feto puede ser una vida humana sin tener por ello los mismos derechos que la vida de la mujer en cuyo cuerpo reside. Ella es la que manda. Su vida [de ella] y lo que sea correcto para sus circunstancias y para su salud priman automáticamente sobre los derechos de la entidad no autónoma que hay dentro de ellas".
Es más. Critica la contradicción de las mujeres que se refieren a los "amasijos de células" que abortan, pero luego hablan de los "hijos" que tienen. Como el más granado antiabortista, Williams argumenta que "un feto no puede catalogarse como vida humana sólo si está destinado a nacer... ¿Acaso sólo eres humano cuando naces? ¿O sólo cuando eres viable fuera del útero?".
Pero, naturalmente, su visión es distinta a un provida: hay que aceptar el aborto a ciencia y conciencia de que se elimina a un ser humano: "Y que eso deje de amargar a quienes defendemos una libertad reproductiva sin límites".
"Sí, es un niño, y sí, vamos a matarlo": así hay que transmitírselo a la madre, según la trabajadora de un abortorio, precisamente para que la negación de la evidencia no acabe volviéndose a favor de la vida.
En realidad nadie ha dudado nunca que desde el momento de la concepción existe una criatura nueva y distinta de la mujer que lo acoge en su seno. Pero antes de internet era posible para el poderoso lobby abortista impedir que periódicos y televisiones difundiesen como prueba imágenes de los fetos torturados y destrozados. Internet y la lucha persistente de las instituciones y organizaciones provida acabaron con esa imposición ideológica y acientífica. Los partidarios de que sea la mujer quien "decida" se encontraron con la dificultad de justificar que alguien pueda "decidir" matar a alguien (además indefenso, y que es además su hijo) y presentarlo además como un derecho humano.
Nada de "decisión difícil"
Tal es esa dificultad, que está en marcha una clara campaña tendente a obviar ese paso mediante el sencillo expediente de aceptar esa humanidad y personalidad del feto, y al mismo tiempo quitar toda relevancia moral a su eliminación. Dejad de llamar al aborto "una decisión difícil", pedía el 15 de agosto la feminista Janet Harris desde las páginas del Washington Post. Pero no se lo pedía a los partidarios de la vida, sino a sus propios compañeros de fatigas de la cultura de la muerte, desde Planned Parenthood (el emporio industrial del aborto) a Hillary Clinton.
"Cuando la comunidad pro-choice [pro-elección] califica el aborto como una decisión difícil, implica que las mujeres necesitan ayuda para decidir, lo que abre la puerta a las leyes paternalistas de consentimiento informado y estigmatiza el aborto y a las mujeres que lo necesitan", afirma. Y añade con frialdad: "Con frencuencia el aborto no es una decisión difícil. En mi caso, sin duda no lo fue".
Explica que se quedó embarazada de su novio a los 18 años, a mediados de los años ochenta, y lo tuvo claro: "Un embarazo no deseado habría descarrilado mi futuro, complicándome acabar el instituto y tener la vida independente y productiva que deseaba".
Nada "difícil", pues. Janet Harris entiende que los provida utilicen ese adjetivo porque suaviza la consideración sobre la mujer que ha cometido un "asesinato". Pero critica que lo utilicen los partidarios del aborto: "Es un reconocimiento tácido de que terminar un embarazo es un asunto moral que requiere un debate ético. Decir que decidir abortar es ´una decisión difícil´ implica un debate sobre si el feto debería vivir, y por lo tanto le otorga un estatus de ser. Pone el foco sobre el feto, más que sobre la madre". La cuestión es más sencilla, remata: "Para muchas es una simple elección, y a menudo la única solución práctica".
Vida humana y "entidad no autónoma"
Ésa es la razón de que se haya introducido en los últimos años con el impulso de la ONU la idea de los "derechos reproductivos de la mujer" y de que, como señala Wesley J. Smith en la revista de pensamiento conservadora y provida First Things, la estrategia legal de las entidades abortistas se centre en ellos y en su garantía por los estados, dado que cualquier medida de protección del no nacido, por mínima que sea si es eficaz, acaba cerrando abortorios por falta de rentabilidad, como está sucediendo en Estados Unidos.
De ahí que otra abortista, Mary Elizabeth Williams, columnista de cabecera en el portal informativo Salon.com, pudiese afirmar con tranquilidad, en un artículo titulado ¿Y qué si el aborto acaba con una vida? publicado a principios de 2013: "Creo que la vida empieza con la concepción. Y eso nunca me ha impedido ser pro-choice".
Williams empieza explicando lo difícil que esa para los abortistas ("pro-elección") situarse frente a los provida, pues a nadie le gusta figurar en el bando de los enemigos de la vida. Pero es que (afirma tras situar el debate de nuevo en términos de los derechos reproductivos), "he aquí la complicada realidad en la que vivimos: que no todas las vidas son iguales... Un feto puede ser una vida humana sin tener por ello los mismos derechos que la vida de la mujer en cuyo cuerpo reside. Ella es la que manda. Su vida [de ella] y lo que sea correcto para sus circunstancias y para su salud priman automáticamente sobre los derechos de la entidad no autónoma que hay dentro de ellas".
Es más. Critica la contradicción de las mujeres que se refieren a los "amasijos de células" que abortan, pero luego hablan de los "hijos" que tienen. Como el más granado antiabortista, Williams argumenta que "un feto no puede catalogarse como vida humana sólo si está destinado a nacer... ¿Acaso sólo eres humano cuando naces? ¿O sólo cuando eres viable fuera del útero?".
Pero, naturalmente, su visión es distinta a un provida: hay que aceptar el aborto a ciencia y conciencia de que se elimina a un ser humano: "Y que eso deje de amargar a quienes defendemos una libertad reproductiva sin límites".
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