Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Esperanza Sádaba y José Ángel Gutiérrez, inspirados por la fe y los ejemplos de otras familias

No tenían hijos y adoptaron dos con síndrome de Down: ¿qué alimentó su decisión valiente?

No tenían hijos y adoptaron dos con síndrome de Down: ¿qué alimentó su decisión valiente?
José Ángel y Esperanza en Roma - su fe y el gran ejemplo de otras familias han alimentado su entrega como padres

ReL

Esperanza Sádaba y José Ángel Gutiérrez son un matrimonio católico español que han contado en Down21.org cómo decidieron adoptar a sus dos hijos con síndrome de down (primero al niño, un tiempo después a la niña). "Llegaron a nuestro hogar cuando tenían siete y seis meses de edad, respectivamente. Y lo han llenado de alegría, actividad, caos, amor, ternura y vida…, ¡pura vida!"

Las causas que les llevaron a dar estos pasos fueron varias, pero se pueden resumir en tres: deseaban ser padres, su fe les animaba y conocían familias con hijos down (en persona o a través de los medios de comunicación) que les inspiraron para afrontar la vida con valentía y generosidad.

"No pudimos tener hijos biológicos. Nos casamos con la ilusión de ser padres algún día. Y al saber con certeza que no íbamos a poder tenerlos, pasamos por un proceso de duelo, de sufrimiento", explican.

"Poco a poco, casi sin darnos cuenta, una serie de circunstancias y vivencias se alinearon. Por un lado, tres de nuestras amistades tienen cada una de ellas un hermano con síndrome de Down de más de 30 años de edad", explica José Ángel. Tenían con estas personas down "un cariño recíproco".

El tema del aborto también tocó su conciencia. En España son rutinariamente abortados 9 de cada 10 bebés con este síndrome desde los años 80. "Una conocida de Espe que estaba embarazada le contó que iba a hacerse la prueba de la amniocentesis por si el bebé que esperaba tenía alguna malformación, en cuyo caso abortaría. Ella le dijo: “Por favor, no lo abortes; si es preciso, dámelo a mí”.

El ejemplo del actor Jim Caviezel

Les hizo pensar también el ejemplo del actor Jim Caviezel, quien interpretó a Cristo en la película de Mel Gibson. Conocieron su historia leyéndola en una entrevista.

"Había adoptado a dos niños con necesidades especiales, con discapacidad. Y, entre otras cosas, decía: «Cuando les vi a ambos, mis ojos vieron sus deformidades, pero mi corazón no. Mi corazón vio que eran hermosos, y no sólo que eran hermosos, sino que me embellecían a mí, porque me hacían querer ser un hombre mejor. El amor es una decisión... Cada mañana, al despertar me arrodillo para dar gracias a Dios por tenerles conmigo. No te haces idea de las bendiciones que te pueden llegar si le das una oportunidad a la fe».

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Jim Caviezel con su esposa Kerry y sus tres hijos adoptivos

"Nosotros también somos católicos, así que las palabras de Caviezel nos empezaron a abrir un horizonte nuevo a la hora de abordar nuestra paternidad", explica este matrimonio en Down21.

"Ciertamente, nos acordamos de las frases de Jesús en el evangelio: 'El que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, es a mí a quien me recibe', 'cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis'.

También leyeron el testimonio de una familia que había adoptado a un niño con síndrome de Down. Decían estos padres: “Sólo vivimos una vez y vale la pena gastar la vida haciendo cosas que realmente lo merezcan... y es que dedicamos tanto tiempo y esfuerzos en tantas cosas... ¡muchas de ellas nos dejan vacíos! Ahora sí que nos la hemos complicado de verdad, pero lo hemos hecho con mucha ilusión”.

Una aventura apasionante que requiere esfuerzo

Así se animaron a ofrecerse como padres adoptivos de un niño con síndrome de down. Cuando la administración les designó el niño, se lo contaron a sus familias. "Habíamos decidido no adelantarles nada sobre nuestro proceso de adopción a un bebé con síndrome de Down, para evitarnos y evitarles ansiedades. Escogimos una reunión familiar. También lo contamos a los amigos más allegados. Hubo de todo: sorpresa, emoción, llanto, mucho llanto… Fue precioso comunicarles a todos la buena noticia".

"Nos acompañaron a la habitación en la que estaba ingresado. Y allí le vimos, por primera vez. No podemos evitar las lágrimas al acordarnos de ese momento. Estaba dormido, en una cama-cuna, lleno de tubos. Cuando entramos y nos asomamos a la cuna, se despertó, nos miró, sonrió y se volvió a dormir. Las lágrimas que nos caen al escribir estas líneas fueron como las que derramamos allí. El personal de los servicios sociales que había entrado con nosotros a la habitación se retiró discretamente para dejarnos solos con nuestro hijo, respetando ese momento de tan intensa emoción. Le acariciamos. Le besamos y le dijimos: ‘ya estamos aquí. Somos tus papás’", recuerdan.

Desde entonces, dicen, comenzó "una aventura apasionante y maravillosa, no exenta de esfuerzo y sacrificio, pues su crianza ha sido y está siendo dura; y su educación también. Nuestro hijo tiene fortalezas y debilidades, como todo el mundo, y vive la vida con intensidad. Es pura vida, inocencia y amor. Le queremos tal como es. Y ya no concebimos la vida sin él".

Preguntas de futuro... y ejemplos de generosidad

Dos años después se ofrecieron para adoptar otro niño con síndrome de Down. Ahora se hacían preguntas por el futuro. "¿Qué será de ellos cuando no estemos nosotros?, ¿qué será de los tres cuando uno de los dos papás falte?", se planteaban.

De nuevo, el ejemplo de otras familias alimentó su decisión y generosidad. "Conocimos a una familia, también española, que había adoptado también a dos hijos con síndrome de Down. Sus palabras, nos animaron: “Eso preocupa a todos los padres. Nosotros confiamos en la providencia de Dios”. “No sabemos qué pasará el día de mañana, pero sabemos que Dios nos ha llamado a ser, hoy, padres de nuestros hijos y a quererles como Él nos ha querido a nosotros”. “Nos llama a todos a dar la vida. Nosotros damos la vida siendo padres”.

También les ayudó el ejemplo de Vittorio Trancanelli, médico italiano padre de familia, ya fallecido, que adoptó siete niños ―algunos de ellos con discapacidad―. En su lecho de muerte, rodeado por su mujer y sus hijos, se dirigió a ellos y les dijo: “Por esto vale la pena vivir, no por convertirse en alguien, hacer carrera o ganar dinero”.

También les hizo pensar el matrimonio de Jesús Flórez y María Victoria Troncoso. "Tienen cuatro hijos biológicos, las dos chicas con discapacidad intelectual (Miriam tiene síndrome de Down y Toya una "enfermedad rara"). Su ejemplo, su entrega, su lucha por dignificar la vida de las personas con síndrome de Down, a todos los niveles, nos conmovió y nos sigue conmoviendo. María Victoria, además, nos animó: “Estáis en plenitud de facultades, de ilusión y de posibilidades”. Y, de cara al futuro, nos habló de residencias, fundaciones, instituciones, que podrían hacerse cargo de ellos, nos animó a ahorrar… “Seguro que habrá modos para que estén atendidos el día que no podáis vosotros. Mientras tanto, les habéis dado una vida estupendísima”. Y hasta entonces, “que les quiten lo bailao” a vuestros hijos, “que os habrán tenido, como padres, 30, 40 años…”.

"Somos una familia guay", dice el niño

Cuando fueron a recoger a su nueva hija adoptiva, "una niña preciosa nos miraba como sorprendida. Su madre de acogida la puso en brazos de su madre de adopción… Y otra vez las lágrimas afloraron a nuestros ojos". "Nuestra hija, al igual que su hermano, es pura vida. Y la amamos tal como es. Ha sido un auténtico regalo para nosotros tres. Como dice nuestro hijo con su lengua de trapo, ‘somos una familia guay’."

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Esperanza y José Ángel, con sus hijos, saludan al Papa Francisco

Dan gracias a Dios "por habernos hecho padres de estas dos criaturas suyas, por habernos dado estos dos regalos. Sabemos que vela por nosotros en su providencia. En 2019 fuimos a Roma a agradecer a San Juan Pablo II la llegada de nuestros hijos. Allí tuvimos la suerte de saludar al Papa Francisco, momento que recoge la foto de este artículo".

¿Vale la pena? Los padres dicen: "sí"

"Si preguntásemos a los padres de hijos con discapacidad si ha merecido la pena traer al mundo a su hijo o hija, la inmensa mayoría respondería que sí. Nosotros también: ¿merece la pena tener o adoptar a un niño con síndrome de Down? Nuestra respuesta es: sin duda alguna. También hay momentos de desaliento y cansancio, porque no se ven progresos o porque éstos van muy despacio o porque piensas que no estás haciendo lo suficiente como padres. Pero nosotros tenemos el convencimiento de que el ser humano es feliz cuando ama. Y de que el verdadero amor se manifiesta y se demuestra en la «entrega» al otro", explican.

"Sabemos que adoptarlos ha sido lo mejor que hemos hecho en la vida. Y que en el futuro, echaremos la vista atrás… y habrá merecido la pena", añaden.

Quien quiera contactar con José Ángel puede escribirle al e-mail jagafaso@outlook.es

 

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