Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Jennifer denuncia la complicidad de los abortorios con los violadores y abusadores

Quedó embarazada de su profesor en el colegio: no quería abortar, la engañaron y mataron a su hijo

Quedó embarazada de su profesor en el colegio: no quería abortar, la engañaron y mataron a su hijo
«Si tienen 14 años o menos, mándelas aquí si necesitan un aborto»: una imagen captada con cámara oculta por la organización provida Live Action en un abortorio de Planned Parenthood en Perth Amboy (Nueva Jersey).

ReL

Los negocios abortistas han sido acusados más de una vez (incluso con pruebas obtenidas mediante cámara oculta) de encubrir abusos sexuales a menores cuando dan lugar a un embarazo, procediendo al aborto reclamado por el abusador en vez de denunciarle a las autoridades.

El blog provida Salvar el 1 recoge uno de esos casos, relatado en primera persona por Jennifer McCoy, de Wichita (Kansas, Estados Unidos), quien padeció un infierno por un aborto que no quería y logró salir adelante gracias al Proyecto Raquel, que atiende a mujeres víctimas de ese drama:

Jennifer quedó embarazada tras una violación y la obligaron a abortar

Estoy escribiendo esto en el 21º aniversario de mi aborto y me cuesta creer que haya pasado tanto tiempo. Gracias al Proyecto Raquel y algunas largas charlas con Dios estoy mucho mejor y he solucionado la mayoría de mis problemas. 

Cuando tenía 15 años, en Michigan, tuve una relación sentimental con un profesor de Secundaria que tenía más del doble de mi edad y estaba casado. De hecho, tenía hijos de mi misma edad. Era muy joven y pensé que estaba enamorada. Cuando tenía 16 años, me quedé embarazada.

Mi mamá se enteró cuando la enfermera del doctor la llamó y le dio los resultados de mi prueba de embarazo. Ella se dispuso a averiguar quién era el padre siguiéndome. 
Cuando lo descubrió, lo amenazó con la pérdida de su trabajo, su familia y su libertad. Luego me comunicó que me había pedido cita para abortar. Dije: "¡No!"  y me marché a casa de una familia donde ayudé a cuidar a sus cuatro hijos y seguí asistiendo a la escuela.

Mi madre presionó al padre de mi hijo y me hicieron mi primera cita de obstetricia y ginecología en la clínica del Dr. Hodari en Southgate. Pensando que iba a una revisión prenatal, fui y llené algunos papeles, aunque no un formulario de consentimiento porque sabía que no quería un aborto. Hablé allí con una asesora y le dije que yo no quería abortar. Ella me dio información sobre el control de la natalidad y nada más. Entonces me dijeron que necesitaba un ultrasonido. La pantalla se mantuvo alejada de mí y me dijeron que estaba de 7-8 semanas. 

Se suponía que la siguiente parte era el examen, que era una rutina, según me dijeron. Cuando aquel hombre entró en la habitación y le dije que estaba lista para un examen, masculló algo. De repente, sentí un dolor insoportable y escuché un ruido como de vacío. Intenté levantarme y él me empujó hacia abajo.

Vídeo difundido en mayo de 2018 por la organización provida Live Action, donde se denuncia la complicidad del negocio del aborto con los abusadores y violadores que, con la complicidad de los abortorios (conscientes de la edad de sus víctimas), eliminan en la prueba de su crimen: el embarazo de una menor.

Estaba llorando y él dijo: "Terminará en cinco minutos y puedes continuar con tu vida. Si te mueves, podrías morir". Estaba aterrorizada y todo lo que podía hacer en ese momento era llorar. Tenía miedo y estaba sola en esa habitación. Sentí que me estaban arrancando algo dentro de mí y no había nada que pudiera hacer. El hombre que me dejó embarazada estaba en la sala de espera.

¡Estaba enojada porque nadie me ayudaba! Sabían en la clínica que este hombre mayor era el responsable de embarazarme, pero nadie dijo una palabra. El aborto iba a encubrir su delito, ocultando el hecho de haber tenido relaciones sexuales con una menor. Por eso los violadores aman el aborto, porque borra toda huella de sus crímenes.

No había nadie en la calle, ningún pro-vida rezando fuera, porque sé que si una sola persona me hubiera alertado de que entraba en un abortorio y no en un consultorio de obstetricia y ginecología, entonces yo nunca habría entrado.

Algunas semanas después, llevé a este hombre a juicio y su abogado presentó los documentos en los que afirmaba que mi madre había firmado los documentos necesarios para que pudiera hacerme el aborto sin mi consentimiento. Me sentí completamente traicionada y el bebé que tanto deseaba estaba muerto. Sé que era un niño, así que años más tarde, después de décadas de no estar bien y no poder ni levantarme de la cama, asistí a un retiro del Proyecto Raquel y lo llamé Austin Christopher.

Mi madre todavía vive en Michigan y hoy nuestra relación es buena. Después del aborto, había querido morir. Luego, en 1994, fui al Proyecto Raquel y fue la primera vez que realmente lidié con mi aborto y con las relaciones rotas que éste había provocado, incluida mi madre. Aunque tenemos creencias completamente diferentes, ella sostiene que tomó las decisiones correctas así que, por respeto a ella, hemos decidido no hablar más del asunto. Ella siente que tenemos una buena relación y yo estoy de acuerdo. Pero costó años y pasar por el Proyecto Raquel para llegar a ella.

Comencé a ir a las clínicas de abortos como voluntaria en 1991. Desde entonces, sentí que Dios me llamaba a estar allí, en primera fila donde las niñas y jóvenes que van a abortar deben saber que hay ayuda para ellas y su bebé, que no están solas y que hay gente que se preocupa por ellas.

Mis hijos asisten a la escuela católica. En Secundaria una de las clases de moralidad incluía tres historias de niñas que iban a abortar. Los estudiantes debían elegir una y debatir qué se podía hacer para tratar de disuadirlas. ¿Qué les dirían a la niña? Cuando la tarea terminó, mi hija dijo que ésa era mi historia. Ella está en el décimo grado. Hemos ido juntas a las clínicas de abortos durante años. Cuando una de mis hijas tenía ocho años, fue a hablar con una joven sobre el aborto y esa joven le puso a su bebé el nombre de mi hija. Estoy muy contenta de que mis hijos "lo entiendan" y de ahorrarles el dolor que yo soporté.

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